Yo quiero ser escalador

Estoy fecundo. Fecundo is the word.

Este es mi artículo preferido de los que he escrito últimamente. Es un canto de AMOR GRANDE a mis amigos escaladores, sazonado (inevitablemente) con unas cuantas descabelladas anecdotas de patetismo, mentecatez y locura personal.

Por favor, léanlo. Les gustará.

Catalan Bandstand: Kiko Amat pinchando discos en concurso de baile

Les aviso, como siempre, como el culo y tarde. Pero en fin.

Esta noche (30 de octubre del 2014) a partir de las remalditas 12:00h de la noche, su escritor de cercanías favorito estará pinchando en la 2 de Apolo su fondo de armario soul como preámbulo al pedazo de juergaza que han organizado los chicos de La Castanya, y que tiene en JONATHAN TOUBIN al maestro de ceremonias ideal.

Es, como anunciaba en el titular, un concurso de baile (¡con 100 eurotes en premios!).

Kiko Amat abre puertas a las mismas 24h con una variada selección de sus singles de soul y R&B favoritos de toda la vida.

Vengan, bailen, salten, cortejen a su amada/amado. Es el momento PERFECTO. Es ahora o nunca.

Kiko Amat entrevista a ANTONIO LUQUE (Sr. CHINARRO)

En el Babelia de El País, del pásado sábado 18 de octubre. Una enjundiosa charla con uno de los mejores compositores de música pop de la nación.

Tuve que quitar el pedazo donde hablábamos exclusivamente de Red House Painters, que era larguísimo (los dos somos ultra-fans), pero el resto está la mar de bien. Casiotones, follar, ser un nerd, cambiar de estilo y tener flojera intestinal escénica.

Está todo aquí.

Percusión Persuasiva #1 (año 2): ELSA DE ALFONSO Y LOS PRESTIGIOS

Regresa Percusión Persuasiva (y otros sonidos catalíticos), la serie de crónicas de conciertos vivenciales y aventureras de su periodista de cercanías favorito.

Ostenta el #1 porque entramos en un nuevo año en nuevo paisaje: de Barcelonés pasamos a Gent Normal.

En este primer capítulo, dedicado al concierto de Elsa de Alfonso y Los Prestigios en el Klavier (el 16 de octubre del 2014) chupa cámara un co-starring muy especial, como ya verán.

Léan, rían y sientan genuina emoción, acá.

Kiko Amat entrevistando en directo a Nick Hornby

Es la filmación de la entrevista, que tuvo lugar hace un año, en el festival La Risa de Bilbao del 2013.

El de la izquierda, descalcetinao y con hormigas en el trasero, soy yo. El otro es Hornby, sin duda.

La han colgado en YouTube recientemente (o yo acabo de enterarme, que para el caso es lo mismo), y por eso se la ofrezco a todos ustedes.

La canción del viernes #5: SHUDDER TO THINK Red House

Será por Salad Days, pero paso estos últimos días escuchando sin cesar grupos de Dischord. Etapa 1985-1990, que son (vaya chasco) los que aparecen menos en el documental. Embrace (¡no los ingleses!), Rites of Spring, One Last Wish, 3 (nuestra primera canción del viernes), Soulside, Shudder To Think, los primeros Fugazi… Todos estos grupos me emocionan desde siempre, y disculparán mi chiste fácil.

Eran, en efecto, emotivos, melancólicos, sentimentales y a ratos casi histriónicos. Tíos eliminando sus barreras de macho ante tus atónitos ojos. Eso siempre me pareció inspirador. El canje testosterona por lágrimas, y a la mierda a quien no le guste. Hombres siendo valientes al admitir su debilidad; como hacía John Fante, por ejemplo.

Un pedazo de Salad Days me hizo carcajear: cuando Dave Grohl empezó a ver a chavales llorando en conciertos de One Last Wish, y asumió que era porque Guy Piccioto estaba hablando de ellos en las canciones. No era así. Solo estaban conmovidos por la cosa, por la atmósfera, por la desaparición de murallas y almenas, por todo el berenjenal, por los años de hacerse los duros en público.

Shudder To Think son de mis favoritos. Compartimos esa pasión con los Nueva Vulcano, y también con mi hermano Oriol, que a decir verdad fue quien me enseñó todo este sonido. «Red House» me chifla. Me recuerda a 1996, en Cricklewood, todo el día escuchando el Ten Spot y el Funeral At The Movies, todo el día con aquella melancolía anhelante (que ya nunca me he sacado de encima).

Shudder To Think eran raros. El cantante vestía como un loro loco, y cantaba como si le estuviesen estrujando las bolas en un torno de mecánico. Pero toda aquella emoción desfermada. Luego se pasaron a multi y regrabaron «Red House», pero esta es la versión buena. Sus letras eran crípticas y algo galimatiescas, pero nunca se lo tuve en cuenta e interpreté «Red House» (y «On the rain», y «Jade Dust Eyes») como se me antojó. Y, en todo caso, siempre me ha gustado este fragmento: «She’s a buzzing bee / She’s a person see / Between you and me / Someone I want bad / But can’t have / I’m an overgrown / Little wanting boy / She’s my only joy / And covers come between us to clear«. Eran molones, los Shudder.

Kiko Amat entrevista a GEORGE PELECANOS

Un cara a cara de dos tíos con camisetas imperio. Uno mayor (en todos los sentidos), el otro menor.

Dos hombres hablando de cosas de hombres: redención, lealtad, honor, violencia, escudos, lazos de sangre… Pero también de la hermana de aquel colega suyo que bailó el «Whola lotta love» en bragas, y de zapatos molones, y de volver a ser quien eras a los 19, y de coches, y de Curtis Mayfield, y de atacar nazis con bates de béisbol, y de bailar, y de decepcionar (o no) a tus padres.

Dos tíos hablando y riendo. Kiko Amat entrevista aquí a George Pelecanos. Para Jot Down.

10 patetismos de los 43

Otra descacharrantota columna de Kiko Amat para Playground. En este caso, sobre Patetismos de un hombre en decadencia. Incluye brotes de kurorexia, panzadas de steps, masturbarse con oro puro, emocionarse con el «True» de Spandau Ballet y la comparación «más arrugado que un muñeco de Dumbledore fabricado a base de tejido escrotal».

Lean esta maravilla escrita por un genio de nuestro tiempo aquí, dudes.

Amor en las alturas: una setlist escuchable de Kiko Amat

Dedicada a los escaladores del mundo. Pinchamos todos estos discos (físicos; nada de MP3) en la pasada presentación del libro de Joan Miquel Oliver Setembre, octubre i novembre (L’Altra, 2014) en la llibrería Calders. Que habla un montón de escalada, como quizás ya sepan.

Fue nuestro amigo Víctor Parkas quien, utilizando su hechicería digital, transformó nuestro listado en esta maravilla de Playmoss que pueden ustedes ponerse a escuchar ahora mismo.

Todo hits personales y canciones que nos explican, desde siempre. Van a fliparlo bastante, en serio.

Kurt Vonnegut: ideas tatuables

Esta es mi primera colaboración con Babelia, de El País. Vendrán muchas más. Es un Top 5 de pistas sobre Vonnegut. Mi querido Vonnegut.

Les conmino a que la lean aquí. La cosa no podía empezar mejor.

La canción del viernes #4: Hurrah! «Sweet sanity»

Siempre me han chiflado Hurrah!, y además no soy un maldito purista. Me chiflan incluso cuando ya eran casi AOR, y de un traspié podían haber acabado como el lechuguinazo Chesney Hawkes (con canciones mucho mejores). Hurrah! hacia esta época (1986) tienen ya un punto casi ridículo (las cazadoras de cuero, las poses, los pantalones rasgados a lo hard times) que es imposible de ignorar. Solo un par de años atrás iban con Rickenbackers y levis blancos y jerséis de cuello alto y tejanas de ante, caramba. El cambiazo fue colosal.

Pero eso, por supuesto, es algo que solo podría importarle a un lánguido esteta. Hurrah! nunca dejaron de hacer las mejores canciones del mundo, y podrían haberse vestidos de lagarterana, de Ronald McDonald o de Limp Bizkit; yo les seguiría amando. «Sweet sanity» me emociona ahora y siempre. Siempre me ha hecho una compañía tremenda. Me gusta no solo su empuje de stadium rock (con cimientos de pop sublime), sino también su espléndida letra.

«Sweet sanity» trata la cordura como algo que viene y va. Es un canto a no desesperar: la locura acabará desapareciendo, y todo volverá a ser normal, a ir bien, a estar en su sitio. Para los que padecemos algún tipo de chifladura (certificada o no), «Sweet sanity» es ciertamente balsámica, un masaje para el alma. Te conmina a apretar los dientes y los puños y a esperar, como si la majadería fuese una contracción de embarazada; algo pasajero, que tiene que hacerse ENORME antes de empezar a decrecer. Pero, ante todo, mucha calma.

Me gusta horrores este pedazo de letra, que les transcribo entera porque me sale de los tegumentos: «Yes, now and all this calamity / That you cause when you’re not here / Stops all thoughts of vanity / About this long and selfish career / And for a second sweet sanity / Did you say / That you’d go around here again / Oh, sweet sanity / Come and free me / From this ball and chain«.

La cordura es, en «Sweet sanity», como un cartero de certificados importantes. Pasó por casa, pero no estabas, cretino. Ahora, cómo no, solo queda lidiar con la demencia, y tratar de librarnos de nuevo de esta «bola y cadena».

Bueno, no será la primera vez, ni tampoco la última. Agradecidos, Hurrah!

REAL ESTATE: el cuero negro no les pega nada

Estos cuatro tirillas de New Jersey no van a ganar el próximo campeonato de aizkolaris de Irún, pero sus discos vuelan alto. Aplicados y diligentes, así como enfermizamente mohínos, Real Estate son anglófilos como los primeros The Posies, y en los surcos de su último álbum Atlas (Domino 2014) brotan los dulces ecos de Lawrence, The Orchids, The Go-Betweens y The Bats. Pero no (¡recontraglups!) Soundgarden o el Bat Out of Hell, por fortuna.

Real EstateCasi se joroba todo. Martin Courtney -esmirriado compositor, guitarra y cantante de la banda- me había prometido quince minutos de conversación (quince minutos: como si fuera David Bowie, vamos), pero al final –utilizando un amplio abanico de argucias de distracción- consigo regatearle media hora de su magnánimo indie-tiempo. Mi felicidad se torna cenicienta estupefacción cuando, tras haber colgado, pulso el Play del archivo y solo se escucha mi cabruna voz y un monzón de ruido estático. Eso es lo que poseo: media hora de conversación autista conmigo mismo (llena de sibilantes silencios, por añadidura) que –incluso considerando los tiempos oscuros en los que vivimos- ninguna revista musical desearía publicar. Pero no se angustien, lectores. No hay nada que no pueda solucionarse con “fuerza bruta e ignorancia brutal”, como decían en Life and death of Colonel Blimp: oprimiendo ferozmente los auriculares hasta que me los implanto en las trompas de Eustaquio, consigo descifrar la mayor parte de respuestas de Courtney. Lo que tienen ante ustedes, así, es un nuevo milagro de periodismo musical: sacar algo de nada. Blood from a stone, que decía aquella canción. Lo que hacemos la mayoría de ocasiones, en resumen.

Me gustaría preguntarte en qué tipo de ambiente familiar musical creciste, y si en cierto modo el sonido de Real Estate tiene algo que ver con los discos de tus padres.
No. La verdad es que no. Crecí en Ridgewood, a las afueras de New Jersey. Mis padres no eran especialmente fans de la música. Sí recuerdo escuchar álbumes como el Bat out of hell de Meat Loaf, que me encantaba, pero fue en el instituto donde me empecé a comprar yo mismo cedés que me gustaban. Mis primeros discos fueron de Soundgarden y The Offspring, si no recuerdo mal, también Jane’s Addiction y Nirvana, por supuesto. En esa época debía tener 12 o trece años. Pero luego empecé a escuchar cosas como el Odelay de Beck, o el OK Computer de Radiohead. Este último me impresionó especialmente, en cuanto a que era música más compleja, con muchos matices, parecía más arriesgada. Al año siguiente ya me gradué en Pavement, Weezer, Built To Spill, ese tipo de bandas. Música más rara, menos previsible que Soundgarden. Aunque no quiero hablar mal de Soundgarden, era muy fan de ellos.
En todo caso, ninguna de esas bandas primigenias parece haber pasado a formar parte del sonido de Real Estate. O sea: ¿The Offspring? ¿Soundgarden?
Ya. Quizás tan solo en el sentido de descubrir la idea de la melodía, y en que existían canciones con estructura. La forma en que se desarrolla una canción, la existencia de los estribillos, todo eso.
Los periodistas más gafotas tienden a compararos con grupos kiwis como The Bats o The Chills, o con The Feelies. Me pregunto hasta qué punto vuestras similitudes jangly son certificables –quiero decir si sois fans de esos grupos- o se trata del sueño húmedo de algún crítico verboso.
Bueno, desde luego que nos encantan The Bats y The Feelies. Especialmente The Feelies, aunque es algo que he descubierto hace poco. Es una de esas influencias que todo el mundo menciona. Si te digo la verdad, he tenido que dejar de escucharles para no convertirnos en una banda de tributo a los Feelies; sería muy fácil para mí dejarme influir por ellos del todo, y sonar exactamente como ellos sonaban.
No hay nada de qué avergonzarse. Los Stones querían sonar como Bo Diddley. Todos los grupos exhiben influencias obvias. Incluso Throbbing Gristle, caramba.

Cierto. A la vez, los grupos que me marcaron y que en cierta forma aún definen nuestro sonido son los que descubrí en el instituto: Galaxie 500, Luna, Yo La Tengo… Yo La Tengo eran quizás nuestra influencia principal cuando empezamos a componer, y siguen siendo mi banda favorita. En los últimos años, sin embargo, tiendo más a escuchar música de los sesenta y setenta, incluso soft-rock tipo Bread, CS&N, grupos de Laurel Canyon, Joni Mitchell, cantautoras…
Más que por las influencias, yo creo que las comparaciones vienen por esa melancolía y perpetua nostalgia que se desprende de vuestras canciones y letras. O sea, por la emoción con añoranza.
Sí. En las canciones de Real Estate siempre aparecía la melancolía y la nostalgia. Days (Domino 2011) era un disco nostálgico, sin duda. Muchas de las canciones hablaban de ir al instituto, por ejemplo. Creo que eso ha cambiado ahora, quizás también porque me casé recientemente y mi perspectiva de muchas cosas se ha alterado. Ahora tengo menos miedo de hablar del presente, y de dónde estoy ahora. Imagino que eso es algo que viene con la experiencia, y la pericia al componer. Dicho esto, ahora escribo sobre estar fuera de casa, de gira, y echar de menos a alguien. Mucha gente me ha dicho que varias de mis canciones, tanto en Days como en Atlas, parecen hablar de la separación y la distancia.
Hay un tipo de cancionero melancólico que evoca invariablemente Inglaterra, 1986 y domingos aburridos en casa. Cielos grises, lluvia perpetua, spleen juvenil. The Orchids, “Everyday is like Sunday”, Felt, novias frías y desear estar lejos de allí.
En Days había una canción, “Green aisles”, que sonaba igual que Felt. Me quedé alucinado con la guitarra de Matt en la versión final, porque la idea no había sido copiar a Felt o Maurice Deebank. Me gusta que digas eso, lo de lo inglés, porque uno de mis grupos favoritos es The Clientele. Incluso temáticamente creo que nos parecemos, en la forma de sus canciones, el tono…
Ahora que lo dices, sí. No había pensado en ellos hasta que lo has mencionado. “Losing Haringey” es la mejor canción sobre morriña y remembranza que he escuchado nunca.
Claro. The Clientele han influido mucho en mi composición de canciones desde el principio, no tanto en términos de temas líricos (aunque eso probablemente haya reptado sibilinamente hasta allí), tanto como sus melodías y sonido general. Los tonos de la guitarra en particular siempre me han parecido muy interesantes. La distorsión se utiliza con mucha moderación, obviamente mucha reverb y un montón de trémolo, que siempre he pensado que utilizan muy bien. Su música puede acarrear, definitivamente, un sonido nostálgico, y supongo que eso también debe haber tenido un impacto en mí. Creo que la forma en que son capaces de transmitir la nostalgia a través de las melodías y ambiente general de la música es grandiosa. No necesitas escuchar la letra de una canción de The Clientele para recoger la emoción que está siendo transmitida.
Creciste en un barrio residencial de New Jersey. ¿Cómo pasó eso a formar parte de tu personalidad? Hablas de ello en tus canciones con cierto anhelo, como si en el fondo de tu alma desearas vivir en paz en una de esas calles perfectamente alineadas, con arbolitos y césped. ¿Se esconde un square en ti?
Sí, Alex, Matt y yo crecimos en Ridgewood, a tres millas de New Jersey. En Days hablaba mucho de ello, porque era lo que más conocía. Crecí en barrios de clase media, y sin duda eso me inyectó unas ganas tremendas de salir y vivir en un lugar más emocionante. Creo que, como la mayoría de los adolescentes, me sentía “diferente” y sentía que debería estar en algún lugar distinto, entre los de mi especie; un lugar donde fuese libre para expresarme como yo considerara adecuado. Pero ahora que soy un poco mayor y estoy más cómodo en mi propia piel sigo teniendo el deseo de vivir en un lugar tranquilo y cómodo, y gozar de algo más de espacio (es decir, no en la ciudad). No me gustaría regresar Ridgewood, sin embargo. Es un demasiado conservador para mí, y no podía darme el lujo de todos modos. Pero no se trata de ser cuadrado o enrollado, en realidad. Es el estilo de vida, que me atrae.
Sonáis ocasionalmente psicodélicos. Con guitarras frágiles y tintineantes como campanillas. A ratos me recordáis un poco a Rain Parade, por ejemplo.
Sí, todo lo que se denominaba Paisley Underground; sé de lo que me hablas. Pero eso lo he descubierto gracias a los periodistas, de nuevo, que siempre nos mencionan a esas bandas. Creo que la similitud está en lo mucho que nos gustan The Byrds, y ese sonido clásico de Rickebackers melodiosas. Esa es una de las influencias fundamentales de Real Estate. Como te decía, tendemos cada vez más (yo, especialmente) a escuchar grupos de los sesenta. Nick Drake, por ejemplo.
Todo el grupo tiene una pinta muy frágil, de nerds con gafas a punto de ser crujidos bajo la bota inmisericorde del deportista.
(Risas) Creo que Matt Mondanile tiene más pinta de nerd que yo, ¿no? Lo cierto es que en la banda hay un claro deseo de presentarnos como realmente somos, sin aplicar ninguna capa de glamur. Queremos que se note que somos gente normal, que no hay nada extraordinario en quiénes somos. O sea, prestamos atención a lo que llevamos, nos gusta vestir pulcro, pero sin afectaciones. Por eso tal vez alguien ha mencionado en artículos que Matt tiene más pinta de contable que de estar en una banda de Brooklyn. ¿Qué podemos hacer? El cuero negro no nos pega nada, no es lo que somos.
El cuero tiene que picar un montón, especialmente en la zona testicular. Solo Julian Cope es capaz de llevarlo con panaché.
(Risas) Cierto.
Una última pregunta: ¿cateaste alguna vez educación física en el instituto? No se puede ser un nerd de carnet sin haber arrastrado el deporte a la reválida de septiembre.
Pues no. En el instituto jugaba a fútbol americano de vez en cuando, y practicaba deporte con normalidad, aunque tampoco es que me entusiasmase. Nunca suspendí. Kiko Amat

(Entrevista publicada previamente en el Rockdelux #331 de septiembre)

Kiko Amat entrevista a SLEAFORD MODS

Pero no lo van a poder leer aquí, en Bendito Atraso, enfundados en sus cómodos pijamas de raso y a un click de ratón. Tendrán que salir a la calle y adquirir el ejemplar de Rockdelux de octubre. Y allí, en espléndida cuatricromía sobre blanco papel, hallarán una entrevista del menda con Jason Williamson, de Sleaford Mods, nuestra banda actual favorita. Dos páginas de confesión, rabia e improperios de lo más inspiradoras.

La canción del viernes #3: The Beat «End of the party»

«End of the party» es mi canción favorita del tercer álbum de mis adoradotes The Beat (pese a que las otras dos predilectas, «Save it for later» y «I confess» le van pisando los talones). Es una canción tristoncia, un lamento por la fugacidad del amor fou imposible. Las estrofas «She said to leave it till the end of the party / Do it now, you know there’s never a next time / How come the feeling that it’s only just started / Pull back your cover, I could love you for all time» siempre han pisoteado con saña mi viejo corazón.

Es un «cómo leches va a terminar ahora, si acaba de comenzar» que me recuerda horrores al Brief Encounter (1945) de David Lean, una de mis pelis favoritas de Kleenex (para los lacrimales, no para lo otro). Es la adaptación de una obra de Noël Coward, y me chifla. Solo que nunca puedo verla, porque me pongo como un flan de una forma muy poco viril. Especialmente con la resignación final de Celia Johnson, que me hace entrar ganas de saltar a la pantalla y zarandearla de los hombros y gritarle «¡pero qué haces, insensata!».