Cosas Que Leo #25: EL CUERPO HUMANO, Bill Bryson

Cuerpo Bryson

“El cerebro hace todas estas cosas por nosotros porque está diseñado para ayudarnos en todo lo que pueda. Sin embargo, lo paradójico es que también resulta sorprendentemente poco fidedigno. Hace unos años, una psicóloga de la Universidad de California, en Irvine, Elizabeth Loftus, descubrió que, mediante la sugestión, es posible implantar recuerdos completamente falsos en la mente -por ejemplo, convencer a la gente de que de pequeños sufrieron un trauma al perderse en unos grandes almacenes o un centro comercial, o que Bugs Bunny les dio un abrazo en Disneyland-, a pesar de que tales cosas nunca sucedieran realmente (entre otras cosas, porque Bugs Bunny no es un personaje de Disney y no ha estado nunca en Disnelyland). Para ello, mostró a diversas personas fotos de sí mismas de pequeñas en las que se había manipulado la imagen para que, por ejemplo, aparecieran subidas en un globo de aire caliente, y a menudo los sujetos recordaban de repente la experiencia y la describían con entusiasmo, aunque en todos los casos se sabía que aquello no había sucedido nunca.

Puede que el lector piense que nunca se dejaría sugestionar hasta ese punto, y probablemente esté en lo cierto: solo alrededor de una tercera parte de las personas son tan crédulas; pero otras evidencias revelan que a veces todos tenemos recuerdos completamente erróneos incluso de los acontecimientos más vívidos. En 2001, inmediatamente después del desastre del 11 de septiembre en el World Trade Center de Nueva York, un grupo de psicólogos de la Universidad de Illinois anotaron las declaraciones detalladas de 700 personas acerca de dónde estaban y qué estaban haciendo cuando se enteraron del suceso. Un año después, los psicólogos formularon las mismas preguntas a las mismas personas, y descubrieron que ahora casi la mitad de ellas se contradecían en algunos aspectos significativos -se situaban en un lugar distinto cuando se enteraron del desastre, creían haberlo visto en televisión cuando en realidad lo habían oído en la radio, etc.-, pero sin ser conscientes de que sus recuerdos habían cambiado (yo, por mi parte, recordaba vívidamente haber visto los acontecimientos en directo por televisión en New Hampshire, donde vivíamos, junto con dos de mis hijos, hasta que más tarde descubrí que en realidad uno de ellos estaba en ese momento en Inglaterra).

El almacenamiento de la memoria resulta peculiar y extrañamente inconexo. La mente descompone cada recuerdo en sus partes integrantes -nombres, caras, ubicaciones, contextos, cómo se percibe algo al tacto, o incluso si está vivo o muerto-, y envía dichas partes a lugares distintos; luego, cuando volvemos a necesitar el conjunto, las recupera y reagrupa. Un solo pensamiento o recuerdo fugaz puede activar un millón o más de neuronas dispersas por todo el cerebro. Además, esos fragmentos de recuerdos se desplazan con el tiempo, migrando de una parte de la corteza a otra, por razones que ignoramos por completo. no es de extrañar, pues, que a veces confundamos los detalles.

El resultado de todo ello es que la memoria no constituye un registro fijo y permanente, como una serie de documentos en un archivador, sino algo mucho más difuso y mutable. Como explicaba Elizabeth Loftus en una entrevista realizada en 2013: “Es un poco más parecido a una página de Wikipedia. Puedes entrar y modificarla, y lo mismo pueden hacer otras personas”.

El cuerpo humano; guía para ocupantes

BILL BRYSON

RBA, 2020 (publicado originalmente en Gran Bretaña por Doubleday, 2019)

430 págs.

Traducción de Francisco J. Ramos Mena

**** Me he leído todos los libros de Bryson. Incluso aquel de su periplo por los Apalaches que no tenía por qué leerme. Es uno de mis escritores de divulgación más estimado. Mis libros predilectos del autor son The life and times of the Thunderbolt Kid; travels through my childhood (sus memorias de infancia) y En casa; una breve historia de la vida privada.

Los orígenes literarios de Perry Mason

Una pieza que me encanta. La escribí para El País hace unos días. Si acercan la oreja se me escucha de fondo, tecleando con dos dedos corazones y soltando la ocasional pedorreta. Léanla sin más dilación aquí. El título provisional mientras lo estaba escribiendo era «Cuando Perry Mason llevaba camisa limpia».

PSYCHOLAND, T1 EO2 Compulsión epistolar: cartas y notas

Ya está disponible el segundo episodio del podcast PSYCHOLAND, ideado y conducido por Kiko «Morador del Páramo» Amat y Benja «Cuidado con el Hacha» Villegas. Una producción de LastCrit para Podimo. Este capítulo, «Compulsión epistolar: cartas y notas» está centrado en -como su nombre indica- las cartas y notas y post-its que han enviado y dejado a su paso los peores asesinos en serie de la historia.

Muchos asesinos en serie han escrito cartas y notas. Uno fue aún más allá y escribió un poema. Todos aquellos mensajes les sirvieron para hacerse publicidad, pasear sus demonios, incordiar a los familiares, retar a la policía o soltar baladronadas. En el segundo episodio estudiamos a cinco asesinos en serie de notoria inclinación grafóloga: BTK, Albert Fish (autor de la más hórrida carta jamás escrita), Jack The Ripper, Son Of Sam y Zodiac.

Si aún no nos siguen, pueden bajarse el app aquí y empezar a hacerlo ahora mismo.

Cosas Que Leo #25: VOLODYA: SELECTED WORKS, Vladimir Mayakovsky

Volodya Mayakovsky

«A CLOUD IN TROUSERS

PROLOGUE

 

I

Will goad you with a bloody shred of heart

You

Slumped in thought

Soft in the head

Like a fat lackey on a greasy settee

And I’ll have my fill of bitterness

 

Not s single grey hair in my soul

No senile tenderness there!

My voice crashes through the universe

I walk -the handsome

Twenty-two year old.

 

Tenderhearted lovers

Whisper fiddle music

While the vulgar bang love on a drum

But you can turn yourselves inside out

And be like me, just a smacking pair of lips!

 

Come learn from me

Leave your stuffed drawing-rooms

Petty angelic bureaucrats

 

Quietly licking your leafy lips

Lime as cook looking through a cookery book.

 

If you want

I’ll rage on raw meat

And like the sky changing hue

If you want

I’ll be as tender as you please

Not a man but a cloud in trousers!

 

I don’t believe that blooming Nice exists!

Again I sing the praises of

Men as crumpled as hospital beds

Women used time after time like a rhyme.»

(1915)

 

Volodya; Selected works

Edited and with an introduction by Rosy Carrick

VLADIMIR MAYAKOVSKY

Enitharmon Press, 2015 (poemas, lecturas y escritos 1912-1930)

311 págs.

Cosas Que Leo #24: MIS CIEN DEMONIOS, Lynda Barry

Cien Demonios Barry

Mis cien demonios.inddMis cien demonios.inddMis cien demonios.inddMis cien demonios.inddMis cien demonios.inddMis cien demonios.inddMis cien demonios.indd

Mis cien demonios

LYNDA BARRY

Reservoir Books, 2020

216 págs.

Trad. de Montse Meneses Vilar

PSYCHOLAND: el nuevo podcast de Kiko Amat y Benja Villegas (¡T1EO1 ya disponible!)

foto Psycholand

PSYCHOLAND

Un podcast de Kiko Amat y Benja Villegas, producido por LastCrit para Podimo.

Psycholand es un podcast sobre asesinos en serie. Pero Kiko Amat y Benja Villegas no se graban ante una acequia, señalan un harapo pringoso y declaran que han hallado la prueba concluyente. No se meten sin linterna en casas abandonadas y pretenden hacérselo encima cuando una lechuza bate las alas. No afirman saber quién era realmente Jack The Ripper o dónde fue a parar el monstruo de Atlanta. Psycholand no es ese tipo de podcast.

En Psycholand, los anfitriones observan, estudian y, si procede, bromean sobre lo grotesco y terrible del fenómeno. Se maravillan, enfurecen y, si procede, marean con los casos a estudio. Psycholand es un podcast basado en erudición, ingenio y puntos a unir, conexiones (pop) que realizar. Una serie de doce capítulos que revisa estudios de los mayores expertos, pero no teme acuñar nuevos términos, desechar mitos y señalar el bosque tras los árboles. Este podcast se interesa por las infancias canceladas y el alguien-va-a-pagar-por-esto; las casualidades alucinantes y lo absolutamente improbable (que al final sucede); la mala pata y la malignidad innata; la violencia, el amor (desviado), el humor. Aparecen las parafilias, los asesinos, las víctimas, los instrumentos, las guaridas y al menos un bongo. Psycholand es un podcast sobre asesinos en serie como ningún otro.

Pueden conseguir el app aquí.

El episodio T1EO1 se titula «Mansonería: los crímenes de la familia», y su sinopsis es la siguiente:

Charles Manson es el asesino en serie más conocido de todos los tiempos, y ni siquiera encaja en el perfil. En el primer episodio analizamos la figura de este “hippy de derechas” en el contexto de los sesentas americanos; observamos sus técnicas de control jodementes; revisamos sus conexiones con los Beach Boys y su Beatlemanía; comentamos los crímenes Tate-LaBianca; tomamos en consideración que era corto de talla; y más cosas.

Un último apunte: como bien saben mis lectores, carezco de redes sociales de ningún tipo. Si quieren seguir el proceso de Psycholand, diríjanse a mi socio Benja Villegas, que las tiene todas, el andoba, tanto de este palo como de este otro.

MARTIN NEWELL (CLEANERS FROM VENUS). La entrevista completa.

Martin Newell

El líder de la banda Cleaners From Venus, excéntrico padrino de lo-fi británico y mejor artista desconocido de los ochenta, regresa con su cincuentavo disco, Dolly Girls & Spies

Vladímir Mayakovski dijo que “la fama se arrastra tras el genio como una viuda inconsolable en una procesión funeraria” pero eso, como tantos apotegmas rusos, es inexacto. Para empezar, suele ser el genio quien pierde el culo por la fama. De su unión es el genio quien emerge como “viuda inconsolable”, pero la fama no solo sigue viva, sino que está bailando sobre el féretro, magreando a un boy en tanga y haciéndole la higa al genio con la mano libre. No resulta extraño que, vistas las cosas, algunos genios prefieran mantenerse bien alejados de la fama y pulir su oficio con ahínco.

El músico pop Martin Newell es, como dijo Giles Smith en Lost in music, la “industria artesanal” del pop inglés. La cerveza casera de los discos estupendos. Cleaners From Venus han sido tildados de mejor banda desconocida de los ochenta, con razón. En 1983, cuando “Karma chameleon” de Culture Club rozaba el millón de ventas, Newell colocaba 250 copias de su casete The Golden Autumn. Living with Victoria Grey (1986), también autoeditado, llevaba la leyenda “Si te ha gustado, díselo al lechero”, indicación clara de sus miras. Cuando sobre la misma época Captain Sensible (ex Damned) invitó a un equipo de compositores para que le fabricaran un hit, Newell llegó al estudio en bicicleta, a tiempo para ver a Graham Gouldman (10CC) despegando en helicóptero. No hace falta ser un genio para ver que la fama y el éxito no solo no son, para Newell, prioridades, sino viruses contagiosos que evitar a toda costa.

Martin Newell ha sido coronado a lo largo de los años como el rey del “casette underground” y el genio pop del Hazlo-Tú-Mismo, pero esto podría dar una idea equivocada de su visión. Muchos diletantes se escudan en la glorificación del fracaso, disfrazando su indolencia y falta de ideas como corte de mangas a “la industria” y “rechazo a venderse”, pero Newell es lo opuesto. Su DIY es artesano y lustroso, y su “hábito de arte”, que diría Flannery O’Connor, nace de la optimización, no de la falta de ambición. Es tan sencillo como que el arte de Newell funciona mejor así, autónomo y autogestionado, sin injerencias comerciales o distracciones promocionales. Si James Brown era “el hombre más trabajador del soul”, Newell lo es del mundo de la grabación en 4 pistas y los conciertos en pubs. Lo que sigue es la charla íntegra de la entrevista que se publicó en formato editado en El País.

Llevas en esto desde mediados de los 70. Has conseguido un estilo propio, inconfundible.

Me uní a mi primer grupo cuando tenía diecinueve años, y hace tiempo que no logro escuchar mi material del mismo modo en que lo escuchan los demás. Yo describiría mi periplo musical como “tropezando en la oscuridad”. No creo que eso sea malo de por sí. Lo que hago es una mezcla de lo que me encantaría hacer y lo que soy capaz de hacer [ríe]. Mi habilidad estriba en encajar palabras en música. Es algo natural, que yo creía que tenía todo el mundo hasta que mis primeros compañeros de grupo me preguntaron: “¿Cómo haces eso?”. Les dije: “lo hago y punto, pero no sé cómo” [ríe]. Siempre pensé que era un talento innato de savant, pero ahora sé que tiene que ver con el Asperger.

Dolly Birds & Spies | The Cleaners From Venus

¿Crees entonces que la fabricación de canciones pop puede enseñarse, perfeccionarse como un oficio, o es, como dices, algo innato?

Creo que es una mezcla de ambas cosas. El talento no es la habilidad innata de hacer algo. Yo no tengo ni idea de actuar, pero he visto cómo un director le pedía a un actor que interpretase un papel determinado, que comunicase cierta emoción, y entonces el actor sobreactuaba, y  luego se quedaba corto, y al final pillaba el tono. Era entonces cuando el director se lo hacía repetir treinta y cinco veces [ríe]. El talento es la habilidad de sostener ese tono en la distancia. Durante los quince años en que hice de artista spoken word me di cuenta de que daba igual si mi perro se había muerto, o mi mujer me había dejado, o me sentía enfermo o añoradizo, yo seguía siendo un artista cada sábado por la noche, y tenía que salir a hacer mi trabajo. Y esa es la diferencia entre un profesional y un amateur. Mucha gente cree que puede llevar un restaurante solo porque cocina bien, pero tienes que hacer el mismo plato cada día, y siempre al mismo nivel, aunque tengas dolor de cabeza o lo que sea. El talento es la habilidad de hacer algo por lo que tenías inclinación, y llevarlo a la perfección, y mantenerlo.

Tus aspiraciones siempre han sido elevadas. No te basas solo en un par de canciones de Ray Davies, sino que miras a los crooners, a los grandes del Great American Songbook…

No soy un gran músico, considerando la de años que llevo obsesionado con esto. Lo que compongo está por encima de mis capacidades musicales. Puedo escribir cosas mucho más sofisticadas que las que puedo tocar. Puedo escribir jazz, pero no puedo tocarlo. A menudo, los grandes virtuosos del jazz o del rock no eran buenos compositores, y al revés. Burt Bacharach no era un gran músico, pero escribía grandes canciones. Creo que soy parecido a él. Me interesa lo que escribo, y entonces voy y lo coloco en un marco excéntrico. Es como si hubiese realizado una fotografía perfecta y la enmarcara con madera de deriva. A mí me gustan Frank Sinatra y Don Fagen [Steely Dan], y eso, combinado con mi talento musical, produce Cleaners From Venus. El resultado no es desagradable. Uno de mis únicos mantras (que leí hace tiempo en no sé qué libro de misticismo japonés) es: “no trates de seguir los pasos de los sabios. Busca lo que ellos buscaban”. Dicho de otro modo: no copies a los grandes, pero mira hacia donde ellos miraban.

Mucha gente se refiere a lo tuyo como DIY, solo porque te lo grabas y produces tú mismo, pero la palabra lleva consigo una carga de amateurismo del que tú careces.

La gente también cree que Keith Richards es una especie de despojo farfullante que casi no se sostiene en pie, cuando en realidad es un tipo extremadamente inteligente y un músico dedicado. Creo, de hecho, que Richards nunca ha sido tal y como lo pintan. Creo que su personaje de flipado ha sido siempre un disfraz con el que ocultar su timidez. La fama no siempre sienta bien. Mick Jagger dijo una vez, haciendo referencia a Brian Jones, que “la fama es un vestido que no le queda bien a todo el mundo, y que a algunos les queda fatal”. Yo soy uno de esos. No solo me queda mal la fama, sino que además prefiero seguir trabajando en lo mío y no ir de gira.

THE CLEANERS FROM VENUS: RETURN TO BOHEMIA (Soft Bodies, 2014 ...

Se te considera un artista misántropo e insociable solo porque te niegas a ir de gira como el resto de artistas.

¿Recorrer el mundo hasta que la gente decida que lo mío está bien? No, gracias. Paul McCartney dijo, tiempo después de que los Beatles se hubiesen disuelto, cuando no dejaban de preguntarle si se volverían a reunir, que ellos habían ido a Hamburgo en 1960, y que poco después había pasado “todo aquello”, y que no veía ninguna razón para pasar por “todo aquello” otra vez [ríe]. Soy bastante buen entertainer: dame doscientas personas en una sala y les recitaré poemas, contaré chistes, les cantaré algunas canciones, todo irá bien. Pero de qué serviría meterme en un estadio, sobre un escenario que me deja del tamaño de una hormiga, para que la mayoría de la gente me vea en mala resolución en una pantalla LCD… La gente habla mucho de las extrañas sustancias químicas que el miedo despide en tu corriente sanguíneo, y que acaban creando toda serie de problemas médicos, pero lo mismo sucede con la fama. La fama es mala para la salud. La sobreexposición es dañina. Así que me niego a hacerlo. No quiero ni el reconocimiento ni el dinero.

Sin embargo ahora parece que ese reconocimiento se te empieza a otorgar.

Siempre he tenido la sensación de no ser comprendido. Desde que empecé, hasta los cuarenta años o así, tuve claro que lo que yo hacía no conectaba con mi tiempo ni con mi generación. Mis contemporáneos, por alguna razón, tendían a preferir blues de barbudos. La gente de mi edad con empleos de clase media iba en busca de “autenticidad descarnada”, al contrario que la gente que ha tenido vidas duras de veras. Nadie lo pillaba. Tuve que esperar muchos años a que llegara mi “momento” y, ahora que parece que ha llegado, es un poco tarde [ríe]. Lo positivo fue darme cuenta de que el reconocimiento no iba a llegar, así que dejé de esperarlo y me concentré en mi oficio. Finalmente, tras décadas de trabajo, he conseguido conectar con una audiencia joven. Me entiende gente de otra generación.

Lo has conseguido a base de permanecer y de pura artesanía, porque continúas sin doblegarte a ninguna estrategia de promoción.

No encajé nunca con los críticos musicales o los urbanitas sofisticados que manejaban el cotarro moderno en Londres. Conmigo siempre fueron un poco bordes. Al poco de empezar dejé de enviarles copias para reseñar. Me limitaba a sacar un disco, vendía mil o mil quinientas copias, y empezaba a grabar el siguiente. Porque, como siempre he dicho, admito que de un modo algo callejero, “¿por qué tendría que mandarles putas promos a unos cabrones que no solo escriben mucho peor que yo, sino que ni siquiera sabrían hacer un disco?”. Incluso John Cooper Clarke me dijo que eso era una forma bastante descortés de expresarlo [ríe]. Hace poco le enviamos mi último libro a uno de esos críticos de revista musical, y dijo algo así como que “es difícil de entender por qué Martin Newell ha escrito un libro, si nunca ha tenido demasiado éxito musical” [ríe]. Como si yo no tuviese una historia que contar, solo porque no me he hecho millonario, o americanos con barba y gafas y extensas colecciones de guitarras, gente que no conozco de nada, no dicen que lo mío está bien.

Siempre te has llevado a matar con la industria musical. Tu única infiltración en multinacional, con aquellos dos elepés para RCA, casi termina en tragedia.

En esto no hay víctimas, solo voluntarios. Parte de ello fue culpa mía. Yo tenía pinta de ser un tipo astuto, pero era muy naíf. El Asperger no ayudó. Una bruma rodeaba mi cerebro, y fui incapaz de ver la mentira. Y fui yo quien se acercó a ellos, las cosas como son. En la industria musical hay gente honorable y buena, pero también hay mucha gente venal, y estúpida, y a la sazón la industria en general era una bestia. Y lo era porque podía permitírselo, porque, al contrario que en otras industrias, la materia prima iba a ella y se lanzaba voluntariamente a la máquina, diciendo: “por favor hacedme picadillo y distribuidme por el mundo sin darme a cambio nada de dinero ni cuidar de mi salud mental” [ríe]. Yo no era distinto al resto de jóvenes criaturas que se dijeron: “esto puede ser una alternativa a tener un trabajo normal o trabajar con robots. Puedo ser una estrella del rock, vestir como me dé la gana, tocar música, gustarles a las chicas y levantarme a la hora que quiera”. Lo haces por esa razón. La fama y el dinero son las dos crueles princesas de la colina, pero la música es la vecina de la que siempre has estado enamorado, y un día, después de haber sido pateado y molido a palos por las dos princesas, te vuelves hacia ella y te acuerdas de que siempre la has amado, y decides que solo quieres vivir en una cabaña con ella el resto de tu vida, aunque seas pobre de necesidad.

A Guide to the Brilliant DIY Pop of The Cleaners From Venus ...

Giles Smith, autor de Lost in music y ex miembro de Cleaners From Venus en su etapa “comercial”, me dijo una vez que lamentaba haberte empujado al periplo mainstream.

Giles era mucho más joven que yo. Era un chico de los ochenta, y yo soy un chico de los sesenta. No le guardo rencor alguno, era un tipo magnífico, divertido y excéntrico al modo Stephen Fry. Un chaval de origen más o menos humilde que se convirtió en brillante chico de Cambridge, una persona con ambición que acabaría escribiendo sobre deportes y coches para los mejores periódicos ingleses. Irónico, pues cuando él estaba en los Cleaners no sabía conducir [ríe] (yo tampoco, pero tengo excusa porque soy disléxico, ¿de acuerdo?). Giles no me empujó, exactamente. La compañía discográfica vio que Giles estaba más al tanto que yo del pulso de los ochenta, y lo colocó temporalmente al mando. A Giles le encantaban los juguetes relucientes de los 80, los sintetizadores y Rolands y cajas de ritmos, mientras que yo no veía ningún problema en utilizar solo guitarras, batería y piano. Éramos de generaciones distintas, y las influencias subculturales también lo eran. Pero insisto: no tuvo la culpa de lo que sucedió.

Has mencionado la palabra “excéntrico”. Pero algunas excentricidades son más aceptables que otras. Tú no eres excéntrico al modo rockstar drogadicto, que siempre resulta más fácil de vender.

Nunca cultivé deliberadamente mi excentricidad. Como suele decirse, la diferencia entre loco y excéntrico son cien mil libras [ríe]. La excentricidad es, para mí, como un viejo traje de tweed que me queda mejor pasados los cincuenta. Noto que ahora la gente está más cómoda conmigo, solo porque soy viejo. Cuando era joven me tomaban por un capullo pretencioso. Los ingleses siempre tratan de arrancarte tus afectaciones a palos. Si eres un joven que lleva maquillaje, sombreros extravagantes y el pelo largo, los trabajadores de la construcción te perseguirán calle abajo. A eso se le llama “darte una lección”. Incluso hoy en día, cuando entro a un pub vestido con mis ropas más finas, noto como a algunos hombres se les eriza el pelo. Por el contrario, si yo fuese Ozzy Osbourne [le imita, con voz balbuceante], “hola, soy Ozzy Osbourne, soy rico, tomo muchas drogas, ejem, acabo de estrellar mi jet privado…”, eso entraría dentro de la gama de comportamientos que el público puede aceptar.

O sea, que no te ves siendo aceptado en un futuro próximo…

Imaginemos que deciden ofrecerme un título honorario en la universidad. Lo que hace la universidad de vez en cuando es darse cuenta de que hay un montón de gente lista ahí fuera que nunca fue a la universidad, y eso, claro, no puede ser. Daría la idea de que puedes ser listo sin tener estudios. Así que de vez en cuando, para que se vea que están conectados, y que también pueden ser “desenfadados”, invitan a Annie Lennox o alguien así. Creo que yo no aceptaría sus honores. Sí que aceptaría un título de nobleza, si me lo ofreciesen, pero solo porque molestaría a mucha gente [ríe]. Especialmente a la prensa progresista, que son los más puritanos de todos. Hace poco Morrissey salió al escenario con una camiseta que simplemente decía FUCK THE GUARDIAN. Me carcajeé al verlo. Oh, la indignación generalizada. Morrissey es el más grande.

THE CLEANERS FROM VENUS - (2014) Return to bohemia | ESPACIO WOODY ...

El ámbito de los temas que tocan tus letras es inmenso. Hablas de la Iª Guerra Mundial, de la época victoriana, de granujas dickensianos… No eres precisamente Oasis.

Me interesa la historia. Somos la misma gente que entonces. Existe la idea de que somos distintos porque se han descubierto tal y tal cosa científica, o humanitaria, y que la gente del pasado era más estúpida, pero no es así. Tenían los mismos intelectos, y nobleza, y vileza, y lascivias, y amores, y amabilidades, y rudezas que nosotros. No me interesa especialmente la época victoriana per se, ni tampoco los temas góticos (me lo preguntan mucho por el sombrero de copa). Me interesan en general los distintos marcos históricos. Distintas ropas, misma gente.

El interés por el pasado parece haber desaparecido del pop, pero antes era una temática muy habitual.

Desde luego. Los grandes compositores americanos de musicales, gente como Hoagy Carmichael, por ejemplo, escribían canciones de una sofisticación tremenda, donde era habitual que citaran a autores clásicos, romanos o griegos. “Love and marriage”, que popularizó Sinatra, dice [canta]: “Love and marriage, love and marriage / It’s an institute you can’t disparage”. Es un fraseo muy ingenioso. Los Beatles siempre lo supieron, crecieron con todas esas cosas y miraban hacia atrás. Hoy en día, muchas de las cosas que escuchamos son chavales con cajas de ritmos recitando su lista de la compra de agravios sociales, o chavalas con cajas de ritmos cantando canciones infantiles sobre amor perdido y tímido empoderamiento feminista. El resto es gente de clase media que ha hecho un curso de escritura creativa y también quiere recitarte una lista de la compra de su jodida confusión emocional. Nadie busca entretener. Y nadie hace comedia. A veces pienso que debería grabar un disco entero de canciones cómicas. Nadie las hace. ¿Dónde fueron a parar “The laughing policeman” o “Tubby the tuba”? ¿Quién grabará esas canciones para que se rían los niños?

En tu nuevo álbum abundan un tipo de canciones que tampoco hace nadie ya, que son las que cuentan una historia o describen a un personaje.

Siempre he hecho perfiles de personajes. Mucha gente no entendió que “The greatest living englishman” no iba de mí. Era una composición de personaje, pero intenta explicarle eso a un borracho en el pub, que te está arreando con el índice en el pecho mientras te acusa de ser un cabrón con ínfulas (mi táctica siempre fue excusarme, hacer ver que iba al baño y escapar por la puerta de atrás). Ese tipo de composición la aprendí de los europeos. No de los bluesmen negros que tanto fetichiza la gente de mi generación, con su obsesión por la “cruda autenticidad” del blues… ¿Y qué pasa con la cruda autenticidad de los chansonniers franceses? Gente como Leo Ferre (en realidad era monegasco). O Jacques Brel (que a Bowie le encantaba). O Brassens. Ese género, la chanson, es el menos penetrable para un anglófono y a la vez el más gratificante. Leo Ferré era uno de los mejores arreglistas de cuerdas, y un anarquista de pura cepa. También me gustan los italianos, gente como Lucio Battisti. Tenían grandes composiciones parroquiales sobre jardines en marzo. La música a veces era letal. Muy deprimente. “París, ya no te quiero”, de Ferré. También listas de la compra, como “La The Nana”, de Ferré, del disco Amour anarchie, donde solo elogia a una chica de la calle. Descubrí todo esto a los veintiuno, cuando salía con una chica francesa, y me abrió a las posibilidades de hacer canciones con un poco de dramatismo, algo que no le interesa a nadie en Inglaterra. Los americanos me encantan, Rodgers y Hammerstein y todos ellos, pero me interesa más pertenecer a una tradición de compositores europeos. Yo no diría que he sido pobre, pero si he tenido muy malas épocas, y sin embargo no me interesa escribir canciones blues sobre empeñar guitarras o dormir en el suelo. Me gustan las cosas con más… destello.

La peregrinación del emergente según Giles Smith - segundopremio

¿Crees que la condescendencia de los críticos londinenses que mencionabas antes se debía en parte a que vienes de un pequeño pueblo?

¿En lugar de la gran y muy importante Londres de los cojones, quieres decir? [ríe] Pasé mucho tiempo allí, y hay zonas de la ciudad que podría enseñarte que son alucinantes (sé sobre ellas mucho más que la mayoría de gente que vive allí, por cierto). Pero soy rural, qué puedo hacerle. Me gusta el campo. Nací en un pueblo pequeño y nunca me he alejado mucho de allí. Me gusta y entiendo lo que me rodea. Camino durante cuatro minutos y ya estoy al lado de un río y de campos verdes. Necesito eso.

Los amantes del pop no-ingleses tenemos nociones básicas de toponimia británica gracias a los artistas de cada lugar. Swindon: XTC. Woking: The Jam. Wivenhoe: Martin Newell.

[ríe] Entiendo. Wivenhoe está tan solo a sesenta millas de Londres, así que cuando el oligarca ruso aquel compró todo Londres [ríe] y obligó a los ricos a mudarse a algún sitio en la costa de Suffolk, Brighton o algo parecido, para convertirlo en Londres-on-the Sea, algunos de los urbanitas de clase media que no podían permitirse los sitios más pijos acabaron mudándose aquí, y (claro) les encantó. Lo encontraron “artístico”. Todos aquellos funcionarios con ahorros sustanciosos vieron que era su gran oportunidad de cambiar de vida y reinventarse como “artistas”. Y venir a hablarme de ello, naturalmente, como si fuésemos colegas de profesión. No son mala gente, a ver, pero resulta un poco irritante. No digo que tengas que haberlo pasado fatal para ser artista, pero sí que deberías haberlo estado haciendo durante unos cuantos años.

Under Wartime Conditions [Mr Mule] de The Cleaners From Venus ...

¿Cómo es Wivenhoe?

Es bonito y tranquilo, y vive un resurgimiento del interés en todo lo rural. Incluso la universidad local tiene un curso llamado “wild writings”, donde se enseña escritura creativa enfocada a lo rural. Por supuesto, tú, que eres escritor, sabes bien que la escritura creativa no puede enseñarse. La única forma de ser escritor es leer mucho, escribir muchísimo, tirar la mayoría de cosas a la basura, e incluso las que conservas volverlas a destripar hasta que de tu libro solo quedan dos páginas, y ahí es cuando te estás acercando a lo que es escribir [ríe]. Sin nada de dinero, claro.

Ni yo mismo lo hubiese dicho mejor.

Lo cierto es que no leo mucha novela moderna. Hace muchos años estaba yo sentado con varios académicos y estudiantes en el pub y me preguntaron: “¿Has leído la nueva de Coetzee?”. Yo venía del pasar el día entero escribiendo. Les dije: “no tengo tiempo para putas novelas, soy escritor” [ríe]. A un historiador que estaba allí le dio un ataque de risa, y dijo: “sé exactamente lo que quieres decir”. Siempre que alguien me recomienda o regala una novela estoy a punto de leerla, pero de repente topo con un atractivo volumen de poesía inglesa del XVIII, y leo eso.

Llevo escritas seis novelas, y cada vez que termino una me invade la sensación inequívoca de que salió por alguna casualidad improbable, que nunca podré equiparar su calidad y que, en resumidas cuentas, estoy acabado. ¿Te sucede lo mismo a ti, después de treinta y pico discos?

Me cuentan que son más bien cuarenta y cinco. Cincuenta, si incluyes los casetes. Nunca he temido que se secara la fuente, pero sí estuve tres años sin hacer casi nada de música, a finales de los noventa, incluso me planteé dejarlo, pues nadie parecía interesarse por lo mío. Y como había abandonado todos mis aparatos de DIY ni siquiera podía emplear mi viejo método. Empecé de nuevo por accidente, cuando me ofrecí a la radio local para grabarles algunos anuncios absurdos. Tenían un estudio de bolsillo donde de repente empecé a plantearme grabar nuevo material, y sin darme cuenta ya volvía a estar en esa pendiente resbaladiza de grabar un elepé, y luego otro, y otro, sin casi pausas intermedias. Me gusta grabar álbumes, y lo más probable es que siga haciéndolo siempre, pues estoy muy satisfecho con el nuevo disco. Bob Dylan dice que seguirá yendo de gira hasta que caiga muerto, su vida es una gira permanente, y yo haré lo mismo solo que en un programa constante de grabaciones. Encadenando álbumes. Como un rollo de material que va saliendo, y que cortas aquí y allí. También me gusta publicar al momento, sin pensarlo demasiado. Me gusta que las cosas obedezcan a un zeitgeist, que estén encajadas en un momento temporal. Grabas un cierto material a lo largo de un periodo concreto, y lo sacas, y queda como testimonio de aquel tiempo. Los Beatles lo hacían. Cada uno de sus discos era una pequeña cápsula de lo que eran y hacían y escuchaban en aquel momento, en un mundo tan cambiante como el de los sesenta. Nadie hace eso ya, capturar una sensación subconsciente y subliminal, y sacarla. Dos discos al año, si procede. Pero más que dos no, porque entonces te vuelves loco, dejas de responder cuando te interpelan, o te ofrecen una cerveza y la tomas y no das las gracias [ríe].

Una última cuestión. Nunca he sido capaz de discernir el criterio por el cual algunos de tus álbumes salen a tu nombre y otros al de Cleaners From Venus. ¿Hay un método?

Empecé siendo Martin Newell. En los noventa hubo una época en que dejé de grabar y me concentré en hacer poesía y escribir, y fue al final de esa época en que grabé mi primer álbum en solitario, The Greatest Living Englishman. Pero todo lo que hice en un cuatro pistas, de antes o de después, sin dinero ni un estudio de grabación en condiciones, pertenecía al espíritu Cleaners From Venus, así que ese fue el nombre que utilicé. Es mi marca. Si adquieres un álbum de Cleaners From Venus sabes los parámetros a los que te enfrentas: no estará grabado en un estudio caro, ni tendrá productor, pero estará lleno de canciones bien escritas y tocadas al modo excéntrico. Cada día soy mejor productor, así que ni siquiera podrán llamarme lo-fi. Creo que ahora soy mid-fi [ríe]. Kiko Amat

(Esta entrevista se publicó originalmente en formato editado en El País. La que acaban de leer es la charla sin cortes de ningún tipo. El copyright es de Kiko Amat. Contribuyan a la preservación del pop sublime comprando discos de Martin Newell / Cleaners From Venus en el bandcamp del artista).

Cosas Que Leo #23: A SORT OF LIFE, Graham Greene

Sort of Life Greene

“As I lay in the ward after the operation (in those days they kept the patient at least a week) I began to plan my third novel, the forlorn hope. I called it The man within, and it began with a hunted man, who was to appear again and again in later less romantic books. But curiously enough there came to me also in the ward, with the death of a patient, the end of a book which I would not begin to write for another six years.

It was our second death. The first we had barely noticed: an old man dying from cancer in the mouth. He had been too old and ill to join in the high jinks of the ward, the courtship of nurses, the teasings, the ticklings and the pinches. When the screens when up around his bed the silence in the corner was no deeper than it had always been. But the second death disturbed the whole ward. The first was inevitable fate, the second was contingency.

The victim was a boy of ten. he had been brought into the ward one afternoon, having broken his leg at football. He was a cheerful child with a rosy face and his parents stayed and chatted with him for a while until he settled down to sleep. One of the nurses ten minutes later paused by his bed and leant over him. Suddenly there was a burst of activity, a doctor came hurrying in, screens went up around the bed, an oxygen machine was run squeaking across the floor, but the child had outdistanced them all to death. By the time the parents reached home, a message was waiting to summon them urgently back. They came and sat beside the bed, and to shut out the sound of the mother’s tears and cries all my companions in the ward lay with their ear-phones on, listening -there was nothing else for them to hear- to Children’s Hour. All my companions but not myself. There is a splinter of ice in the heart of a writer*. I watched and listened. This was something one day I might need. The woman speaking, uttering the banalities she must have remembered from some woman’s magazine, a genuine grief that could communicate only in clichés. ‘My boy, my boy, why did you not wait till I came?’. The father sat silent with his hat on his knees, and you could tell that even in his unhappiness he was embarrassed by the banality on his wife’s words, by the scene she was so badly playing to the public ward, and he wanted desperately to get away home and be alone. ‘Human language,’, Flaubert wrote, ‘is like a crackled kettle on which we beat our tunes for bears to dance to, when all the time we are longing to move the stars to pity’.”

A sort of life

GRAHAM GREENE

Vintage Classics 2002 (publicado originalmente en 1971 por The Bodley House).

179 págs.

*Una de mis frases favoritas sobre el oficio.

 

Cosas Que Leo #22: ALMAS Y CUERPOS, David Lodge

Almas Lodge

«—¿Ese hombrecillo tan tímido que casó a Angela y a Dennis? —preguntó Miriam—.Nunca habría pensado que pudiera ser tan valiente.

—Por lo visto, leyó en público la carta pastoral de su obispo sobre la Humanae Vitae, que era bastante severa, y después le dijo a la congregación que ese asunto solo concernía a la conciencia de cada uno.

—¿Y eso es todo?

—Bueno, luego le concedió una entrevista a un reportero del periódico local, y dijo que personalmente creía que el papa estaba en apuros o algo por el estilo. Al parecer, algún parroquiano malintencionado le envió un recorte del artículo al obispo.

—¿Y qué quiere Adrian Comosellame que hagamos nosotros?

—Quiere que nos unamos al grupo de Católicos por una Iglesia Abierta, y que firmemos una carta pública al cardenal en defensa del padre Brierley y los demás sacerdotes suspendidos.

—Parece buena idea.

—A la dirección de la universidad no le va a gustar —dijo Michael, un tanto avergonzado.

—Que se vayan al diablo —exclamó Miriam.

—Sabes que están a punto de ascenderme, ¿verdad?

—Que se vaya al diablo eso también.

—De acuerdo —dijo Michael—. Le diré a Adrian que nos apuntamos.

Como siempre, la certeza moral de Miriam le pareció admirable. Fue como si ella le hubiera proporcionado una máscara de oxígeno; de repente, se sintió fuerte y temerario, y las posibilidades que ofrecía el grupo de Católicos por una Iglesia Abierta lo llenaron de una peculiar excitación. El espíritu de la protesta se había extendido por todas partes, pero Michael aún no había hallado una sola causa con la que identificarse. Era demasiado mayor para el movimiento estudiantil, demasiado apolítico para la Nueva Izquierda (Slant había acabado por aburrirlo), demasiado moral (o tímido) para la contracultura de las drogas, el rock y el sexo sin compromiso. Le parecía que lo empujaban hacia los márgenes de la década sin cesar, forzándolo a adoptar una postura conservadora y convencional que lo hacía sentirse como si su juventud estuviera desapareciendo a cada vez mayor velocidad, como la Tierra a los pies de un astronauta. La idea de desafiar a la autoridad eclesiástica y defender la causa de la satisfacción sexual de los cónyuges y la libertad de expresión de los sacerdotes le pareció una oportunidad excelente para participar de buena fe en el espíritu de la época. Por supuesto, Michael no analizaba sus motivaciones de esta manera, y no comprendió por qué, poco después de inscribirse en Católicos por una Iglesia Abierta, se compró unos pantalones de campana y el disco blanco de los Beatles, su primer álbum no clásico. Pensó que se trataba de unas meras compras impulsivas, pero en realidad acababa de incorporarse a los años sesenta, aunque fuera en el último suspiro.»

Almas y cuerpos

DAVID LODGE

Impedimenta, 2020 (publicado originalmente en 1980 bajo el título de How far can you go?)

385 págs.

Traducción de Mariano Peyrou

Cosas Que Leo #21: OTELO, William Shakespeare

Otelo Shakespeare

«CASSIO

Antes le suplicaré que me desprecie que engañar a tan buen comandante proponiéndole un oficial tan ligero, tan dado a la bebida y tan imprudente… ¡Emborracharse! ¡Y parlotear como un loco! ¡y disputar! ¡Baladronear! ¡jurar! ¡Y discursear como un pelafustán con su propia sombra!… ¡Oh tú, espíritu invisible del vino! ¡Si careces de nombre con el que se te pueda conocer, llamémoste demonio!

YAGO

¿A quién perseguíais con vuestra espada? ¿Qué os había hecho?

CASSIO

No lo sé.

YAGO

¿Es posible?

CASSIO

Recuerdo un cúmulo de cosas, más nada distintamente; una querella, pero ignoro por qué… ¡Oh! ¡Que los hombres se introduzcan un enemigo en la boca para que les robe los sesos! ¡Que constituya para nosotros alegría, complacencia, júbilo y aplauso convertirnos en bestias!

YAGO

Vamos, ya estáis bastante sereno. ¿Cómo os habéis restablecido tan pronto?

CASSIO

Plugo al diablo. Embriaguez cede el sitio al demonio de la Ira. Una imperfección me muestra a la otra, para que pueda francamente despreciarme a mí mismo.

YAGO

Vamos, sois un moralista bastante severo. Considerando la hora, el lugar y la situación del país, hubiera deseado de todo corazón que esto no hubiese sucedido, pero, puesto que las cosas han pasado así, enmendadlas en provecho propio.

CASSIO

Le pediré de nuevo mi plaza; ¡me responderá que soy un borracho! Aunque tuviera yo tantas bocas como la hidra, semejante contestación las cerraría todas. ¡Ser hace un momento un hombre razonable, convertirse de pronto en imbécil y hallarse acto seguido hecho una bestia! ¡Oh, qué extraña cosa!… Cada copa de más es una maldición, y el ingrediente, el diablo.

YAGO

Vamos, vamos, el buen vino es un buen compañero si se le trata bien. no claméis más contra él. Por cierto, buen teniente, supongo creeréis que os estimo.

CASSIO

¡Bien lo he experimentado, señor!… ¡Borracho yo!»

Otelo

William Shakespeare

(Alianza editorial 2016; la obra original se registró como en el Register of the Stationers Company en 1621, y apareció impreso en forma de cuarto en 1622, con el título de The tragœdy of Othello, the Moore of Venice)

239 págs.

Trad. de Luis Astrana

**** Este es otro de mis proyectos de autosatisfacción (no esa). Habiendo percibido que hasta la fecha solo había leído tres obras de William Shakespeare (Hamlet, Romeo y Julieta, Coriolano) tomé hace poco la decisión de leer todas las obras mayores del autor. Decidí empezar el proyecto con Otelo (leí esta versión porque el inglés isabelino es endiabladamente complicado, por no decir obsoleto a matar, y no quería sufrir un ictus a la undécima nota al pie). Otelo es divertidísima, por cierto, toda borracheras, marañas y venganza (algunos de mis temas favoritos). Y Yago es, sin duda, uno de los grandes villanos de la literatura, un puto Born Bad, malo sin motivo, resentido hasta el tuétano y que solo vive para causar problemas. Shakespeare me f-l-i-p-a.

Cosas Que Leo #20: CERCO II: OLE, TOM ROGER Y PAULA, Carl Frode Tiller

cerco2

«La verdad es que a tu madre no le fue mucho mejor en el intento de escapar de sus orígenes hillbilly y convertirse en la fina y distinguida esposa del pastor. Arvid y Berit siguieron casados hasta que ella murió en 1987, pero media ciudad sabía que el matrimonio estuvo vacío y muerto durante los últimos años, y tampoco podía ser de otra manera, claro. Quiero decir que sin duda puedes huir de tus propios orígenes y adaptarte a entornos y personas nuevas, como hizo tu madre al juntarse con el puto pastor, pero todo tiene un límite. Puedes meter un caballo en una pocilga, pero por mucho tiempo que pase allí, no se va a convertir en un cerdo, digamos. Según Erik, tu madre se dio cuenta de esto poco después de venirse a la ciudad. Su matrimonio con Arvid fue una equivocación de cojones. Berit no estaba hecha para ser y vivir como él y sus amigos cristianos. El problema, según Erik, era que tenía demasiado orgullo para admitirlo, había apostado muy fuerte y había hecho todo lo posible para convencerse a sí misma y a los demás de que su nueva vida era un paraíso comparada con la anterior. Tener que renegar de todo aquello, admitir que su nueva vida no era lo que había soñado y, al mismo tiempo, reconocer que estaba viviendo en una mentira, era demasiado para ella. Era mejor aguantar la situación y eso fue lo que hizo hasta el día que la palmó.

No sé muy bien por qué te escribo sobre nuestras madres ahora, al final. Quizá porque estoy escribiendo esta carta en el viejo cuarto que tenía de niño y porque mi madre está todo el rato presente, la estoy viendo por la ventana, echada en la tumbona, y a ratos la oigo hablar por el móvil. Quizá sea por eso. O tal vez sea un intento poco convincente de unir los cabos sueltos y de completar todos los relatos que he iniciado a lo largo de esta carta. También podría ser eso. Pero sobre todo creo que tiene que ver con que las historias de mi madre y de la tuya cuentan cosas importantes sobre mí y sobre ti. Si te soy sincero, no sabría decirte exactamente qué, pero alguna relación deben de tener con esa vaga sensación de ultraje y humillación, con la vergüenza que sentimos de venir de donde venimos y de ser quienes somos, y con querer hacer algo al respecto. Estos sentimientos fueron fuerzas e instintos importantes en la vida de nuestras madres y de todos los que venían de donde venimos nosotros. Y quizá el miedo a que esos mismos instintos y fuerzas nos hagan cometer los mismos errores sea lo que me lleva a terminar esto hablando sobre ellas. Ni puta idea.»

Cerco II: Ole, Tom Roger y Paula

CARL FRODE TILLER

Sajalín Editores, 2020 (publicado originalmente en Noruega en 2010)

Trad. de Cristina Gómez-Baggerthun y Oyvind Fossan

449 págs.

JON SAVAGE: “Estoy harto de que toda escritura sobre música sea autobiografía”

Mi extensa entrevista con Jon Savage para Babelia de El País. Hablamos de Joy Division, claro, pero también de psicodelia, violencia, espacio, ciudades, anti-pasado, adultez lírica, inesperadas conexiones northern y «todas esas estúpidas bandas rock, que no han pillado nada».

Léanla aquí. Mo-o-o-o-la.

Existe una versión extendida de esta conversación, con varias preguntas y respuestas extra (y un par de capones de Savage a otra peña) que les colgaré en Bendito Atraso cuando me dé por ahí.

Cosas Que Leo #19: THE LITTLE NUGGET, P.G. Wodehouse

Little Nugget Wodehouse

“And presently the cab would roll away down the long drive, and my work would begin, and with it the soul-discipline to which I alluded.

‘Taking duty’ makes certain definite calls upon a man. He has to answer questions; break up fights; stop big boys bullying small boys; prevent small boys bullying smaller boys; check stone-throwing, going-on-the-wet-grass, worrying-the-cook, teasing-the-dog, making-too-much-noise, and, in particular, discourage all forms of hara-kiri such as tree-climbing, waterspout-scaling, leaning-too-far-out-the-window, sliding-down-the-banisters, pencil-swallowing, and ink-drinking-because-somebody-dared-me-to.

At intervals throughout the day there are further feats to perform. Carving the joint, helping the pudding, playing football, reading prayers, teaching, herding stragglers in for meals, and going round the dormitories to see that the lights are out, are a few of them.

I wanted to oblige Cynthia, if I could, but there were moments during the first day or so when I wondered how on earth I was going to snatch the necessary time to combine kidnapping with my other duties. Of all the learned professions it seemed to me that that of the kidnapper most urgently demanded certain intervals for leisured thought, in which schemes and plots might be matured.

Schools vary. Sanstead house belonged to the more difficult class, Mr. Abney’s constant flittings did much to add to the burdens of his assistants, and his peculiar reverence for the aristocracy did even more. His endeavor to make Sanstead House a place where the delicately nurtured scions of the governing class might feel as little as possible the temporary loss of titled mothers led him into a benevolent tolerance which would have unsettled angels.

Success or failure for an assistant-master is, I consider, very much a matter of luck. My colleague, Glossop, had most of the qualities that make for success, but no luck. properly backed by Mr Abney, he might have kept order. As it was, his classroom was a beargarden, and, when he took duty, chaos reigns.

I, on the other hand, had luck. For some reason the boys agreed to accept me. Quite early in my sojourn I enjoyed that sweetest triumph of the assistant-master’s life. the spectacle of one boy smacking another boy’s head because the latter persisted in making a noise after I had told him to stop. I doubt if a man can experience so keenly in any other way that thrill which comes from the knowledge that the populace is his friend. political orators must have the same sort of feeling when the audience clamours for the ejection of a heckler, but it cannot be so keen. One is so helpless with boys, unless they decide that they like one.

It was a week from the beginning of the term before I made my acquaintance of the Little Nugget.»

The Little Nugget

P.G. WODEHOUSE

Penguin Books, 1959 (publicado por primera vez en Methuen, 1913)

208 Págs.

Lista Imperfecta #2: 15 filmes que he visto 15 veces (cada uno)

1) Withnail & I (Bruce Robinson, 1987)

2) Topsy-Turvy (Mike Leigh, 1999)

3) Apocalypse now (Francis Ford Coppola, 1979)

4) Night on earth (Jim Jarmusch, 1991)

5) Sweet smell of success (Alexander Mackendrick, 1957)

6) The seven year itch (Billy Wilder, 1955)

7) Gosford Park (Robert Altman, 2001)

8) Passport to Pimlico (Henry Cornelius, 1949)

9) Billy Liar (John Schlesinger, 1963)

10) State and Main (David Mamet, 2000)

11) Kind hearts and coronets (Robert Hamer, 1949)

12) A matter of life and death (Michael Powell and Emeric Pressburger, 1946)

13) The apartment (Billy Wilder, 1960)

14) All about Eve (Joseph L. Mankiewicz, 1950)

15) From here to eternity (Fred Zinnemann, 1953)

Por el nivel de re-re-re-revisitación de todos estos filmes podría uno llegar a la conclusión de que son mis películas favoritas, lo cual no es del todo cierto. Hay filmes que me encantan pero que no puedo ver a menudo, como los de Alan Clarke (Scum, The Firm, Made in Britain). Luego hay otros que he visto tantas veces como los listados, pero de un modo solo parcialmente voluntario (las 10.000 veces que vi El libro de la selva cuando mis rorros eran pequeños, por placenteras que fuesen las primeras 5500, no se contabilizan aquí).

Para sintetizar, podría decir que estos son mis filmes acogedores. La selección cosy y confortable y sanadora. Los que miro una y otra vez para que, por su esencia y por la familiaridad de la repetición, me eleven el espíritu y apacigüen my cansado (y acorazado) corazón.

Sí. Existen más de 15, sin duda, pero esto es una lista imperfecta, y además de haberlos puesto todos me jodía la concordancia del titular.

Por último, soy consciente de que la lista da la idea de que el día que salí del cine donde se proyectaba Gosford Park, el año 2001, me puse de rodillas y, arrancándome manojos de pelo y gritándole al cielo, juré no profanar mis ojos con ningún otro filme nunca más, pues nada podría estar a la altura de aquella maravilla. Lamento decir que no fue así. He vuelto al cine centenares de veces desde el 2001, con resultados perfectamente satisfactorios (algunos incluso elevadores). Lo único que sucede es que las dos décadas no me han dado para tanta revisitación demente.

Los castrati: el lado divertido de la emasculación

Es el título de una pieza extensa sobre el fenómeno de los Castrati que he escrito para el #14 de la revista El Mon d’Ahir, dossier LGTBIQ+. Pueden leerla comprando el magacín de «historia de autor», que además está muy bien. En un kiosko de confianza o en su página web.

Me encanta cómo quedó ese artículo. Es muy divertido, pese al sujeto. Se lo recomiendo.

Les copio el primer párrafo para terminar de convencerles:

«1. Si usted tiene un niño con voz de claxon al que desea lanzar como soprano de éxito tal vez desee saber dónde puede serle practicada una castración exprés. La respuesta es en ningún sitio, maldito salvaje; la operación es ilegal desde hace dos siglos. Pero en el siglo XVII la orquiectomía se practicaba «rápida y barata» en hospitales urbanos, dispensarios rurales y, por qué no, barberías (con «instrumentos primitivos y un nivel de higiene que mejor dejar a la imaginación», nos dice Patrick Barbier en The World of the Castrati).

La operación solía practicarse en niños de entre ocho y diez años, casi nunca menores de siete y jamás mayores de doce, pues a partir de esa edad se activaba la jarana glandular. Los dos métodos anestésicos más populares eran el opio (bien) o la estrangulación de las arterias carótidas (auch). Entonces se cogía al mozalbete y, una de dos, se le sumergía en una bañera de leche para «suavizarle» las gónadas (el anti-Cleopatra), o en una de agua helada para congelárselas e impedir «excesivo sangrado». Tras los preliminares, el cirujano/peluquero realizaba una incisión en el escroto por la que extraía el cordón espermático y los testículos, los cercenaba y ataba los conductos. Huelga decir que casi todo el mundo moría (entre el 10 y el 80 por ciento de las operaciones, dependiendo si operaba un celebrado cirujano de Bolonia o Pascale «Il Maiale» Grugnetti, dueño de las porquerizas del villorrio), pero los que sobrevivían eran castrati, o «hombres que han sido castrados para que su voz preserve una calidad similar a la de las mujeres», según el Diccionario de la Academia Francesa de 1773. Sin vuelta atrás. Por mucho que se comentara que el castrato Balani había realizado una complicada vocalización en directo y, del esfuerzo, se le habían bajado ambos testículos de golpe (lo siento pero LOL), con lo que su voz había pasado instantáneamente de Klaus Nomi a Slayer, finiquitando su carrera, los castrados a medias simplemente no existían[1].

[1] Lo más probable es que, sin más secreto, Balani fuese un falso castrato.»

Cosas Que Leo #18: A LA GUERRA CON SATÁN, VV.AA.

Satán Proceso

«La Iglesia del juicio Final es una sociedad ocultista inglesa dedicada a celebrar y contribuir al fin del mundo fomentando el asesinato, la violencia y el caos, y entregada a la idea de que ellos, El Proceso, sobrevivirían a la masacre como el pueblo elegido. ¿Suena igual que las ideas de Manson? La fundaron dos fanáticos ocultistas obsesionados con la muerte, Mary Ann MacLean De Grimston Moor y Robert Silvestre De Grimston Moor. Por sugerencia de su esposa no suelen utilizar el apellido Moor, excepto cuando desean viajar de incógnito. Actualmente, Mary tiene unos cuarenta años, si todavía está viva, y él ronda los treinta y seis. Mary es una dama ceñuda con predilección por los seguidores que se arrastran a sus pies. Ha adoptado varios nombres como Hécate y el Oráculo, y posiblemente también Circe. Los dos son fervientes creyentes en la reencarnación. Según explican, Mary cree que ella es la reencarnación de Goebbels. Pero en al época de manso n se la conocía como Hécate, un apelativo desde luego muy apropiado. Según la tradición popular, Hécate era la reina de los fantasmas y de la magia que se aparecía en los cruces de caminos. La custodiaban perros del infierno y era la protectora de hechiceros y brujas.

El culto cree que Robert (nacido el 10 de agosto de 1935 en Shanghái, China) es Cristo. Antes de volverse un bicho raro, estudió arquitectura. Robert y Mary se conocieron en torno a 1963 o 1964 en el Hubbard Institute of Scientology, en Fitzroy Street, Londres. Ambos se habían estado formando para ser auditores o instruceores de la Ciencología. Se casaron en 1964 y dejaron el Hubbard Institute unos cuantos meses más tarde para buscar juntos algún tipo de salvación espiritual.

En aquella época, Robert era de constitución fuerte, alto, rubio y siempre lucía una barba bien recortada. Era conocido por ser una persona que vestía de un modo elegante. Había sido educado en Winchester y recibido formación preliminar en arquitectura en el Regent Street Polytechnic. A Mary (nacida el 20 de noviembre de 1931 en Glasgow, Escocia) le encanta el spanking. Fue hija ilegítima. Durante su juventud, la ingresaron en un reformatorio. En algún momento, se trasladó a Estados Unidos, donde se prometió al antiguo campeón de boxeo Sugar Ray Robinson. Tras romper con él, regresó a Londres, donde trabajó de chica de alterne en un salón de baile, llegando a ejercer la prostitución.”

A la guerra con Satán; la Iglesia del juicio Final & El Proceso

VV.AA.

La Felguera Editores

269 págs.

Trad. de Raquel Duato