Cosas Que Leo #40: A LO LEJOS, Hernán Díaz

A lo lejos Díaz

«Cuando no andaba buscando comida o atendiendo las heridas de Asa, Håkan se enfrascaba en la fabricación de un par de muletas y diferentes tipos de tablillas, tallando, cosiendo y pegando toda clase de materiales. Con el tiempo, Asa volvió a cocinar. Necesitaban aprovisionarse de carne curada y conservas para su viaje a los cañones desiertos.

-Los cañones son nuestra única esperanza -repetía Asa al final de cada jornada-. Demasiados días escondidos aquí. No conseguiremos dejarlos atrás. Pero quizá podamos despistarlos.

Una noche, al cabo de muchas dudas, y sintiéndose estúpido por haber esperado tanto, Håkan preguntó:

– ¿Qué es un cañón?

-Nunca he estado allí -respondió Asa-. Dicen que es un paraje sin igual. Como una pesadilla. Túneles rojos excavador por ríos que desaparecieron hace mucho tiempo. Como viejas cicatrices en el terreno. Muy profundas. A lo largo de leguas y leguas. Pocos entran. Menos aún salen.

Más tarde esa misma noche, mucho después de que se hubieran acostado, Håkan se despertó. Notó a Asa a su espalda dándole vueltas a la cabeza; habían sido sus pensamientos los que lo habían despertado. También notó que Asa sabía que estaba despierto.

-Ahora ya no podemos ir a California -le dijo por fin. Luego, después de una larga pausa-: Te estarán buscando. No lo lograrías. Iremos a los cañones. Esperaremos allí. -Se quedó callado un momento, como si su silencio fuera una pequeña muestra de aquella futura espera-. Luego, a San Francisco. No sé cómo, pero lo conseguiremos. -Otra pausa-. Daré con mis amigos. Ellos nos ayudarán a embarcar. -Otro silencio-. Iremos en barco a Nueva York. Allí nadie nos buscará. Estarás a salvo. Estaremos bien. -Pausa-. Y encontraremos a tu hermano.

De pronto, algo dentro de Håkan se fundió. Solo ahora que aquella bola helada se derretía y se evaporaba, se percató de que la había guardado en el pecho durante años. Solo ahora que sabía que volvería a ver a Linus -pues no cabía duda de que, con la ayuda de Asa, volvería a verlo-, sintió todo el dolor que aquella fría esquirla le había suscitado. Y comprendió que, hasta ese momento, no había tenido ninguna posibilidad de encontrar a su hermano. ¿Llegar hasta Nueva York? ¿Dar con él en aquella infinita ciudad? ¿Cómo podría haberlo logrado? El amor y el anhelo lo habían mantenido en movimiento, pero ahora, con Asa a su lado, caía en la cuenta de lo vana que había sido hasta entonces su búsqueda. Sin la ayuda de Asa se hallaba condenado al fracaso.

¿Cómo responder a sus palabras? Igual que un conjuro, habían cambiado la realidad al ser pronunciadas.»

A lo lejos

HERNÁN DÍAZ

Impedimenta, 2020 (publicado originalmente por Coffee House Press, 2017)

340 págs.

Traducción de Jon Bilbao

Cosas Que Leo #22: ALMAS Y CUERPOS, David Lodge

Almas Lodge

«—¿Ese hombrecillo tan tímido que casó a Angela y a Dennis? —preguntó Miriam—.Nunca habría pensado que pudiera ser tan valiente.

—Por lo visto, leyó en público la carta pastoral de su obispo sobre la Humanae Vitae, que era bastante severa, y después le dijo a la congregación que ese asunto solo concernía a la conciencia de cada uno.

—¿Y eso es todo?

—Bueno, luego le concedió una entrevista a un reportero del periódico local, y dijo que personalmente creía que el papa estaba en apuros o algo por el estilo. Al parecer, algún parroquiano malintencionado le envió un recorte del artículo al obispo.

—¿Y qué quiere Adrian Comosellame que hagamos nosotros?

—Quiere que nos unamos al grupo de Católicos por una Iglesia Abierta, y que firmemos una carta pública al cardenal en defensa del padre Brierley y los demás sacerdotes suspendidos.

—Parece buena idea.

—A la dirección de la universidad no le va a gustar —dijo Michael, un tanto avergonzado.

—Que se vayan al diablo —exclamó Miriam.

—Sabes que están a punto de ascenderme, ¿verdad?

—Que se vaya al diablo eso también.

—De acuerdo —dijo Michael—. Le diré a Adrian que nos apuntamos.

Como siempre, la certeza moral de Miriam le pareció admirable. Fue como si ella le hubiera proporcionado una máscara de oxígeno; de repente, se sintió fuerte y temerario, y las posibilidades que ofrecía el grupo de Católicos por una Iglesia Abierta lo llenaron de una peculiar excitación. El espíritu de la protesta se había extendido por todas partes, pero Michael aún no había hallado una sola causa con la que identificarse. Era demasiado mayor para el movimiento estudiantil, demasiado apolítico para la Nueva Izquierda (Slant había acabado por aburrirlo), demasiado moral (o tímido) para la contracultura de las drogas, el rock y el sexo sin compromiso. Le parecía que lo empujaban hacia los márgenes de la década sin cesar, forzándolo a adoptar una postura conservadora y convencional que lo hacía sentirse como si su juventud estuviera desapareciendo a cada vez mayor velocidad, como la Tierra a los pies de un astronauta. La idea de desafiar a la autoridad eclesiástica y defender la causa de la satisfacción sexual de los cónyuges y la libertad de expresión de los sacerdotes le pareció una oportunidad excelente para participar de buena fe en el espíritu de la época. Por supuesto, Michael no analizaba sus motivaciones de esta manera, y no comprendió por qué, poco después de inscribirse en Católicos por una Iglesia Abierta, se compró unos pantalones de campana y el disco blanco de los Beatles, su primer álbum no clásico. Pensó que se trataba de unas meras compras impulsivas, pero en realidad acababa de incorporarse a los años sesenta, aunque fuera en el último suspiro.»

Almas y cuerpos

DAVID LODGE

Impedimenta, 2020 (publicado originalmente en 1980 bajo el título de How far can you go?)

385 págs.

Traducción de Mariano Peyrou

DAVID LODGE: «En los años setenta, el infierno desapareció»

Ya pueden leer mi reciente entrevista con el autor británico David Lodge. Impedimenta acaba de reeditarle Almas y cuerpos (How far can you go? en el original), de 1980.

El texto me quedó divertido. Él parecía de mal café (la prensa inglesa no siempre le ha tratado bien; sospecho que va a las entrevistas con ánimo de condenado a la guillotina), pero las respuestas tienen la esperada enjundia.

Espero que les guste, de cabo a rabo. Me agradó inaugurar la pieza con una pequeña  invectiva anti-católica. Toda retribución, por pírrica que sea, es poca para los hijos de la violencia de los colegios católicos.

Kingsley y el bacalao

https://static.fnac-static.com/multimedia/Images/ES/NR/f2/2c/15/1387762/1507-1.jpgEsta reentré van a aparecer dos libros con prólogos de su amigo y vecino Kiko Amat. Uno de ellos es el mítico En éxtasis, de JM Oleaque, exploración mega-pionera del bacalao que Barlin libros recupera (traducido al castellano) para su solaz lector. El otro es el polémico Stanley y las mujeres, que Kingsley Amis publicó en 1984 y que lanza por primera vez en España Impedimenta.

El primero saldrá en breve, el segundo está al caer (o ya en las librerías; no he mirado).

Les avanzo los tres primeros párrafos de mi prólogo para el viejo Kingsley, por si les sirve de acicate y les entran las ganas:

Kingsley Amis y Stanley y las mujeres: un caso clínico

O: cómo escribir un libro de divorcio, inventar la novela borde, suicidarte artísticamente y molestar a tus enemigos (pero también a tus amigos


1. Stanley y las mujeres es la novela más extraña de Kingsley Amis. Su existencia está enmarcada entre dos sucesos clave, que la sujetan como un sándwich por detrás y por delante: una rebanada es el divorcio holocaustico de su segunda mujer, la actriz y escritora Elizabeth Jane Howard; la otra rebanada, la posterior, es la siguiente novela que escribió, The old devils (1986), que fue premiada con el Booker Prize y que algunos consideran su mayor logro (junto a, claro está, Lucky Jim, su cegador debut de 1954). En esa posición tan poco agraciada, tan poco cómoda, Stanley y las mujeres puede considerarse como lo que tal vez sea: un esputo verdoso, purulento, que Amis alojaba en su garganta y que necesitaba sacarse de dentro para poder seguir adelante, para volver a escribir desde la cordura y la compasión.

En música pop se habla a menudo de discos de divorcio: álbumes que se grabaron en mitad de separaciones agrias, a las puertas de juzgados; discos que eran cartas de despecho, recriminación y revancha al cónyuge. Rumours, de Fleetwood Mac (un grupo formado por dos parejas; un disco grabado en mitad de dos divorcios), el Blood on the tracks de Bob Dylan o el Here, my dear de Marvin Gaye. Elepés oscuros y abismales, descarnados, que eran a la vez documentos del viaje por la sima que atravesaba el artista. Stanley y las mujeres debe, y solo puede, leerse bajo la misma luz. Como un libro de divorcio.

Ese divorcio -acerbo y sangriento y ulcerante- es la pupa donde se gestó Stanley y las mujeres. Un lugar angosto, sin ventanas, a ratos irrespirable, dominado por miasmáticas corrientes de rencor y dolor, que moldeó al Amis más agrio que se había visto hasta la fecha. El autor jamás había sido un angelito, vaya eso por delante, era orgulloso y arrogante y tenía una boca grande[1], por lo que jamás andaba escaso de detractores y enemigos personales (Evelyn Waugh le llamó “escoria”, para gran regocijo del propio Kingsley). Sí, Amis era un tipo ácido hasta el punto de corrosión, le encantaba ser odiado por la gente que él odiaba[2] y estaba siempre arremangado para la trifulca. No era un cursi, o un pusilánime; desde luego no era un blando. Pero incluso así, Stanley y las mujeres es una nueva vuelta de tuerca; tal vez la definitiva. Era un paso radical incluso para Kingsley Amis. El autor no volvería a estar jamás tan cegado por la rabia, su máquina de escribir no volvería a dejar el charco de veneno humeante que dejó tras la escritura de este, en cierto modo, temible libro.

[1] Para colmo, había ido escorándose hacia la derecha cada vez más. Para cuando escribió Stanley y las mujeres sus tiernos años de comunista quedaban muy lejos. Amis defendía la intervención estadounidense en Vietnam y la existencia de las armas nucleares. Y el fin de los subsidios culturales o artísticos.

[2] “En su vida pública, Kingsley siempre había sido alguien “a la contra”, alguien que cortejaba la impopularidad. Ahora trataba de llevar su arte al foro” (de Experiencia, de Martin Amis)