Los de Librotea acaban de publicar la lista de lecturas que, al margen de todo lo que ya residía en mi azotea, hicieron al Huracán. Pueden leer la selección final aquí, espléndidamente editada para el formato de la web (y con una foto mía del 2007, lo que siempre resulta más agradable de ver que el rostro actual).
Si desean cotejar y exegetizar el texto original, no tienen más que seguir leyendo. Pues esto es lo que les mandé (solo para completistas, cotillas, bibliómanos y locos de las listas):
1) El club de los mentirosos, Mary Karr
Las peripatéticas desventuras sureñas de dos hermanas, un padre noblote y una madre bohemia al borde del brote psicótico. Me ayudó a contar el desvarío materno y la angustia infantil de la sección de Antes del huracán que transcurre en 1982 sin histrionismos ni autocompasión ni cursiladas. Frase limpia. Ni juicio ni opinión del autor. Entiendes a la madre, incluso cuando está a punto de apuñalar a Mary. Leí este libro hace tiempo, justo después de terminar el Mientras escribo de Stephen King (quien decía que El club de los mentirosos era, poco más o menos, la mejor memoria jamás escrita). Hemos sido inseparables desde entonces, y la relectura de la reciente traducción española (en Errata Naturae / Periférica) no hizo más que confirmar lo que ya sabía.
2) The elements of style, William Strunk Jr. & E.B. White
Es un manual de estilo norteamericano de 1959. Vonnegut lo adoraba, siempre decía que contenía todo lo que había que saber sobre estilo, y es cierto. Me ayudó a recordar cosas como: “la escritura vigorosa es concisa”. “Omite palabras innecesarias”. “No sobre-escribas”. “Evita las palabras ornamentales”. “Sé claro”. “No opines”. “No expliques demasiado”. “Escribe con verbos y nombres, no con adjetivos y adverbios”. Y para mí el mandamiento decisivo, y que hace unos años cambió radicalmente mi modo de escribir: “Colócate al fondo” (o, dicho de otro modo: que tu temperamento y estado de ánimo -o gustos personales- no se inmiscuyan en la novela).
3) Elling. El baile de los pajaritos. Ingvar Ambjornsen
Es la segunda parte de una trilogía tragicómica sobre un enfermo mental, Elling. Su vida en la institución psiquiátrica y su relación con su amigote, el grandullón y simplón Kjell Barne, y la forma triste y dulce en que se explica, fueron una de las primeras inspiraciones de Antes del huracán. Luego cambió, cuando entró la idea de Plácido, el mayordomo, que naturalmente saqué de…
4) El código de los Wooster, P.G. Wodehouse
Y de toda la serie Jeeves-Bertram. Aunque en realidad Wodehouse también lo sacó de otra tradición, de origen quijotesco. El amo pirado y el sirviente capaz. Es un arquetipo universal. Y su relación de cariño, de apreciación mutua, que les lleva a través de sus cuitas y pesares. Antes del huracán quiso ser, al principio, un libro de humor leve al modo Wodehouse. Pero entonces apareció la infancia de Curro, y secuestró el 70% del libro, y lo volvió todo mucho más triste.
5) Pelo de zanahoria, Jules Renard
Con él aprendí a contar a una familia sin miedo a que sus integrantes resultaran poco simpáticos. Ni siquiera el protagonista, el pelirrojo que le da nombre a la novela, se salva. Son todos pequeños, mezquinos y rabiosos; juntos empeoran, como los zumos de frutas macrobióticos. Mirar a una madre y un padre con ese desapasionamiento descarnado, solo observando, sin que interfiera el buenismo o las ganas de romantizar o dejarles mejor de lo que son… Todo eso es Renard. Y una de las dos citas iniciales de Antes del huracán es de aquí, claro.
6) Vida de este chico, Tobias Wolff
Me ayudó de dos maneras. Por un lado, remachó una vez más en mi cabeza la idea de narrar la familia, y al niño, sin grandilocuencias ni victimismo: contándolo como es, sin opinar. En segundo lugar, ayudó a arrancarme de encima, de una vez por todas, todos los tics pop y las inercias literarias que arrastraba de mi juventud. Frase limpia, y el párrafo que siempre termina dos frases antes de lo que dictaría la lógica. Siempre abierto. Mucho espacio. Nada de pirotecnia.
7) La hermandad de la uva, John Fante
En mis novelas anteriores predominaba la influencia del Fante de la época Bandini: más exclamatorio y excesivo, más opinador, con esa primera persona entrometida, esa voz histérica, hilarante, de la que no escapas. En Antes del huracán, sin embargo, influyó el Fante tardío, calmado y comedido. La forma en que el protagonista mira al padre -con dureza, rabia, odio y amor simultáneos- configuró la mirada hacia el padre de mi novela.
8) Harry Crews
En general. No solo por la forma en que cuenta cosas tremendas y brutales con esa voz sencilla, cortante, apasionada y contenida a la vez, sino también por su coraje narrativo, y por cómo pinta la lucha de escribir. Cuando me fallaba el empuje siempre pensaba (y pienso) en Crews. Un hombre solo, escribiendo cada día, sin desfallecer ni cesar, involucrado en un combate demencial contra sí mismo, sin prestar atención a nada de lo que sucede allí fuera. Crews siempre me alienta a seguir, contra toda oposición. Es mi vacuna contra el desánimo.