Jon Bunch a la gespa

Es una semana de escritos fúnebres. La recomentadísima muerte de Leonard Cohen -cuyo arte, por respetable y excelente que me parezca, ha influido exactamente un 0% en mi vida y trabajo y visión y ambición- me inspiró para escribir la columna «Jon Bunch a la gespa», para mi serie Hòsties al Fibló, para el PLAY, suplemento del periódico Ara.

Va de un músico que sí me inspiró y me dio fuerza, y que también murió (en circunstancias casi opuestas a las de Cohen) en enero de este año, y nos enteramos tres. Y el cabo.

Hablo, por supuesto, de JON BUNCH, de mis adorados SENSE FIELD.

Si no me equivoco, los amigos de PLAY han incluído el clip de «Voice» en el artículo, siguiendo mis meticulosas instrucciones, así que yo me permito endiñarles aquí otra favorita personal del Building (Revelation, 1996), «Overstand», quizás la canción que más escuché a finales de 1996. Ahí está todo. La fuerza del camino de hierro. Ese es mi 1996.

 

Mose Allison (1927-2016): hurra por el blues de todos

Murió uno de mis músicos favoritos de toda la vida, MOSE ALLISON, y le escribí otro sentido artículo para Babelia de El País. Les ordeno que lo lean. ¡Ahora!

Un pequeño fragmento de este artículo ya había aparecido en el capítulo sobre Allison de mi libro Mil violines, que estoy seguro que todos ustedes tienen. Bueno, 2000 de ustedes, más o menos (no cuento los que lo mangaron de bibliotecas).

Aprovecho la ocasión para endilgarles una de mis canciones favoritas (himno personal) de Mose.

Quiero ver a todos los mods con banda negra en el bíceps durante medio año, mínimo.

La gran engañifa de 1996

Esta es una pieza para Babelia de El País que me gustó mucho escribir. Habla de 1996 y la gran patraña del brit-pop, pero también del triunfalismo 90’s y el descascarillado y estéril legado que los chicos noventas dejaron para las generaciones venideras.

Viene a cuento del reciente libro de David Stubbs, 1996 & The End of History.

Porque el gusto no siempre es relevante o definitorio pero, no me jodan, hay una sutil diferencia entre haber crecido con Decibelios o Kortatu (o Brighton 64) y haberlo hecho escuchando a Australian Blonde, Parkinson DC y, qué se yo, Sidonie. Algunas cosas te marcan, y muestran el camino. Otras lo muestran de forma más difusa. Otras son paridas mercantiles. A los dieciséis, estas cosas IMPORTAN.

Ah, sí: léanlo poniendo el dedo índice rígido y apuntando táctilmente a esto.

Kiko Amat entrevista a CHUCK KLOSTERMAN

Una entrevista de rechupete con el crítico y ensayista norteamericano Chuck Klosterman donde no hablamos de Poison o Ratt, pero sí de muchas otras cosas de enorme relevancia: Seinfeld, «la moda es para retrasados mentales» (o no), Kanye West contra Jay-Z, The Clash alias no siguis panfleto que la palla va cara, gente mala y gente buena (y qué esconden los segundos), autenticidad y villanía.

Esta chispeante charla con mucha hondura está publicada en la web de Omicron Persei, y la pueden leer de cabo a rabo arreando con el ídem aquí.

La canción del viernes #23: THE HIGH-BACK CHAIRS Miles to inches

Permanezco en pijama, con los ojos irritados y los dedos agarrotados, y no salgo ni encañonao, pero al menos me he enterado de lo de Trump. «Fools in high places«, que decían los Jam, y nunca mejor dicho.

Para subirme el ánimo he escuchado esta canción de los High Back Chairs de 1991, que ya me subía el ánimo entonces y lo ha vuelto a hacer ahora. «I’m left to shed these tears of anger» parece espantosamente apropiado, considerando las circunstancias.

Es el grupo de Jeff Nelson, sí. Tenían letras y canciones de aúpa. Todo lo que hicieron es recomendable y obligatorio. Esta es del álbum (casi mini) Of Two Minds, que salió en Dischord en el año que ya he dicho. Yo los descubrí justo entonces, y vienen alegrándome la existencia hasta hoy.