Cosas Que Leo #124: FLORS PER A L’ALGERNON, Daniel Keyes

“M’afectava íntimament mirar aquell somriure ximplet, anodí -els ulls d’infant, molt oberts, brillants, plens d’incerteses però amb moltes ganes de complaure-, i em vaig adonar d’allò que havia reconegut en aquell noi. Es reien d’ell perquè era un disminuït.

I al principi jo també m’havia divertit com els altres.

De sobte m’he enfurismat amb mi mateix i amb tots els que es reien despectivament del noi. M’han vingut ganes d’agafar els plats i llençar-los. M’han vingut ganes de destrossar aquelles cares que reien. M’he posat dret d’un salt i he cridat:

– Calleu! Deixeu-lo en pau! Ell no us pot entendre. No té la culpa de… Per l’amor de Déu, una mica de respecte! Es un ésser humà!”

Flors per l’Algernon

DANIEL KEYES

Les Altres Herbes, 2020 (publicado originalmente como Flowers for Algernon en 1966)

287 págs.

Traducción de Pep Verger y Fransoy

Cosas Que Leo #72: LA GRAN CAMINADA, Stephen King

“Recordava que un cop l’havien estimat, un cop ell també havia estimat. Però ara al cap només hi tenia jazz i un timbal que cada cop sonava més fort i la seva mare tan sols era un vestit de pell farcit de palla, la Jan res més que un maniquí de grans magatzems. S’havia acabat. Encara que guanyés, si aconseguia sobreviure a en McVries, a l’Stebbins i a en Baker, s’havia acabat. No tornaria a casa mai més.

Va començar a plorar una mica. La vista se li va entelar, es va entrebancar i va caure. L’asfalt era dur, d’una fredor sorprenent i increïblement agradable. Va rebre dos avisos abans d’aconseguir aixecar-se, amb una sèrie de moviments ebris com de cranc. Va fer que els peus li tornessin a funcionar. Va deixar anar un pet, un espetec llarg i estèril que no tenia res a veure amb els de tota la vida.”

La gran caminada

STEPHEN KING

Males Herbes, 2020 (publicada originalmente en 1979 como The long walk, y firmada con el pseudónimo de Richard Bachmann).

366 págs.

Traducció de Martí Sales.

Pánico al amanecer / Despertar a l’infern (Kenneth Cook, con prólogo de Kiko Amat)

Novedad imprescindible en sus librerías predilectas. Una novela que me FLIPA espantosamente, y que acaba de ser traducida al castellano y al catalán, por Sajalín y Males Herbes. Me refiero naturalmente a Pánico al amanecer / Despertar a l’infern (Wake in fright, 1961), del australiano Kenneth Cook.

Los editores de ambas editoriales, sabiendo de mi extrema fanidad por el libro, me encargaron un prólogo/aval inmortal a dos lenguas, que titulé «Descarrilado en el outback«, y que en castellano empieza de este modo tan prometedor:

«1. Hace poco leí una novela cuyo clímax parecía ser la visita de pleitesía que un poeta joven le dedicaba a un poeta venerable (el poeta venerable no le salía a abrir en pelotas, cosa que hubiese aumentado dramáticamente mi interés en la historia). Aquel hecho me llevó a ponderar la sobrerepresentación de algunos temas en literatura. Hoy en día, es innegable, se escribe demasiado sobre la escritura. El mundo editorial anglófono ha celebrado en los últimos años la publicación de no una, sino varias novelas centradas en Henry James, un hecho que ya sería difícilmente justificable si el autor hubiese vivido como Keith Moon, John Holmes y Escipión El Africano, juntos. Huelga decir que no fue así. Los peores peligros a los que se enfrentó James a lo largo de su carrera fueron las hemorroides y la famosa sequía de tinta de 1886.

Me resulta difícil comprender, así, por qué tantos novelistas, teniendo un mundo de experiencia humana a su disposición, optan por plasmar la insulsa vida de su gremio (Jack London o Herman Melville no cuentan). En mi opinión, este estado de las cosas representa un trágico fracaso de la imaginación, así como un desperdicio inmoral de las posibilidades de la narrativa. Es como si Charles Darwin, tras recorrerse el globo observando anomalías evolutivas en su hábitat natural, hubiese decidido dedicar el resto de su obra a escribir sobre papel de pared.

Dovlátov aducía que el exotismo del material biográfico era un estímulo literario de importancia, y lo mismo podría decirse del exotismo paisajístico. Algunos contextos y escenarios no dejan de aparecer en novelas, y están más masticados, digeridos y excretados que el skyline de Nueva York (cliché fotográfico por excelencia), mientras que otros aparecen raramente, o jamás. Y aunque es cierto que “lo que llamamos originalidad y descubrimiento no suelen ser más que las ínfulas y delusiones de nuestra inocencia, ignorancia y arrogancia”, como afirmaba Nick Tosches[1], resulta indiscutible que algunos temas y lugares literarios están menos andados que otros. Algunos no lo están en absoluto.

Pánico al amanecer, una oscura novela de 1961 que transcurre en la inmensidad baldía del Outback[2] australiano, por cuya historia transitan canguros torpes, policías borrachos y lugareños violentos, por no mencionar a un protagonista condenable, empieza de la mejor manera posible: situándose fuera del lugar común y el trasfondo cómodo. Pero no se trata solo de eso, como el lector comprobará en breve. Pánico al amanecer es, además, una novela llena de vigor, amenaza y acción, que gracias a su prosa engañosamente simple se lee de una tacada y deja una huella imborrable.

Lo de imborrable no es un atributo baladí. Muchas novelas pasan a través de nosotros como ventosidades. Si trato de conjurar algún recuerdo de Campos de Londres, por decir solo una, lo único que me viene a la mente es que transcurría en Londres (espero). Algo así sería del todo imposible con Pánico al amanecer, una novela única, casi género en sí misma, cuya trama y pasajes más terribles se quedan impresos en la mente del lector para el resto de su vida, igual que si fuesen tatuajes.»


[1] En su espléndido Country; the twisted roots of rock’n’roll (1977).

[2] El interior remoto y semiárido de Australia, también llamado Never-Never. Ocupa el 81% del continente, y está mayormente deshabitado.