Kiko Amat charla con Bob Stanley (la entrevista, en cómodas entregas) #1

Fase A: Objeto aproximándose a Bob Stanley

Uno
Estoy pasando por delante del Roundhouse, en Chalk Farm, camino a The Enterprise, que solía ser uno de mis pubs favoritos cuando vivía aquí, en Londres, hace más de diez años. Carteles de Brendan Behan, chimenea llameante y el espíritu de los Madness pululando por entre las mesas. Llueve a la inglesa: de forma tenue, pero sin tener intención de dejar de hacerlo en semanas o semestres. El viento es glacial y se me hinca en las mejillas y gaznate. Hay huelga de Metro, lo que quiere decir caos generalizado y sálvese quien pueda. Las huelgas de Metro en esta ciudad son como la retaguardia Barcelonesa durante la Guerra Civil Española: un diabólico entramado de traiciones, conspiraciones, amigo contra amigo, confusión total y paranoia.
Además, me estoy cagando.
No a lo metafórico. De miedo o nervios no. Me estoy cagando de veras, y la borrachera de ayer junto a una peña de antifascistas de Sant Andreu no está colaborando conmigo. Es posible, por añadidura, que no se trate de simple resaca: las psicofonías intestinales y los retortijones de píloro y los sudores fríos no mienten: mis hijos deben haberme pegado (por enésima vez) una p*** gastroenteritis.
Lo que trato de indicar con lo dicho es que preferiría no estar aquí, en Londres, sino en mi cama; pero hay que chincharse. He venido a entrevistar a Bob Stanley, músico en St. Etienne, docto ultrafan de la música pop y autor del insuperable tratado sobre la misma Yeah Yeah Yeah. La gastroenteritis no va a permitirme disfrutar de mi cita como ansiaba, pero me conformo con no realizar el Baile del Doble SurtidorTM ante los aterrorizados ojos del entrevistado.

Llego al Entreprise, y maldigo su estampa, porque han instalado al lado de la puerta un televisor más grande que el mapa de operaciones aeronáuticas de Houston. La chimenea, que distingo al fondo, sigue ardiendo, al menos. Agarrándome el abdomen me pido una pinta de Guinness, tomo asiento cerca de las llamas y empieza a sonar el “Some Might Say” de Oasis, que aborrezco, seguida de la peor versión que he escuchado jamás del “Handbags and gladrags”, un artefacto que parece cantado por un dragón bicéfalo compuesto por las cabezas de Joe Cocker y Rihanna, y una tercera voz aflautada que emergiese del esfínter del bicho. Londres es un sitio hostil cuando las cosas van mal, ya lo decía aquella película de Losey. Lo cierto es que las cosas no han empezado de fábula, no. Espero que mejoren.

Dos
Llego al segundo pub. Es el bar de un hotel de la era victoriana, imponente, que está justo al lado de la estación de St.Pancras, en King’s Cross. Stanley me aseguró que aquí estaríamos tranquilos, pero olvidó la hora punta post-oficinil que impera en Londres, cuando todos los despachos de la ciudad regurgitan a sus desesperados chupatintas en los pubs colindantes. El sitio está a reventar, pero distingo a Bob Stanley en la barra. Va vestido muy modoso, de camuflaje urbano, con cárdigan y zapatos ingleses y windcheater color beige. Nadie diría que es siquiera el gerente de Bob Stanley, olvida lo de que sea Stanley en persona.

Me presento, nos sacudimos las manos, y él sugiere que nos marchemos a otro lugar más silencioso. Resultará ser la mejor idea que alguien ha tenido en la vida, porque el siguiente pub está en una segunda planta, dentro de la estación de tren, y por las cristaleras se ven los ferrocarriles entrando y saliendo de las vías, bajo la inmensa balaustrada de acero decimonónico. Es todo tan siglo XIX que casi me emociono. Me imagino como un joven caballero al borde de la psicastenia partiendo hacia Europa para una cura de aguas. En un balneario. De una montaña, en Moravia.
Aparece entonces mi compadre Dale Shaw, que también es viejo socio de Stanley y había convenido conmigo que se uniría a mitad de de la entrevista. Bebo de mi Guinness, Stanley de su copa de vino blanco, y comenzamos a conversar.

(En los días venideros vamos a publicar entera la colosal y leviatanesca entrevista que le hicimos a Bob Stanley hace unos meses para la revista El Estado Mental #2. Esto es tan solo la introducción. Continuará mañana mismo)