Varios grupos del indie rock español acarrean ya doce álbumes y veinte años de carrera en sus chepas, no sabe muy bien cómo ni con qué fin, mientras que JUNIPER MOON nos abandonaron jóvenes, dejando (eso sí) un cadáver asaz agraciado. Cuatro años de existencia (1999-2003) fue todo lo que les hizo falta para difundir el pop-punk más lozano, adherente y jovial que se había visto en el país desde Los Nikis (lo menos). Y saliendo de Ponferrada, que tiene más mérito.

Residía yo en Inglaterra por aquel entonces. Pasé allí cuatro años, de 1998 al 2001, durante los cuales -mira tú qué curioso- nadie en España me telefoneó ni una sola vez para berrear en mi oído “¡Lo que te estás perdiendo, idiota!”. Algo me olía a excremento. Por lo general, nada entusiasma más a mis amigos que poder restregar por mi faz (a cobro revertido) aquella maravilla que me he perdido, idiota, por despiste o abulia. Ahora veo que existía un motivo para aquella afasia amical: no había mucho de lo que presumir. Pues, ¿qué me “perdí”, realmente, durante aquellos años? ¿El primer elepé de Sidonie? (risa hebefrénica) ¿La carpa electrónica del FIB? (se arranca la cabellera a jirones; solloza a berridos) ¿El Primavera Sound 2001? (se atiza en la frente con una sartén mientras jura en lenguas muertas). Sería un poco como si en 1348 un genovés atrapado en plena epidemia de la Peste Negra escribiese a sus parientes congratulándose del hedor a fiambre pocho.
Pero una cosa sí me supo mal: haber sorteado, sin querer, casi toda la carrera de Juniper Moon. No. Es más grotesco aún: llegué a verles, allá en su Ponferrada natal, teloneando a Los Fresones Rebeldes en la gira veraniega del 98. Pero entonces ¡zas! y desaparecieron de mi lado. Fue un contacto tristemente fugaz, tan acelerado como algunas de sus canciones. Asimismo, los recuerdo como un eufórico grupo de punk-pop sin miriñaques ni ornamentos: solo estribillos y letras chulas. Juventud y desparpajo certificados. Raquel, Sandra, Dado, Jaime e Iván: collares surferos y polos marca blanca, sin dárselas de nada. Digámoslo ahora: yo nunca comulgué con la segunda hornada española de pop fifí -los descendientes de Fresones Rebeldes eran más pijos y cursis que sus mentores- pero Juniper Moon se antojaban naturales, pueblerinos (como algo positivo; pienso en XTC, vamos) y limpios (de espíritu). Muy poco de figurar y hacer mohines, si entienden lo que trato de expresar.
The Life and times
Los Juníperos se habían formado en el año 1996 en Ponferrada (León), no en Shoreditch ni en el East Village. Ponferrada. Ahí tienen lo opuesto de una cuna cosmopolita vibrante. Iván, director de la banda y avezado productor de rimas consonantes, recuerda así su lugar de orígen: “En sitios como Ponferrada era una odisea hacer cualquier cosa, pero en aquella época era muy divertido, aún quedaban sitios donde se hacían conciertos regularmente y en ellos vimos un montón de grupos que nos marcarían. Aquel pueblo grande estaba dividido en dos escenas muy marcadas y diferenciadas, una muy indie y moderna y otra mucho mas clásica y conservadora. A nosotros nos gustaban las dos”.
Rocanrol e indie pop. Tunga-tunga y la-la-lá. Y monopatines, ridiela. En aquella época, según Iván, “todos los chavales estábamos influenciados por la hornada de grupos post grunge, por el hardcore melódico y las bandas de skate punk. Cosas que habían aparecido de la nada y se antojaban más frescas, divertidas y accesibles que la tradicional escena metal o rock. Aunque esa era la intención inicial, muy pronto descubrimos que no sabíamos tocar y que para sonar como NOFX había que tocar mucho”. Juniper Moon se bajaron rápido las bermudas pero mantuvieron los calzoncillos de punk-pop soleado, combinándolos con Los Planetas y noise pop patrio. A Iván no le tiembla la voz cuando apunta que “Los Planetas han sido el grupo Español mas influyente de los últimos veinte años. Nos gustaban mucho y ejercieron una fuerte influencia en nosotros. Creo que lo peor de ello es que, siendo jóvenes e influenciables como éramos, alguno de nosotros intentó imitar lo que suponíamos era su estilo de vida en algún momento. Y eso no fue bueno. En mi caso casi fatal, diría yo”.
Con o sin agentes intoxicantes, “aquella extraña mezcla de chavales aburridos”, como les define Iván, se consolidó como el gran grupo de punk-pop español de la década. Revisitando sus discos, salta a la vista que la mayoría de canciones tienen un extraordinario potencial de hit: de haber nacido en 1981, en plena Movida, se lo hubiesen comido todo. En su alboroto juvenil escucho hoy trazas de Parasites, Flop, Ash, Talulah Gosh, Helen Love o The Undertones. Iván asiente con inusitado vigor: “Todos los grupos que has nombrado. Manta Ray también nos parecían lo más, veíamos Asturias como el centro del universo. Y grupos como Depressing Claim en Castellón. Dado [guitarra] era muy indie y trajo grupos americanos como Dinosaur Jr, Pavement o Sebadoh. Yo pasé mi adolescencia escuchando los discos 60’s y power pop de mi hermano mayor. La explosión de eclecticismo total se produjo cuando conocimos a Luis y Montse [de Elefant] y comenzaron a descubrirnos grupos alucinantes. Recuerdo a Luis sentado en el sofá de su antigua casa de Las Rozas pinchando singles y dejándonos con la boca abierta una y otra vez. Le debo todo el C-86 y el Shoegaze”.
Subidón de la década
Juniper Moon gozaron de un éxito razonable en mitad del erial nacional. No me necesitan a mí para hacer historia; existe una cosa llamada Google. Pero resumiendo: giraron, tocaron, fumaron, grabaron tres singles y un álbum (ver despiece), Steve Lamacq los pinchaba en su Evening Show, Rough Trade los incluyó en el recopilatorio Indie Pop 1 (Iván comenta al respecto con amargura que “generalmente la gente le empieza a hacer caso a tu grupo cuando tú ya estas cansado de él”) y pasaron cuatro años siendo adalides del mejor pop rápido español. Pese a su prisa congénita, los indie-poperos les amaban sin reservas. “Yo lo recuerdo con mucho cariño”, afirma Iván con alegría cautelosa, “tengo muy buenos amigos de esa época. Durante mucho tiempo habíamos intentado (sin éxito) ser aceptados por la escena punk clásica del momento. Para ellos éramos unos bichos raros y no nos hacían ni caso. Entonces Juan de Pablos comenzó a pincharnos, más tarde Luís en su programa, y comenzamos a tocar con Fresones o TCR en fiestas que organizaba el fanzine Yo-Yo. Aunque seguíamos sintiéndonos demasiado punk para los pop y demasiado pop para los punks, lo cierto es que nos hacían sentirnos muy queridos e integrados en todo aquello”.
Bajón del año
Viene la nota triste: su chocante disolución. Peor: Iván ya no mantiene contacto alguno con los antiguos miembros de su banda. “Fuimos muy amigos”, recuerda, melancólico, “era un grupo de verdad, al menos para mí, y tal vez por eso, pasado el tiempo (aunque no le guardo rencor a nada ni a nadie en esta vida) hay cosas que aun recuerdo con dolor y tristeza, ese tipo de cosas que se atragantan de chaval y que, aunque superas con el tiempo, marcan tu personalidad y el resto de tu vida. Pero sí, creo que en general nos quisimos todos mucho los unos a los otros casi todo el tiempo, incluso cuando las cosas empezaron a ir mal”.
¿Cómo de mal? (es razonable preguntar). “Creo que Juniper Moon era un grupo abocado al desastre”, contesta, “como la primera relación sentimental, esa en la que aprendes que algunas veces por mucho que quieras no puede ser”. Iván continúa desgranando el clásico esquema de tensión disolutiva en todos los grupos incipientes: “Digamos que las prioridades siempre fueron distintas. Para mí lo único importante era tocar y hacer todo lo que se pudiera, ensayar cuanto más mejor y trabajar en el grupo. En ese sentido Juniper Moon siempre tuvo un rendimiento muy bajo en proporción a la cantidad de ofertas que tenía, nunca exprimió su suerte. Aquello me terminó minando: cancelar conciertos, no querer tocar, preferir un café con un amigo a un ensayo eran cosas que ni entendía entonces ni entiendo hoy. Llegó un momento, mientras preparábamos el segundo disco, en que yo ya no pude más con la frustración y decidí dejar el grupo y empezar de cero”. Ese de cero es, ustedes ya lo saben y yo acabo de caerme de un guindo, Linda Guilala. Pero se trata, claro está, de otra historia. Iván parece parafrasear a Los Flechazos cuando se despide con un escueto: “Lo conseguí, soy feliz”.
Máxima brevedad (discografía casi completa)
¿Volverás? EP (Elefant 1999): Su debutazo (pese a la portada). Hay power pop eufórico a lo Bum o Dickies (como “XXX”, con su letra llena de “ojos vendados”, “calor húmedo” y “nuevas sensaciones” (ejem), producto obvio de un calentón pubescente), contagio del bacilo Los Planetas época Una semana en… (su proto-hit “¿Volverás?”) y otro de esos sensacionales himnos al viernes por la tarde (“Viernes por la tarde”) que son pieza capital del pop juvenil.
Basado en hechos reales EP (Elefant 2000): Juniper podían ser a la vez dulces y ácidos, como un Kojak. En este segundo EP lanzan otro hit imperecedero (la filo-oda al fetichismo “Tus pies”, que es “Who wrote holden Caulfield?” + Sugar + J Church), dos temas que rozan el medio tiempo spectoriano de 1962 (“Me siento mejor” y “Un sueño tan solo eso”) y, de premio, otra castaña de superpop noventero al modo Superchunk/Sugar (“16 de septiembre”). Máxima cantabilidad, enormes ganchos. Engañosamente fácil, como una novela de John Fante.
El resto de mi vida LP (Elefant, 2002): Uno de aquellos discos de pop que se mudan al vecindario de la excelencia. Emociona y se adhiere a la piel con inclemente facilidad. Se sostiene en un deseable vórtice que cruza C86, tradición power pop americana (Pointed Sticks, Pezband, The Plimsouls) y punk-pop sobreacelerado y modorro inglés del 79-82. En mi opinión es casi una colección de singles, sin desechos ni sobrantes. “Maldita ciudad”, “Puro teatro”, “No te pongas el sombrero”, “Madrid”, “Quiero verte una vez más”, “JM y la furgoneta azul”… Así hasta las quince. Espléndido.
Solo una sonrisa EP (Elefant 2003): Su despedida (¡no os vayáis!). Tres canciones estupendas que abarcan de Talulah Gosh a The Stand GT hasta los Pavement más hiteros. “Superstar” sigue siendo de mis favoritas de su repertorio. Y por añadidura las letras estaban la mar de bien.
Kiko Amat
(Esta pieza se escribió para y se publicó en un Rockdelux, pero no recuerdo cuál. Uno de hace un par de meses, diría yo. Como no aparece en web, se lo incrusto yo aquí)