«Cuando no andaba buscando comida o atendiendo las heridas de Asa, Håkan se enfrascaba en la fabricación de un par de muletas y diferentes tipos de tablillas, tallando, cosiendo y pegando toda clase de materiales. Con el tiempo, Asa volvió a cocinar. Necesitaban aprovisionarse de carne curada y conservas para su viaje a los cañones desiertos.
-Los cañones son nuestra única esperanza -repetía Asa al final de cada jornada-. Demasiados días escondidos aquí. No conseguiremos dejarlos atrás. Pero quizá podamos despistarlos.
Una noche, al cabo de muchas dudas, y sintiéndose estúpido por haber esperado tanto, Håkan preguntó:
– ¿Qué es un cañón?
-Nunca he estado allí -respondió Asa-. Dicen que es un paraje sin igual. Como una pesadilla. Túneles rojos excavador por ríos que desaparecieron hace mucho tiempo. Como viejas cicatrices en el terreno. Muy profundas. A lo largo de leguas y leguas. Pocos entran. Menos aún salen.
Más tarde esa misma noche, mucho después de que se hubieran acostado, Håkan se despertó. Notó a Asa a su espalda dándole vueltas a la cabeza; habían sido sus pensamientos los que lo habían despertado. También notó que Asa sabía que estaba despierto.
-Ahora ya no podemos ir a California -le dijo por fin. Luego, después de una larga pausa-: Te estarán buscando. No lo lograrías. Iremos a los cañones. Esperaremos allí. -Se quedó callado un momento, como si su silencio fuera una pequeña muestra de aquella futura espera-. Luego, a San Francisco. No sé cómo, pero lo conseguiremos. -Otra pausa-. Daré con mis amigos. Ellos nos ayudarán a embarcar. -Otro silencio-. Iremos en barco a Nueva York. Allí nadie nos buscará. Estarás a salvo. Estaremos bien. -Pausa-. Y encontraremos a tu hermano.
De pronto, algo dentro de Håkan se fundió. Solo ahora que aquella bola helada se derretía y se evaporaba, se percató de que la había guardado en el pecho durante años. Solo ahora que sabía que volvería a ver a Linus -pues no cabía duda de que, con la ayuda de Asa, volvería a verlo-, sintió todo el dolor que aquella fría esquirla le había suscitado. Y comprendió que, hasta ese momento, no había tenido ninguna posibilidad de encontrar a su hermano. ¿Llegar hasta Nueva York? ¿Dar con él en aquella infinita ciudad? ¿Cómo podría haberlo logrado? El amor y el anhelo lo habían mantenido en movimiento, pero ahora, con Asa a su lado, caía en la cuenta de lo vana que había sido hasta entonces su búsqueda. Sin la ayuda de Asa se hallaba condenado al fracaso.
¿Cómo responder a sus palabras? Igual que un conjuro, habían cambiado la realidad al ser pronunciadas.»
A lo lejos
HERNÁN DÍAZ
Impedimenta, 2020 (publicado originalmente por Coffee House Press, 2017)
340 págs.
Traducción de Jon Bilbao