Kiko Amat presenta a CÉSAR RENDUELES (y recuperamos entrevistón)

CCUn duelo de titanes. No: duelo no. Qué leches digo. Un embate conjunto y en la misma dirección. ¡Todos a una!

Será este viernes 9 de octubre en La Central, a las 20h. Hablaremos de Capitalismo canalla (su último libro, para Seix Barral), y de una porrada más de cosas.

Luego nos iremos de quintos y de jaroteo generalizado.

Para celebrar que vamos a encontrarnos hemos decidido recuperar esta GRAN charlaza que tuvimos Rendueles y yo con motivo de su Sociofobia, en el lejano 2013. Desde que desintegramos con gran coraje y demencia la antigua sede de Bendito Atraso este texto indispensable había desaparecido de la red. Yo se la traigo de nuevo, porque soy así de majo.

UNA ENTREVISTA DE KIKO AMAT CON CÉSAR RENDUELES (Bendito Atraso, 2013).

El ensayo sociopolítico más importante del 2013 -para Bendito Atraso, al menos- va a ser sin duda Sociofobia, de César Rendueles, un atinado y perceptivo derribo del dogma ciberfetichista, entendido como el mito según el cual las tecnologías de la comunicación introducen “dinámicas sociales positivas” e Internet es un espacio libre y frondoso donde se edifica la utopía libertaria a tiempo real. Rendueles nos explica, con insobornable ojo crítico, por qué la ideología de la red es en realidad una deficiente y dilatoria ortopedia para nuestras más tremebundas carencias sociales. Es decir: que la porquería, la pobreza espiritual, la soledad y la desazón siguen allí, pero con Facebook se ven algo menos. El libro es ameno, divertido y está lleno de imágenes perfectamente memorables, pero en honor a la verdad también contiene algunos pocos fragmentos de maciza impenetrabilidad dialéctica. Así que para este Libro del mes de Octubre le pedimos a César Rendueles que nos realizara una especie de Sociofobia for Dummies, y nos recontara en lengua vernácula algunos de los conceptos fundamentales de su extraordinario libro. Para ello nos citamos en el bar del CCCB, y le hicimos esta divertida, a la vez que espectacularmente didáctica (y extensa), entrevista.

01_rendueles_aminguitoUna de las primeras cosas que me encantó del libro es cómo explicas lo del “sesgo cognitivo” o aversión a la pérdida. Cómo la gente se aferra al capitalismo ya sabiendo que es un mal, un sistema pernicioso y fallido, pero que representa aún la última (y única) barrera frente a la barbarie. Que sí, que es una mierda, pero aparentemente “lo otro” es muchísimo peor.
Sí. Lo fascinante de la contrarrevolución liberal es que ha cambiado completamente las reglas del juego. Era algo que decía Zizek a propósito de Margaret Thatcher: que era una política increíblemente buena, una tía despreciable moralmente pero impresionante política, que había transformado por completo las expectativas políticas, había redefinido lo que era posible e imposible en política. Creo que eso es lo que nos ha pasado. Lo que hace treinta años parecía normal, posible y razonable, ahora nos parece una completa utopía. Eso nos debería hacer pensar que tal vez haya otras muchas posibilidades que están al alcance de nuestra mano. Ahora están poniendo el documental de Ken Loach, The Spirit of 45. Es una idea bonita porque en el ‘29 el capitalismo se desmoronaba, eran las puertas de la barbarie, parecía que el mundo se acababa y aquel sistema era completamente inviable, era la jungla, y en unos pocos años se construyó un sistema de seguridad social que –aunque a algunos nos puede parecer limitado- muy poco antes era completamente impensable. Descartar propuestas que parecen utópicas (como la renda básica) me parece absurdo. Creo que existen problemas de orden psicológico: nos cuesta poner en marcha la imaginación política.
Antonio Baños ha formulado de manera diáfana el concepto de anticapitalismo no como revolución sino como reacción. Lo que tú defines en Sociofobia como el “manotazo al freno de emergencia”.
Eso siempre ha sido así. Desde el siglo XVIII lo que los capitalistas han puesto en juego es una auténtica utopía. Lo decía Bolaño: utopía en el sentido más negativo de la palabra: algo irrealizable, una transformación antropológica completa, un cambio radical, algo que nadie a lo largo de la existencia del género humano ha experimentado; someter todas nuestras relaciones sociales al mercado, a las frías aguas de la competencia (ríe). Es un experimento social a una escala que jamás se había soñado. Los mayores delirios estalinistas palidecen comparado con eso. Y además desde los años setenta –y en esto consiste su espíritu revolucionario- ha pasado a ser cool: ya no es aquella cosa antigua, ya no da vergüenza, no es ese muermo conservador sino que ellos son los dinámicos, los activos. Nosotros somos los viejos, los parados, los analógicos, los que queremos descansar (ríe) y ellos los que siguen el ritmo del tiempo. Eso es extraordinario, porque la estética tiene una fuerza enorme. Esos mensajes estéticos son potentes: ellos son los dinamizadores, y nosotros los restos que quedan por ahí flotando. Y eso es importante que lo revirtamos. Romper con ello, y defender que los discursos de emergencia no tienen nada de malo: no tenemos que avergonzarnos por querer descansar, bajar del siglo de una vez.
Es curioso como el capitalismo se pinta como un sistema práctico y científico pero requiere mucha más fe mística que cualquier otra religión milenarista. Tienes que creer fervientemente que un algo superior (los mercados, la bolsa) va a hacerse cargo de las cosas. Por eso creo aún que hay que hacer elogio del ceporrismo, como decíamos en La Escuela Moderna: negarse a creer, a avanzar, a participar, a usar sus palabros…
Sí, es alucinante. Después del delirio económico que hemos visto en España, ahora la gente empieza a ver que era absurdo: ¿Cómo va a crecer un país basado en el timo piramidal? Pero si lo decías entonces la gente te trataba de cenizo, aguafiestas, no sabes disfrutar, mira qué coche me he comprado… Es alucinante la potencia ideológica de esos discursos. Tienen todo un aparato ideológico hecho de economistas, sociólogos, para hacernos creer algo que con un mínimo de sentido común sería imposible creerse. Como aquellos viejos que te decían: “ese piso no vale 700.000 euros. No lo vale, es mentira. No vale dos vidas de trabajo”. Y tenían razón. Por eso me gusta lo del elogio del ceporrismo. Solo hay que refinar con datos esas intuiciones cotidianas. Yo desconfío de los científicos sociales, y de los tecnoutópicos, que te cuentan milongas sobre las transformaciones antropológicas que estamos experimentando gracias a no sé qué cacharrito. Creo que las ciencias sociales han funcionado como legitimador de ese discurso imposible. Hay que reivindicar la normalidad: seguimos siendo personas con una conexión con las que han vivido cientos de miles de años antes que nosotros, con necesidades físicas parecidas y aspiraciones similares. Y eso tiene que ver con la tradición izquierdista antagonista de la historia.
El gran varapalo de Sociofobia se lo lleva Internet -que defines como un “zoológico en ruinas”- y la gran mentira de la “revolución digital”. Me encanta tu puntualización de que los problemas siguen estando allí, pero se ven menos porque la gente está entretenida enviándose, qué se yo, videos de gatos bailadores.
Efectivamente, el liberalismo se ha ido desmontando a sí mismo como discurso legitimador. Nadie cree ya que el mercado nos va a sacar de esta, como se creía en los años ochenta. La tecnología ha ido ocupando este lugar. 50% de paro joven, ¿Cuál es la solución? Te dicen: Formación, conocimiento… Como si todos nos tuviésemos que convertir en Community Managers. Es ridículo. Como la burbuja inmobiliaria: ¿La solución es que compre un piso cada vez más caro y lo alquile? ¿La solución al paro es que me esté formando permanentemente con cada cacharrito nuevo para hacer no se sabe bien qué? Pero eso vuelve a tener un aura de legitimidad, incluso para conflictos internacionales o ecológicos. “No, ya vendrán tecnologías nuevas, más limpias; no, los transgénicos en África…”. Cuando son conflictos políticos heredados del siglo XIX.
Esto empieza a parecerse al ambiente de los primeros cristianos locos. Todo el mundo espera la venida de algo, como en La Vida de Brian. Me parece una postura muy poco razonable para sostener el presente.
(Ríe) Además, si te fijas, muchos de los dilemas de la sociedad analógica se reproducen en Internet. Por ejemplo, la incapacidad del mercado para lidiar con un entorno de abundancia: tenemos más canciones, más libros y películas que nunca, y el mercado lo convierte en un problema en lugar de una solución. Es lo mismo que sucede continuamente en el capitalismo: tenemos máquinas que nos proporcionan más tiempo libre y nosotros lo convertimos en paro. Toda la discusión del libro en torno a las nuevas tecnologías es un tubo de ensayo donde se ven concentrados esos problemas, que la gente habría considerado ajenos si llego a contarlos directamente en términos políticos.
Lo digital imposibilita la digestión pausada, como bien dices tú, y “penaliza las actividades productivas de ritmo más lento”. No solo eso, sino que convierte ese tipo de relaciones en invisibles.
Nos meten en una vorágine imposible. Eso se ve en la cultura popular, que es constantemente fagocitada por el capitalismo, lo que nos obliga a buscar alternativas sin cesar. Se inventa el punk, pero es comercializado; tienes que buscar otro. Se inventa el hardcore, y lo mismo. Sistemáticamente. Vivimos en una sociedad nihilista, incapaz de disfrutar de lo que tiene, y que tiene que estar siempre destruyendo. Y no todo puede ser así. Hay cosas que sí funcionan bien, y que no pueden acelerarse. Como tener hijos (ríe). La crianza es una pesadilla; es una actividad incompatible con el mercado. Eso la izquierda lo ha pensado poco.
Cesar_Rendueles-Sociofobia-Ciberfetichismo_EDIIMA20130912_0493_1Volvemos a caer en las primeras dialécticas del marxismo, cuando se daba por sentado que la mecanización salvaría al proletariado de forma casi mágica. Llegaría una nueva máquina de vapor y todos seríamos libres de repente. Y ahora vuelve a ser así: internet es la respuesta a todo. Me sorprende que la gente vea el primero como discurso superado pero el segundo no.
A mí me sucedió una cosa muy curiosa, porque empecé a estudiar filosofía en los años ochenta, cuando yo era moderadamente materialista y cercano a los posicionamientos marxistas. Llegó un momento en que todo el mundo era tecnófobo. No se podía decir que alguna tecnología sí podría ser mejor, el discurso permanente iba en contra de la técnica. Y de repente me he visto superado por el carril izquierdo (o mejor, por el derecho) a una velocidad de vértigo, y ahora la izquierda ve soluciones tecnológicas por todas partes. Un uso racional de la tecnología para solventar algunos problemas es razonable, pero a alguna gente le cuesta hacerse cargo de cuáles son esos problemas. Por ejemplo, si ahora hiciéramos un referéndum mundial para decidir qué tecnologías son las más importantes para los problemas más acuciantes del mundo, uno de ellos sería el del alcantarillado. Llevar alcantarillas a África. Y sin embargo es algo que ni se menciona. Muchísimas ONG se obsesionan con la brecha tecnológica, con llevar ordenadores al tercer mundo… Desde luego existe un olvido de todas las tecnologías más rudimentarias, rupestres, menos cool.
No entiendo por qué a las lavadoras no se les atribuyen las propiedades místicas de los ordenadores. Es obvio que la aparición de la lavadora representó un cambio salvaje (a mejor) en la vida y el empleo del tiempo de las clases obreras. Un cambio más radical y global del que podrá representar jamás el nuevo modelo de Mac.
Tienes toda la razón. El criterio que sigo para hacer un análisis tecnológico es fijarme más en las continuidades que en los cambios. El de hoy es un discurso que acentúa el dar noticia de los cambios (“¡Ha cambiado el timeline de Twitter!”), pero ni se fija en continuidades que son procesos mucho más lentos. Muchos de los problemas de las tecnologías de la comunicación vienen heredados del teléfono, de la radio, de la TV… Son efectos continuados. Hay parte de ruptura y novedad, pero también mucha continuidad. En los años treinta, cuando se implantó el teléfono, ya se hablaba de comunidades sin contacto, todos esos discursos tan novedosos. Muchos de los efectos de la tecnología de la comunicación son similares a los de la televisión cuando se empezó a implantar de forma masiva en los 70. Mencionar esto es tabú. Algunos aspectos de internet son positivos, pero en muchos otros son como teles pequeñitas. Antes estabas alienado viendo Falcon Crest, y ahora viendo el timeline de Twitter. Y en eso me incluyo.
Apuntas que lo digital tal vez sirva para unas cosas, pero no para todas. Los escépticos no pretendemos negarlo todo: va bien para difundir muy rápido una serie de cosas organizativas, pero va fatal (y es pernicioso) para muchas otras. Yo a la gente siempre le digo, mientras me encasqueto firmemente la boina: al final te vas a tener que imprimir esto, y subrayarlo, y luego hablarlo con gente en un bar, porque nuestro cerebro aún no ha cambiado.
Claro. El otro día me decían que había dos concepciones de la tecnología. Una es que las máquinas son neutras y les damos el uso que sea; la otra es que no son neutras, sino que nos hacen adaptar a sus usos. Pero yo creo que hay una tercera, y es que nosotros mismos no somos neutros. Que tenemos ciertas limitaciones que, en ciertas situaciones, nos pueden hacer mostrar más agresivos. Como cuando no hay contacto cara a cara, como sucede sistemáticamente en Internet. Yo recuerdo un estudio que me hizo mucha gracia donde habían medido la reacción de agresividad respecto a distintos coches. O sea, cuánto te pitaban según el coche que llevaras. La hipótesis era que si llevabas un descapotable carísimo te iban a freír. Pues no: a los descapotables les pitaban mucho menos, y era por el cara a cara. Cuando ves a la persona que conduce te sientes menos inclinado a odiarle. Eso implica que tenemos sesgos, que no somos infinitos, que tenemos límites psicológicos que son irrebasables. Muchas veces se piensa en internet como si fuese una súper-tecnología que funciona al margen de cualquier determinación, pero no lo es.
El libro no incide en lo de la “personalidad de internet”, quizás porque es de cajón. Cuando comentas algo así en negativo, la gente te responde que “todo el mundo se crea un personaje”. Sí, ya, pero la personalidad analógica que creas, al menos, no es perfectamente opuesta a la tuya, como sucede en internet. En la calle esto jamás colaría: un tío que entra en un bar y, para la sorpresa de todos sus contertulios, finge ser otro fulano.
(Ríe) Le damos muy poca importancia a ese comportamiento, a los chistes extraordinariamente crueles que hacemos. Cuando lo de Ana Botella y el inglés sucedió algo curioso. La tía es una payasa, por supuesto, y de la candidatura de Madrid ya ni te digo lo que pienso. Pero a mí el linchamiento me recordó a lo que sucede en todas las escuelas españolas cuando alguien intenta pronunciar bien en inglés: se descojona de él toda la clase. Creo que fuera de aquí se vio a una tía esforzándose en un idioma que no es el suyo, diciendo algunas tonterías que le escribieron… No dije nada porque solo me faltaba ya defender a Ana Botella, pero me llamó la atención que ni se mencionó la crueldad brutal que inundó Twitter, porque se da por hecho que Twitter es para eso. Para ser una jauría enloquecida que insulta a todo el mundo.
A mí me enfurece cuando leo a grupúsculos de “extrema izquierda” (obviamente teórica y tuitera y tirando a fifí) hablando del poder de la masa linchadora. Esa gente no sabe de qué habla. Nunca han visto a nadie recibiendo la furia física de un grupo linchador. Creo que hay que partir de que un linchamiento nunca es bonito. Ni siquiera cuando lo reciben tus enemigos, pues saca lo peor de la condición humana.
Yo creo que eso se ha perdido por completo en internet, la repugnancia ante el linchamiento. Yo en Twitter, que tengo desde hace muy poco, no discuto, por norma. Si alguien quiere discutir le doy un correo y lo hablamos, o quedamos, o por teléfono. Esas medidas profilácticas son importantes. Al no ser neutros (ni nosotros ni la tecnología) se inician dinámicas que dan miedo.
Lo que sí te convierte en profeta loco del ciberutopismo es que defiendas la “mediación especializada”. Hacer esto hoy es arriesgarte a que la izquierda te embadurne con alquitrán y plumas, porque impera el discurso de que todos somos “expertos” y ya no hacen falta editores, sellos discográficos, especialistas en nada. Eso es una falacia colosal producto de un delirio pretendidamente igualitarista, ¿no crees?
Efectivamente. Necesitamos mediadores para todo. Si no hubieran existido mediadores, mi cultura musical sería infinitamente más pobre. Yo no puedo seleccionar todo lo que leo, mi vida sería un infierno. En los medios de comunicación sucede lo mismo. Yo defiendo el periodismo profesional. No creo que un tío con un teléfono móvil sea una mediación suficiente para contarme lo que está sucediendo. En la izquierda siempre se criticaba que los medios mayoritarios solo buscasen el titular, y al final nos hemos convertido todos en medios mayoritarios individuales, que buscamos el titular en Twitter. Yo creo que eso es catastrófico. No defiendo las mediaciones tradicionales y me gustaría cambiarlas, pero necesitamos mediaciones. Eso puede convivir, y ha convivido históricamente, con la mediación amateur y la autoedición y la espontaneidad. Lo que me cabrea es que la renuncia a la mediación es muy sobrevenida y viene definida por fallos de mercado. No es que haya existido una deliberación y hayamos dicho que las tiendas de discos y las editoriales eran una mierda. Lo que ha sucedido es un fallo de mercado: como no ha habido forma de reproducirla mercantilmente, a través de la compra y la venta, hacemos de la necesidad virtud y nos contamos a nosotros mismos una historia demencial sobre que ninguno de esos mediadores hace falta ya. Yo desconfío de los éxitos del mercado. Las fórmulas las hemos encontrado en el pasado, mira quién hacia ciencia en el siglo pasado: los curas y los nobles, que eran los que tenían tiempo y dinero. Pero encontramos fórmulas para que eso no fuese así, a través de las instituciones universitarias y científicas, para democratizar ese acceso. Yo creo que podemos encontrar alternativas similares. Solo que no hay nadie pensándolas (ríe).
La gran arma arrojadiza que tenemos los tecnoescépticos a la hora de enfrentarnos a las nuevas tecnologías es el CD (bueno, o la Talidomida). Todo el mundo lo ve como un formato obsoleto, caduco y absurdo, pero en los ochenta te lo pintaban como el futuro. Yo creo que esas situaciones van a reproducirse con muchísimas de las tecnologías en boga hoy.
Estamos viviendo ya problemas de clasificación y almacenaje. Nunca podré ya ordenar mi ordenador, necesitaría otra vida. Cada tecnología tiene problemas. Como se prescinde de cualquier decisión colectiva o deliberación previa siempre estamos con tecnologías a medio inventar. Tenemos unos cacharros, unos ordenadores, que se estropean misteriosamente cada cierto tiempo (ríe)… Eso en cualquier otra tecnología sería impensable. Imagina un coche que se “colgara” y que hubiese que volver a encenderlo, nadie sabe por qué.
Hace doscientos años la gente se habría reunido y habría decidido que los ordenadores no chutan. Que había que encontrar otra cosa.
Sí. Pero ahora está en Media Markt, y asumimos que será bueno.

rendueles1Me gustaría ahora que nos explicaras brevemente otro concepto sobre el que nuestra izquierda parece estar de acuerdo en bloque: el copyleft. Dudar de su utilidad-para-todo es algo que se mira con completa suspicacia, y sin embargo tú lo cuestionas en Sociofobia.
Debo decir que lo mío es una crítica desde dentro. Me considero parte del movimiento de cultura libre, lo he apoyado desde el principio y participé en el Primer Encuentro Copyleft en Madrid. Pero ese movimiento se ha presentado como algo ecuménico y consensual, como si todas las posiciones fueran la misma. Yo en un encuentro copyleft me he encontrado sentado en una mesa redonda junto a gente con la que en ninguna otra circunstancia habríamos tenido nada de qué hablar ni nada en común. El propietario de un gran medio de comunicación, por ejemplo. Hay cosas de las que nunca se habla en el entorno copyleft, como es el caso de la remuneración de los mediadores y productores. Eso no se tiene en cuenta. El copyleft ha sido pensado en términos muy formalistas –como una categoría jurídica-, pero el movimiento de cultura libre tendría que hacerse cargo también de sus cuestiones más pragmáticas, los conflictos reales, políticos, laborales, etc. Yo creo que sigue una lógica muy liberal en el sentido económico, la idea de que a través de la mutua relación ya irán surgiendo las soluciones oportunas, y cualquier intromisión de la organización pública está de algún modo contaminando su libre proceso. Y a mí eso me parece sospechoso. Por decirlo de algún modo, creo que para que el copyleft dé todo lo que puede dar de sí necesita transformaciones de otro orden, no solo legales sino también políticas. El copyleft está teniendo efectos explosivos y muy positivos en países latinoamericanos con gobiernos de izquierdas, porque poseen los cauces institucionales para controlar y liberar, y eso tiene efectos reales que no afectan solo a situaciones marginales. Y me parece importante también no tratar con tanto limpismo a la gente que se queda atrás. La idea de que “no han sabido adaptarse” (los de las tiendas de discos, los de los periódicos…) me fastidia muchísimo. Imagínate ir a la cola del paro a decirle eso a alguien. A un minero. En cualquier otro ámbito decir algo así sería inconcebible. Te matarían. Y con razón. Yo les ayudaría a matarte (ríe). En cambio en el movimiento copyleft impera un darwinismo social extremo. “¿Los del cine? Inadaptados, chupópteros, subvenciones, bla bla”.
Parece que se haya olvidado también una parte crucial del debate, que es: ¿Quién leches paga al flautista? Tú sugieres que el copyleft lo empezó gente de sistemas de computación, y que para ciertas particularidades de esos sistemas funcionaba de perillas. Pero no funciona tan bien para músicos, novelistas…
A mí me chirria la espontaneidad, que lo que pase siempre sea bueno por defecto y no podamos pararnos a pensar. Si optamos por el copyleft, entonces pongamos los medios para que estas prácticas sigan siendo remuneradas. O al revés: decidamos que los músicos tienen que ser amateurs y que nunca vuelva a cobrar nadie. Pero pensémoslo, al menos. Porque esa espontaneidad es una traducción inmediata de la lógica del mercado: lo que ha pasado es lo bueno y punto. Hay un terreno no pensado y tratado con mucha condescendencia por el mundo del copyleft. Además a muchos hasta ahora les ha ido bien, porque son informáticos, y profesionalmente tenían recursos, métodos para ganarse la vida… Creo que ahí hay un cierto elitismo, incluso profesional.
Sucede lo mismo con Wikipedia. La realidad desmiente la utopía. Por mucho que digan que “la hacemos entre todos” sigue estando controlada y revisada por expertos de cada campo. Como tiene que ser, vaya.
A ver, yo soy wikipedista…
Yo también la utilizo. Aunque un día vi mi entrada por casualidad y me dije: “Pero quién es este fulano?”. Estaba todo mal. Aparecía incluso la palabra “Generación Nocilla”. Eso me inquieta, porque igual que sucedía con aquellos espantosos artículos periodísticos sobre “tribus urbanas” de los ochenta (en los que los periódicos no daban una) pienso si será así con todo el resto de información.
(Risas) Yo la uso mucho, pero hay un estudio de una universidad inglesa que siempre se plantea para demostrar la fiabilidad de Wikipedia, y que se basa en compararla con la Enciclopedia Británica, especialmente en lo que respecta a las voces científicas. Y efectivamente las voces científicas de Wikipedia son muy fiables, están muy bien hechas, a diferencia de otras muchas. Me da que pensar que no hayan estudios empíricos sobre quién trabaja en ella, pero no me cabe la menor duda que es gente formada académicamente en esos ámbitos, o incluso profesionales de esos ámbitos. Lo cual quiere decir que de alguna forma instituciones públicas muy tradicionales están alimentando Wikipedia. Lo cual me parece bien; pero no deberían negarlo. De hecho, creo que podría beneficiar a Wikipedia. Soy partidario de que las instituciones académicas participen más en Wikipedia. Pero de nuevo estamos en esa ideología de la espontaneidad, de un montón de individuos que por arte de magia digital se encuentran en un espacio coordinado. Esa imagen mágica se destruiría si empezáramos a buscar fuentes y citar instituciones, que es lo que creo que habría que hacer. Y eso implicaría discutir, que supongo es lo que consideran más inquietante (ríe).
Hay dos conceptos de Sociofobia que opino deberían enseñarse en las escuelas a partir de ahora. Una es la nueva mirada al binomio altruismo/egoísmo. Argumentas que en realidad ambos obedecen a una patología muy parecida, y añades que “lo opuesto al egoísmo no es el altruismo, sino el compromiso”. O sea, la conducta cooperativa.
Yo lo explico usando el ejemplo de la familia. No porque sea un compromiso que me parezca particularmente bueno, pues hay muchas familias horribles con las que es adecuado romper (ríe), pero sí porque es algo que todo el mundo ha vivido y comprende. Ejemplo: Tú, si tienes un sobrino que te cae muy mal, no lo despides ni eliges no tratar con él, ni nada. Te aguantas y lo sobrellevas, porque así son las familias y estás comprometido con esa realidad. Y existen muchas realidades de nuestra vida con las que estamos comprometidos, no son algo que elijamos. En cambio, en el mercado nos definimos por nuestras elecciones: mi única identidad como consumidor es lo que elijo. ¿Quién soy yo en el supermercado? La cesta que acarreo. Y eso sucede en Internet. ¿Quién soy yo en la red? Mi historial de navegación, mis likes en Facebook. La diferencia entre altruismo y compromiso es esa. El altruismo puede ser maravilloso y es muy importante, y puede ser muy noble (ríe), no tengo nada en contra de él; pero se elije. El compromiso no necesariamente tiene que ser obligatorio, pero no es particularmente electivo de la forma en que lo es navegar por internet, comprar en el supermercado o dar una limosna. Si tuviésemos que elegir cambiar pañales, nuestros hijos irían llenos de mierda todo el día (ríe). Ningún padre elegiría eso. Eliges tenerlo y comprometerte. Creo que la vida política es imposible sin esa idea de compromiso. Una cooperación electiva como la que nos plantean muchas veces en Internet es incompatible con la vida en común. El mercado ha intentado que no tengamos que comprometernos con esa cooperación y que nazca un automatismo mágico que nos permita coordinarnos a través del egoísmo. Eso es un fracaso, es mentira, y nunca ha existido esa coordinación. También es mentira el liberalismo de cara amable que propugna internet. Los proyectos cooperativos de internet que sí funcionan lo hacen porque hay gente muy comprometida en ellos.
Otra idea clave de Sociofobia es la del ciberfetichismo como ortopedia tecnológica: una simulación, una “muleta” que disimula las cojeras que realmente nos aquejan. Y que solo chuta por la “reducción de expectativas” de debate, diálogo o amistad que imperan allí.
Hay un tipo de publicidad que me gusta mucho, y son los anuncios de psicofármacos de los años cincuenta que aparecían en revistas generalistas como Time. Son realmente impresionantes porque lanzan una utopía farmacológica. Te presentan esas vidas dañadas de amas de casa completamente aisladas en su urbanización, y lo que les ofrecían los psicofármacos no era reparar esa vida dañada (nadie pensaba que el Valium fuese a terminar con la discriminación de género, por ejemplo) sino aplicar una muleta que te ayudara a sobrellevarlo mejor. Y en buena medida eso lo que sucede con las tecnologías sociales y las redes: nadie cree que en realidad una amigo de Facebook se parezca ni remotamente a un amigo real, pero de alguna forma te permite olvidarte del tema y seguir adelante. En ese sentido se parecen bastante a las pastillas. Rebajaré lo que necesito, me ayudará a seguir adelante en una especie de bruma, de simulacro de sociabilidad que en estas vidas cada vez más fragmentadas que llevamos me ayudará a sobrevivir.
Me irrita particularmente lo de los modelos que no lucen bien en la red y acaban reducidos a la invisibilidad. En internet quedan más o menos fotogénicos los mensajes de pedrada al banco y revolución (con los que fundamentalmente estoy de acuerdo, sin duda) pero no queda bien lo de ir a visitar a tu abuelo o escribir en papel o organizar una comunidad de cuidados o ser fontanero.
Efectivamente. La extrema izquierda surgió de iniciativas como esa, de cuidado mutuo. Si repasas la historia del movimiento obrero en el siglo XIX, las primeras organizaciones (antes de que hubiera sindicatos) estaban dedicadas al cuidado. De los niños, cajas de comedores, de funerales… Había cajas de asistencia que te aseguraban que alguien iba a enterrarte, al menos (ríe). Y yo creo que estamos aprendiendo a reandar ese camino. Mucha gente de nuestra generación, los que hemos tenido hijos muy tarde y la realidad de los cuidados se nos ha echado encima después de una vida de consumo, está empezando a repensar eso, también por el desgaste de la izquierda tradicional. Pienso sobretodo en la PAH y las plataformas anti-desahucios, que son cosas que tienen que ver con el cuidado, que implican que si te van a echar de tu casa haya cincuenta personas afines que aparezcan y digan que de allí no te van a echar, porque te cuidamos. Hay una relación de continuidad entre cuidar de tu hijo, cuidar de tu padre, cuidarnos mutuamente, cuidar de tu pareja y finalmente ponerte ante una puerta para decir que no van a echar a alguien de una casa. Históricamente creo que ha sido el germen de las alternativas al capitalismo, y creo que debería volver a serlo.
A mí me chifla que esto –la PAH, el 15M, etc- haya hecho de los movimientos sociales algo mucho más inclusivo de lo que era en los ochenta y noventa, cuando eran guetos y tribus urbanas, y tenías que ser vegano, okupa, ciclista y no sé qué más hostias para que te diesen el carnet. Yo tuve siempre una relación compleja con estas exigencias de la izquierda radical.
Para mí el 15M no fue esa cosa tan cibernética que cuentan. Para mí fue llegar al parque donde llevo a mis hijos a jugar y de repente hablar con los padres con los que me encuentro allí de bancos. Y sucedió en un mes. Pasamos de las marcas de chupetes al capital financiero. De repente hablas con gente con la que sabías que tenías muchas cosas en común, como trabajadores inmigrantes o canis del hipermercado. Doy clase en la facultad de trabajo social, y allí va gente de clase trabajadora, con pocos recursos y gente muy comprometida, trabajadores sociales y muy de izquierda pero muy alejados de los discursos sofisticados de cierta izquierda teórica. Y ahora me encuentro con que tengo muchas cosas que decirme con ellos. El 15M nos ayudó a derribar esas barreras. A mí me limpió de cinismo, y eso es maravilloso. Las críticas que se le hacen, diciendo que ha fracasado y tal… Bueno, para mí no fracasó, y es un proceso que sigue en marcha.
Me chifla lo que dices de que el 15M sucedió a pesar de internet. Y eso es para mí una distinción capital. Lo que demostró el 15M era, de hecho, que teníamos que regresar a los modelos de protesta no digitales: cuerpos humanos bloqueando calles y tomando plazas, en lugar de Likes o twits o chuscas injurias anónimas en blogs.
Yo eso lo tuve clarísimo. Es exactamente lo contrario que insultarnos en los foros de los periódicos. Es estar cara a cara con gente con la que no tenías ninguna historia en común, con funcionarios y tal. Y me tengo que entender con ellos, al contrario de lo que sucede en los foros, donde acudes a no estar de acuerdo con la gente. Yo creo que eso sigue pasando. Las fotos que salen de los movimientos anti-desahucios se comentan poco, pero es asombroso ver a señoras de clase media al lado de trabajadores inmigrantes. Muchas veces se dice que la PAH ha derribado las barreras sociales y que es un movimiento interclase. Entiendo lo que se quiere decir y lo respeto, pero creo que es al revés: nos ha hecho ver las clases sociales que existen, y que las clases sociológicas que imaginábamos eran una mentira. Que tener un coche caro o no tenerlo cambiaba más bien poco la clase a la que pertenecías de veras.
Una parte mezquina de mi alegría por el 15M fue que desenmascaró a una élite de izquierdistas ilustrados post-68 a los que aún se consideraba progresistas. Y de repente sus columnas iban llenas de desconfianza inmediata, cinismo atronador y defensa del statu quo. Y peor: algunos de ellos criticaban al movimiento por ser «insuficientemente violento». Ah, vale: que si fuesen con Kalashnikovs matando a peña te parecerían bien. Estoy hablando, por supuesto, de Quim Monzó.
(Carcajada) Estamos enfermos de elitismo. El texto que más me ha impactado en muchísimo tiempo es el Chavs, de Owen Jones. Te ves a ti mismo reflejado, expresado con mucha empatía. Ese desprecio, esa crueldad hacia los perdedores de todo este tinglado, y que cualquier intento de organización o respuesta es descartado inmediatamente por nuestros popes como infantilismo izquierdista o cosas peores. Y eso es hacer de agentes del fascismo, básicamente. Están esperando a que salga un partido de extrema derecha y toda esa gente perdedora se afilie ahí para poder insultarles tranquilamente y llamarles al fin estúpidos borregos. La carta abierta que mandasteis Manolo Martínez y tu a Quim Monzó me hizo reír mucho, y además era increíblemente efectiva.
Esa actitud nos demuestra que la desconfianza y el desprecio hacia los cholos, canis o poligoneros no tiene nada que ver con su violencia ni supuesto apoliticismo. Lo que la izquierda exquisita siempre ha querido decir y no puede es: esta gente no tiene mi educación, ni ha ido a mis colegios ni viene de las familias que yo conozco.
Y es un discurso muy adaptativo. Lo plantea Owen Jones: en el fondo es un discurso de complicidad con el neoliberalismo. Tras la ofensiva neoliberal el espacio que te ha quedado es el del multiculturalismo, un conjunto de valores aceptados por ellos, pero que por otro lado te permiten demonizar a la clase trabajadora. Pero poligoneros vamos a ser todos en unos años (ríe). Mejor que se vayan acostumbrando. Kiko Amat

(Entrevista publicada originalmente en Ye Olde Bendito Atraso 2013)

SLEAFORD MODS: bored to be wild

Son Sham 69 en verboso, The Fall cuando tocaban en clubs de viejos. Es spoken word blanco y panzón, grime berreado por ex-mods demacrados. Un monólogo cómico para una audiencia hastiada. Sleaford Mods son una singular protesta contra el glamur, las patrañas y los besaculos. Son un pendón de terrible verdad callejera. Todo está perdido y el hedonismo no va a salvarnos. SM documentan en Divide and Exit (Harbinger Sound 2014) el fin de la rave y el comienzo de las riots, como Pet Shop Boys en pleno bajón de speed.

Sleaford modsSiento como si le conociera de toda la vida, a Jason Williamson. Él es el tío lúcido que, al salir del after con los ojos enrojecidos y la nariz moqueante, se pregunta: “¿De qué coño sirve esta mierda?”. Él es el currante enfadado, no solo con los jefes sino con el resto de la plantilla, inmerso en una guerra perpetua imposible de ganar. Él es el macho que se atreve a mostrar flaqueza, como cuando Begbie canta en Skagboys, y luego lo lamenta; porque abrir flancos es anatema en su mundo. Es el paria ilustrado y el cabrón resentido: con los ricos, con los ilesos, con los guays, con el sistema. Pero peor: Jason Williamson está harto de sí mismo. Él es su propio sparring. Williamson es el tipo que se mira al espejo cada mañana y tiene que retroceder, asqueado, tras enfrentarse a la verdad: todos esos defectos, puestos allí como mugrientos palillos de feria que hay que derribar para conseguir un premio que no merecía la pena.
Su banda, Sleaford Mods, ni siquiera se parece a una. Son un duo, Andrew Fearn y Jason Williamson. El primero pulsa un botoncico y su cutre-teclado pedorrea cortantes lineas de bajo y ritmos macilentos; el resto del tiempo cabecea y sorbe cerveza. Williamson es la voz: un manguerazo de palabras, un volcán de ingenio, insultos y porquería (el poeta escocés Hugh McDermit dijo que su cometido era escupir como un volcán, “lanzar llamas pero también basura”) en procaz reyerta. Sleaford Mods son violentos, pero no a lo gangsta; más bien como un tarado arreándose en la cara con una llave inglesa. Sleaford Mods son los Specials abatidos de “Ghost town”, diciendo que “Los grupos ya no tocan / Hay demasiadas peleas en la pista de baile”. Son lads perspicaces de mediana edad, ojerosos y borrachos y desencantados, desertores del acid y damnificados por el britpop. Hacía MUCHO tiempo que una banda no me conmovía como Sleaford Mods.

Ante todo, y a modo de introducción, me gustaría que me hablaras de tu familia y de tu ciudad de origen, en qué tipo de entorno creciste, a qué música estuviste expuesto en tu infancia, ese tipo de cosas.
Mi madre era griega, y aparentemente el lado griego de la familia es bastante musical. Por el lado inglés nadie lo era. Mi abuela griega cantaba y tocaba la guitarra, solo un poco, pero el resto de mis familiares no estaban conectados a la música ni de una forma remota, más allá de poseer algún disco de adolescencia y tal. No empecé a escuchar música hasta que tuve diez años o así. Mi primer disco fue la versión de “Something Else” que sacó Sid Vicious en solitario, y que formaba parte de la banda sonora de The Great R’n’R Swindle, si no me equivoco. De allí me gradué a The Jam, luego a Tamla Motown. Todo esto era hacia 1980, que es cuando ya empecé a comprar discos con bastante frecuencia. Punk, nueva ola y luego soul. Allí fue cuando mi interés por la música creció de veras, y de aquello pasé al rap: hacia 1987 ya compraba todo lo que sacaba Def Jam, LL Cool J y cosas así. De allí, lógicamente… Bueno, lógicamente no: empecé a escuchar cosas indie: The Wonder Stuff, Pop Will Eat Itself, The Woodentops… Sobre esa época ya empezaba a cantar en grupos, y experimentaba con lo que podía.
Una de las primeras frases con las que uno se topa al investigar a Sleaford Mods es precisamente vuestro lema: “Used to be in bands. Hated it”.
Sí, estuve en bandas, hace años. Bandas mod. Bandas indie con inclinaciones mod, vaya.
¿Mod como The Style Council o mod como, urgh, Oasis?
Más bien Oasis. Con alguna orientación R&B de órgano, imitando a The Small Faces, o así. Era una escena que te corroía el espíritu. Tal vez viví algún breve momento de elevación, pero hablando en general fue una experiencia de lo más deprimente (ríe).
¿La depresión venía por la rutina de las giras, ensayos y eso, o porque esa es una escena particularmente propensa a la gilipollez y la mentira?
No, en aquella época ni tan solo íbamos de gira, tan solo tocábamos algún concierto de forma muy ocasional. Por lo que yo vi, todo parecía orientado a conseguir un contrato discográfico. Tampoco era un tipo de música que me pegara demasiado, no me sentía cómodo del todo con aquello. Para colmo fuimos pasando por toda una serie de fases y estilos, a ver si alguien nos fichaba: un poco más folk, un poco más soul… Para serte sincero, era todo muy deprimente.
A eso me refería: ¿te deprimía tocar rollo Small Faces, o lo que te deprimía era la dinámica horrible de los choques de egos, el cantante gilipollas, el batería drogadicto, el bajista taciturno, todos los espantosos clichés del mundo musical?
Veamos, cuando estás en bandas lo primero que encuentras es a un montón de gente que no debería estar en bandas. Gente con egos enormes, que para empezar ni siquiera son músicos, a quienes no les interesa particularmente lo de la música. Eso sucede muy a menudo en el circuito amateur, te topas con auténticas pérdidas de tiempo con patas, gente que en poco tiempo ya ha entrado a formar parte de la estrutura corporativa y empieza a realizar tareas directivas de mierda, solo por el dinero. Es gente, en realidad, a quien la música solo le parecía un camino para llegar al dinero y a las posiciones de poder. Eso te lo encuentras constantemente en el mundo de la música, y es mayoritario en el caso del rollo indie rock; también en el mundo de los DJs. Tipos que no tenían la menor inclinación creativa, que solo utilizan esto como trampolín a una carrera y a obtener algún beneficio. Siempre me he topado con este tipo de cosas, y me parecen un montón de mierda, y me cabrean cosa mala.
Sleaford Mods son un exabrupto contra muchas cosas, pero un buen número de tus diatribas se dirige especialmente a los mentirosos, los que van a venderte la moto, los manipuladores y arribistas…
Sleaford Mods podemos ser un grupo político, en el sentido de que hablamos de muchos temas que son políticos, pero sobre todo la cosa va de observar y desenmascarar a ese tipo de gente, gente que en realidad es completamente inútil (ríe), que no sirve función alguna. Todos los que son falsos, y que a la vez viven engañándose a sí mismos. Encuentro ese tipo de personalidad absolutamente fascinante, y el mundo está lleno de ellos. Y empeoran a medida que van haciéndose más grandes, si entiendes lo que quiero decir. Tíos que se multiplican por diez al hablar de sí mismos; hallas esa personalidad disfuncional incluso entre tus propios amigos, cuando empiezan a actuar de forma distinta y darse aires, y comportarse como putos gilipollas.
Lo dices en una de tus canciones. “People walking around with real fucking bad ideas about themselves”. Yo he conocido a mucha gente así, tipos que creen ser alguien distinto y es algo que también me parece fascinante. Es como una disfunción de personalidad: creer que eres mejor de lo que en realidad eres.
Joder, y que lo digas. Dios. Por desgracia, existe una auténtica multitud de gente que no se ve a sí misma tal y como es. Y esto no es una visión elitista o arrogante por mi parte. Simplemente me doy cuenta más de ello como más viejo me hago. Ves a esa gente y no piensan. O sea, no piensan en lo que son ni siquiera remotamente.
Creo que es legítimo que tú precisamente digas eso, porque si hay algo valioso en Sleaford Mods es que nunca os ponéis por encima de nadie. Tu sales tan mal parado de tus canciones como cualquier otro cretino.
Y tanto. No me considero en absoluto mejor que nadie, y soy consciente de que tengo un montón de defectos. Están allí, esas partes malas de mí, sé cuáles son, y cada vez que emergen a la superficie soy perfectamente consciente de que están en mi personalidad. Eso es la base de todo, en cierto modo, esa observación de rasgos negativos, propios y ajenos, y el tratar de exponerlos de algún modo interesante. Por añadidura, no mejoran. Con la edad se vuelven más y más oscuros. Cada día flotan hacia la superficie un montón de detalles de esos que te impiden olvidar lo que sucede. Quizás consigas alejarte de ellos durante un breve espacio de tiempo, y pasarlo bien, pero si algo está claro es que cuando vuelvas a casa seguirán allí. No se habrán ido. Joder, incluso cuando estás por ahí de jarana sigues pensando en ello (ríe). En que vivimos en un mundo caótico, sin líderes ni dirección. Eso es lo que intento documentar.
Siempre mencionas esos aspectos oscuros, lo que tu llamas tus “viejos demonios”. No quisiera ser indiscreto, pero lo cierto es que me gustaría saber cuáles son. Escucho canciones terribles (por su contenido de verdad) como “Shit Street Runny” y me pregunto cuál es su porcentaje autobiográfico.
(Ríe y luego carraspea) Sí. Los demonios. Bueno, se trata de lo de siempre: ser un puto bocazas, tomar demasiadas drogas, ir por el mundo sin pensar en absoluto en la consecuencia directa de tus acciones, cuando deberías estar pensando en esas consecuencias. En general, todo tiene que ver con no ser un hombre cuando deberías ser un hombre. Casi todos mis amigos se encuentran en el mismo barco. Los hombres, al menos; no sucede del mismo modo entre las amigas. Uno de los problemas frecuentes de esos hombres es la imposibilidad de expresarte libremente, y la otra el saber cuando parar (ríe algo amargamente, como si fuese un tic nervioso). Eso también me parece interesante: que tu conciencia sepa exactamente cuál sería el comportamiento adecuado, cómo hacer lo correcto, pero verte incapaz de hacerlo. Y seguir sin hacerlo durante un larguísimo periodo de tiempo. Por suerte yo estoy bien, pero mucha otra gente no lo está.
A mí también me interesan sobremanera todos los atributos y carencias de la masculinidad. Creo que Sleaford Mods sois un grupo muy masculino, en todos los sentidos de la palabra: duros y débiles a la vez. Pendencieros y atormentados. Una madeja de inseguridad y arrojo insensato.
Es inevitable. Es así. Ves las cosas con ojos de hombre. A veces, incluso tu propia naturaleza física es la que marca tu visión del mundo, seas consciente de ello o no. Hoy mismo un amigo me texteaba para quejarse que su novia había roto con él, y se lamentaba de que había atravesado la puerta de un puñetazo, por la rabia. Ese es un ejemplo de respuesta completamente inútil a la situación, ¿no? Si te paras a pensar, realmente somos un sector bastante inútil de la sociedad. Redundantes, incluso. Siempre hemos cultivado ese absurdo estilo testosteronado de macho. No somos seres humanos demasiado filosóficos o pacientes o empáticos. Eso sin duda se refleja en mis canciones.
Uno de los puntos de fuga de esa masculinidad en aprietos solía ser el hedonismo, el baile, las drogas. Pero clublandia, como retratas en canciones como “Urine mate”, se ha convertido en un infierno, un camino sin salida. “Ballroom blitz went all wrong”, vaya. La fiesta no arreglará nada.
Es todo una puta mierda. Y quizás esa sea la razón por la cual la gente se pone absolutamente ciega al salir por ahí. Toda aquella ola de euforia general que aún se veía cuando yo tenía veinte años se ha ido a tomar por culo, ahora es un infierno en vida. A la vez, es un infierno en vida que no puedo sacudirme de encima. A todos mis amigos les sucede lo mismo. Son gente que empezó a salir a finales de los ochenta y principios de los noventa, cuando la cultura de clubs inglesa despegaba a lo grande. Todos esos grupos de hombres saliendo por la noche, y no precisamente para tomar una pintita de lager, sino a lo bestia, y que continúan haciéndolo incluso cuando ven que no conduce a nada, que ni siquiera es divertido. Encuentro ese tipo de actitud muy intrigante, especialmente cuando veo que no estoy solo, y que eso le sucede a muchísima otra gente. Y mucho de eso tiene que ver con el ego, con demostrar que sigues siendo el mismo, que todavía aguantas. Incluso cuando es obvio que se ha convertido en una trampa de la que no puedes escapar.
Salir de noche puede ser una de las experiencias más amargas y vacías a las que puedes enfrentarte como humano. Y deprimente a más no poder.
Es muy deprimente. Y aún es más deprimente que eso sea la única vía de escape a la situación actual: el socializar, el salir por ahí. Como respuesta fracasa miserablemente.
SM RTMe entristece y aburre ese mundo, el de desfasar como fin en sí mismo, pese a los años en que lo he practicado. Lo del camino del exceso por el exceso me parece una soberana chorrada. “Havin’ it large”, la bobada esa que decían los Gallaghers…
Mi problema con Liam Gallagher es precisamente que personifica esa actitud, que todavía intenta que la gente se la crea, a su edad. Que aún es un lad machote y farrero, y que eso es lo que hace y punto. Me enfurece esa mentira, me llena de rabia esa pretensión, es una basura. Esa gente que va por ahí promocionando una versión antigua de ellos mismos en público me da asco. Lo de salir a lo grande es una cosa de los veinte años, no te digo que no, a esa edad tiene cierta razón de ser. A esa edad podía aguantarlo, lo de salir, ver a bandas de mierda, ir a clubs, pero ahora no puedo. No puedo aguantarlo en absoluto. Y lo triste es que sigues cayendo en ello de vez en cuando. Es una puta tragedia que se entromete en el camino de todo lo que haces. Te haces mayor, y sigues derivando hacia ello ocasionalmente, casi sin darte cuenta, y cada vez es peor, y peor, y peor, y no puedes evitarlo. Ya no tengo las visiones idealizadas de ese mundo que podía tener antes, solo veo las partes oscuras, el aburrimiento, lo estúpido que es todo el ritual. Levantarte, trabajar, ir a casa y pegarte el pasote cada fin de semana. O sea, todavía siento el impulso de ir al pub cada viernes noche, no puedo evitarlo. ¿Qué coño estoy haciendo, eh? Tengo una familia, no tendría por qué salir así. De algún modo te dices que tienes que salir, que eso es lo que te define. Por otro lado, todo esto me ha enriquecido, he hecho que esos impulsos trabajaran a mi favor. Sentirme así es lo que me ayuda a crear esa música que siempre había querido crear. No lo había planeado así, simplemente me vi en esas situaciones de constante decepción por lo que sucedía, y eso me impulsó a escribir sobre ello.
La máxima ironía es que un grupo como vosotros haya acabado siendo Disco del Mes en Mojo. Al lado de The Horrors, uno de los grupos más pijos y odiosos del planeta. ¡Y en un número que tenía al Definitely Maybe de Oasis como Reedición del Mes!
(Ríe) Cuando el editor me lo contó me quedé un poco descolocado. Pero los del Mojo son amantes de la música, y como tales sienten una conexión genuina con el pasado. Joder, es obvio: la puta revista está alfombrada de puto pasado. Pero son gente que ama la música y que a la vez tiene la intención de vivir de ella mensualmente. Yo soy igual, no vamos a engañarnos. Por tanto, no me preocupa especialmente qué revista hable de nosotros, mientras lo hagan y eso me permita seguir haciendo lo que hago. Bueno, a no ser que sea el Hitler Weekly o algo así (ríe). Así que si aparece una foto de The Horrors al lado de la nuestra… Qué vas a hacerle. Es la típica mierdecilla pomposa de moda. Lo peor de The Horrors no solo es la pretenciosidad, o las gilipolleces que dicen, sino también que no experimentan en absoluto. Y que son todo ego y dinero: el peinado adecuado, la ropa adecuada, la foto en que aparecen con una modelo famosa…
Citando a Syd Barrett, por si acaso.
Qué puta chorrada. Qué chorrada más increíble, te lo juro. Dios santo, ¿cuantas bandas más necesitamos que afirmen que su influencia es Pink Floyd? Ya está bien. No es necesario. Ya se ha hecho hasta el puto aburrimiento. Pero de repente te encuentras con bandas que sí son interesantes. The Brian Jonestown Massacre. Fui a verles el otro día, venciendo mi natural pereza. Tampoco que es que saquen álbum cada año, así que pensé que merecía la pena el esfuerzo. Y así fue. Me impresionaron mucho. Lo normal es pensar que no puedes hacer nada nuevo con música de guitarras, pero de golpe ves que alguien lo consigue. Y esta es gente que lleva lo del pasado de blasón, o sea que también es posible hacer algo interesante tirando del pasado. Lo que sucede con el resto de grupos es que son holgazanes. Eso es lo que son. Putos holgazanes, y arrogantes, y mentirosos.
Sleaford Mods es un grupo no tradicional, pero si atiendes puedes escuchar algún eco tenue del pasado: el abatimiento de The Specials en “Ghost town” puede intuirse en “Showboat”, por ejemplo.
Claro. Esa es la música de mi adolescencia. Pero lo he hecho sin ser muy consciente de ello, y aplicándolo a elementos con los que no lo asociarías, cosas que no acostumbran a ir juntas. Eso no me hace sentir mal. Podría estar soltando “All or nothing” y no sentirme culpable, porque la mezcla sería inusual. No me importa que se perciban ecos de cosas así. Esas cosas, fraseos de éxitos pop y tal, aparecen en mis letras constantemente. No tengo nada en contra de un pequeño guiño de vez en cuando.
Aún recuerdo cuando el NME dijo a mediados de los noventa que Oasis eran los nuevos Specials. Casi me caigo de culo.
Joder, no recordaba eso. Eso sí que es mierda pura. No existe ninguna conexión. Menuda basura. Para empezar, los Specials eran mucho más inteligentes que Oasis. No negaré que los segundos tenían algo cuando empezaron, durante unos segundos. Pero esas letras… Noel Gallagher no puede escribir letras decentes ni amenazado de muerte, es un letrista inmundo. También se rodearon desde el principio de hombres de negocios y compañías que estaban dispuestos a todo con tal de hacer dinero a su costa, y por eso toda esa gente iba por ahí diciendo que eran grandes. Si tu esperanza es forrarte con ellos, qué otra cosa vas a decir. Pero esa gente, Oasis, son culpables. Se han forrado, forrado de veras, a costa de la gente de clase obrera, pero lo que han dado a cambio ha sido muy poco. Y las cosas que decían… Eran locuras.
Algunas de las lecturas que haces de la clase obrera me recuerdan al Chavs de Owen Jones.
Sí, ese libro fue una influencia. Lo leí cuando salió, hace unos años. Y cuando lo terminé me leí un montón más: Marcuse, Debord y los situacionistas, la escuela de Frankfurt… Aunque también estoy en desacuerdo con muchas cosas de las que dice Own Jones. Él es un izquierdista verdadero y concienciado, y yo no creo en todas esas cosas, si quieres que te diga la verdad.
Si existe algún tipo de música chav (con perdón), vosotros podríais estar fabricándola.
Por supuesto. No concibo la música sin un elemento de rabia, de violencia, aunque sea solo violencia teatral o lírica, y esa rabia viene de la situación en la que te encuentras, de la injusticia y las traiciones. Las canciones tienen que intentar describir la realidad de algún modo, explicar qué es lo que está sucediendo. No veo que nadie lo haga. No veo que nadie esté explicando lo que sucede. Escucho lo que dicen los artistas de R&B negro, que es una música que me gusta, y me dan ganas de vomitar. Hablan de un mundo que no existe, y eso me cabrea. Iros a la mierda, tíos. Iros a la mierda con vuestro mundo de fantasía.
En tus canciones hablas de empleos espantosos y lo que sucede en ellos, pero quizás algún día abandones tu trabajo regular para dedicarte solo a la música. Una vez lo hagas, por supuesto, empezará a venir gente a decirte que ya no eres de clase obrera porque no estás sudando en la cadena de montaje.
Eso es muy naíf. Muy naíf. Y, en efecto, ya hay gente que me lo está diciendo. Que cuando deje de trabajar no tendré temas para las letras. Por Dios. ¿Has escuchado el puto disco? No va solo de trabajar. Habla de todo, de todo lo que me preocupa, del lugar donde vivimos. Y además, ¿cuántos discos puede uno escribir sobre puto trabajo? No quiero regodearme en ello. No quiero acabar como todas esas putas bandas punk de los ochenta que ahora tocan en pubs para treinta colegas y todavía están diciendo las mismas cosas sobre lo mismo, desde el mismo punto de vista que cuando tenían diecisiete años.
Como GBH, o Abrasive Wheels.
Sí, ese rollo. O sea, no quiero meterme con ellos, supongo que está bien si lo que quieres es tomarte una pinta con los colegas y hablar de peleas con skins, pero lo de repetir todos esos slogans no te reportará ninguna mejora, no es algo que infunda mucho respeto. La única forma de hacerlo es mirar y remirar las cosas de manera objetiva, y cambiar tu perspectiva, y luego ponerlo de algún modo creativo. Y eso es un proceso muy largo.
Me parece una imposición bastante chocante, por no decir obscena, eso de que tengas que ser siempre pobre y estar en un curro de mierda para ser un “auténtico” miembro de la clase obrera.
Son chorradas. Tiene que existir una forma de hacer esto y que no comprometa lo que piensas, y que encima te permita sacar algo más de dinero y de satisfacción que desempeñando un empleo común, que te permita vivir mejor, y darle a tu familia algo mejor, un piso algo mejor, mejores estándares de vida. Si no es así, dejaré de hacerlo, claro. Pero este es un viaje muy largo. Tienes que tener razones mejores para hacer todo esto que el éxito o el ego. Tiene que haber una idea, una idea para la música. Hemos empezado a grabar maquetas para un nuevo trabajo hace poco, y me he convertido en un cabrón horrible, y vuelvo a estar preocupado por todo, y todo lo que veo me da asco.
Tu visión no es muy optimista, ¿verdad?
No. No hay esperanza. Yo no la veo. No te permiten que la tengas, vaya. Hace poco me leí un libro llamado Capitalist Realism, de Mark Fisher, quien normalmente colabora en la revista Wire, y debo admitir que ese libro me dio algo de esperanza, me dio fe; algo que no sucede a menudo, créeme. Por norma general, todo lo que veo es hormigón. Un panorama de hormigón y cerveza (ríe). No veo que esto pueda cambiar. Es horrible.
Me inundó la euforia cuando vi que en Mojo defendías el álbum Suburban Rebels de The Business, y lo citabas como influencia clara en Sleaford Mods. Nadie tiene pelotas para defender a los grupos de Oi!
Eran un gran grupo. Y de fachas no tenían un pelo. Eran una sólida gran banda skinhead, y punto. Ese puto disco es brillante. Es crudo como nada, pero tiene momentos de gran belleza, de auténtica belleza. Eran buenos compositores, además.
Me tomo como algo personal que ese primer álbum de The Business sea considerado inferior a los primeros Joy Division o otros grupos de post-punk.
Lo único que hicieron Joy Division fue darle un toque más atmosférico a lo que hacían, envolverlo todo de una capa de penumbra y melancolía, y bautizar las canciones con títulos más abstractos. Pero, y esto es lo importante, lo que hacían no era más inteligente que lo que hacían The Business. Y por otro lado mira a los antiguos miembros de Joy Division, qué pandilla de capullazos. Peter Hook, por Dios. Por otro lado ahí tienes a Mickey Fitz, aún tocando cada viernes para los mismos cincuenta skins. Joder, eso si es convicción. Necesitas convicción para seguir haciendo algo así.
Tal vez te hayan hecho ya esta pregunta: Con la de insultos que repartes, ¿no temes que te arreen un taburetazo en la nuca un día de estos?
No, la verdad.
No hablo de Weller, que ya está viejito. Me refiero a algún joven enfurecido.
No. Pelearse es una cosa muy fea, muy poca gente tiene ganas de violencia, y por supuesto la gente que más te critica es la que menos pelea. Las veces que me he pegado con alguien ha sido una experiencia absolutamente entristecedora. No hay tanta gente en el mundo capaz de venir a arrearte un puñetazo. Mucha gente sí es capaz de venir a escupirte insultos, y ser verbalmente abusivos, pero la experiencia me ha enseñado que la gente en general no tiene ganas de meterse en peleas. Aunque Noel Gallagher viniese a por mí, ¿qué iba a decirme? ¿”Te equivocas”? Está claro que no me equivoco, ¿verdad? Eres un puto gilipollas. Un puto gilipollas que ha robado a la gente, y lo has disfrazado con tus delirios de esa creatividad que la providencia te ha otorgado. No puedes negar lo que digo. Puedes decir que no te gusta, pero no decir que miento. Joder, me gustaría no tener que hablar de esto siempre, pero no me dejan. Preferiría ser Neil Young y hablar de otras cosas, pero la estupidez de esa gente no me lo permite.

(Entrevista publicada originalmente en el Rockdelux de octubre 2014. Esta es la versión sin editar con 4 páginas extra y una porrada de preguntas inéditas. De postre pueden ir a la página web de Rockdelux y leer la lista que nos dio Jason de sus 5 discos más odiados, que es también muy molante)

Owen Jones entrevistado por Kiko Amat + Adoro a los pijos de Barcelona

Dos nuevas piezas del menda para los chicos de Playground:

– Una extensa y sustanciosa charla con Owen Jones, autor de Chavs, la demonización de la clase obrera (Capitán Swing, 2011). Se la recomiendo encarecidamente, porque (está feo que diga yo esto, pero) quedó rebién. Ya lo verán.

– La crónica cómica «Adoro a los pijos de Barcelona«, donde Kiko Amat viaja al barrio de La Bonanova, sin salacot pero con una Vespa hecha jirones y una cazadora nauseabunda. Se trata de la IIª parte (sui generis) de la celebrada columna «Adoro a los pijos de mi país«, donde el autor viajaba a los enclaves pijos del Alt Empordà catalán. Poniendo en peligro su integridad física, por descontado.