
Había olvidado citarles a esto. Pero ahora lo he recordado, y tengo que decírselo antes de que se me vuelva a olvidar:
Este lunes 05 de noviembre estaré en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, a las 19:30, en la sala Gómez de la Serna, hablando de psicodelia, a mi maner-a-a-a-a. La entrada es libre. Es una conferencia ligada a una exposición: Psicodelia en la cultura visual de la era beat 1962-1972. Yo daré una charla magistral sobre psicodelia tal y como la veo yo (que no es necesariamente la misma mirada que la de algunos historiadores del rock). También pondré algunas canciones.
La cosa irá por aquí:
«Existe una psicodelia que no habla de incienso, pipermint y flores. Que no se confeccionó en la Vieja Tienda de Té de la Señora Maples. Que tiene poca paz, y el único amor que conoce es obsesivo, despechado y vengativo (“I never loved her!”). Que no va de teatro performance, pasotes triposos de 15 minutos, caras pintadas ni elepés conceptuales. Que articula el odio universal como única “canción protesta”. Un Big Mod Hate Trip, como dirían Halo of Flies, que aparecían en una portada con pistolas y bates de béisbol, pillando el ángulo procedente.
Lo escribió Julian Cope en su célebre artículo de 1983 “Tales from the drug attic”: psicodelia es la primera vez que oyes hablar de sexo en el colegio (“el barco se hunde y con él toda tu cordura”). Un vómito tecnicolor. Porque existe otra psicodelia: la del mal rollo, la violencia y la confusión; la de los millares de niños con acné soñando con ser Jagger y masturbándose (y llorando) furiosamente con fotos de Jayne Mansfield en la tierra de los mil párkings, mientras la mitad de sus amigos mueren en Cam Lo (o llevan collares de orejas humanas y decapitan niños); la de los feos y obesos, impopulares y antipáticos, que maquinan venganza contra el guapo de la clase, montando grupos de R&B desvencijado, versionando a Them a toda hostia en los bailes del instituto; la psicodelia pop y showbiz de L.A. versus la psicodelia universitaria y tabarrera de San Francisco; la psicodelia inglesa de 45 revoluciones (mod, agresiva, popular) versus la psicodelia americana de 33rpm (intelectualoide, melindrosa y académica); y todas las reverberaciones futuras del asunto: el recopilatorio Nuggets, los Undertones versionando el “Let’s talk about girls”, Television enamorados de los 13th Floor Elevators, los grupos de psicodelia proletaria inglesa de los 80 (Biff Bang Pow!, The Dentists, The Stingrays), el revival psicodélico de 1985-1989, las bandas antipódicas de Flying Nun y allegados (pocas cosas hay más psicodélicas que el mal viaje homicida de “Pink Frost”, de The Chills) o las guitarras helicoidales del llamado Paisley Underground (Rain Parade, The Bangles y todos los demás). Una psicodelia paranoica, anfetamínica, potencialmente criminal y asqueada de nacimiento. Un manicomio lisérgico. Odio, erecciones y desorientación. La antítesis de lo hippie; el sonido anti-padres definitivo. Bienvenidos a mi psicodelia».
Si esto les ha maravillado, vengan a verme al Círculo de Bellas Artes.