1) Retrato del futbolista adolescente, Valentín Roma (Periférica)
“En mi familia tener “mundo interior” se considera un vicio característico de los ricos, una lacra que afecta, esencialmente, a las personas adineradas. Nadie cree en epifanías ni en revelaciones, en misterios que enaltecen ni en el valor de lo inefable. Me parece que nunca he oído a nadie pronunciar la palabra destino o cualquier otro término que pertenezca a este campo semántico”.
Mi libro favorito español del 2019, hasta la fecha y sin posibilidad de discusión. Una memoria juvenil (vagamente velada) confeccionada con rabia de clase, familia, deporte, extrarradio, humor tristísimo, desclasamiento, patetismo adolescente y alienación. Con un lenguaje simplemente sensacional y un ámbito y una hondura tremendos, me emocionó y me hizo reír (risa acerba con náusea) en cada página. Ultra-recomendable (y no recuerda en absoluto a James Joyce; no huyan a las colinas).
2) Iluminada, Mary Karr (Periférica & Errata Naturae)
“Sam se acarició los bordes del denso bigote con dos dedos, como un diminuto emperador chino a punto de firmar una sentencia de muerte. No estamos hechos para regodearnos en el placer, apuntó. El placer es el asesino de la alegría. Hizo una pausa para escupir en el jarrillo. Dijo: yo veo más allá del presente, el momento en que esas olas estarán hechas de sangre. ¿me crees?”
Imprescindible secuela de la trilogía memorística que empezó con el insuperable El club de los mentirosos (uno de mis libros favoritos). Esta parte, la tercera (en medio de las dos está Cherry, aún por traducir), se concentra en alcoholismo, iluminación religiosa y métodos para superar una infancia de mierda. Humor amargote, clase social a porrillo, contrafobia, resacazos y una madre aún loca, pero menos. Brillante.
3) El hogar eterno, William Gay (Dirty Works)
“A la mujer no la conocía tanto. Era una Hines y, al igual que a los demás miembros de aquella particular familia, Oliver la encontraba arisca y excesivamente práctica. No mostraba el menor interés por nada que sucediera en las páginas de un libro, en la radio, en Francia o en Washington DC. nada que no fuese inmediatamente aplicable a la vida cotidiana. Si no podías comértelo, follártelo o despedazarlo para alimentar el fuego de la estufa, no era de ninguna utilidad, eso es lo que dictaminó Oliver en cierta ocasión, haciendo gala de un humor amargo”.
Memorable nueva entrega de grit lit y noir sureño por parte de la editorial que NUNCA me decepciona. Agravios que tienen que ser desagraviados, cerrilidad campestre, odio en estado puro, un personaje que “había ido adquiriendo con los años los rasgos distintivos del mal”, alambiques, putas, exconvictos, viejos sabios, huérfanos cabreados y un tremendo afán de venganza. A clasificar junto a Larry Brown, Harry Crews o Flannery O’Connor (aunque Gay escribe algo más florido, menos forense, que los mencionados; en ocasiones me recuerda a Barry Hannah).
4) Esa maldita pared, Flako (Libros del K.O.) -no ficción-
“Nunca brilló tanto mi padre como cuando, después de un golpe, contaba dinero en una mesa, sin camiseta, con los tatuajes talegueros a la vista, uno en cada brazo, con mi nombre, y otro con sus iniciales, con un pañuelo rojo al cuello y con un canuto de hachís en los labios; nunca era tan feliz como cuando repartía dinero de los atracos entre familiares y amigos”
El libro del “Robin Hood de Vallecas” sube como una bala al pedestal de la crónica negra española. Flako, quien robaba bancos mediante el procedimiento del butrón (acceso por la red de cloacas + agujero en la pared) es una espectacular autobiografía proletario-delincuente llena de violencia, humor y familia. Flako evita con tino las partes más cuestionables de este tipo de libros (el arrepentimiento baboso, la jactancia gangsta, la sordidez gratuita o la magnificación del delito) para centrarse en aspectos que a menudo están ausentes en ellos: el afecto, la comicidad, la emoción o la defensa de la artesanía.

5) Doppler, Erlend Loe (Nórdica)
“Aunque no veo nada que pudiera empujarme a volver. Aquí arriba, no me expongo a tratar con otros seres humanos y ellos tampoco tienen que tratar conmigo. Los demás están a salvo de mi odio, y yo de sus maneras aplicadas y sus estupideces. A mí me parece un buen acuerdo”.
Bastante antes de que Santiago Lorenzo desterrara al protagonista de Los asquerosos a los bosques, bien enojado con el mundo moderno, un autor nórdico le había retorcido la nariz al Walden de Thoreau. Se llamaba Erlend Loe, y con Doppler firmó uno de los libros más divertidos y entrañables, a la vez que malhumorados, del 2004. Entre sus páginas hallarán un bebé alce llamado Bongo, un hijo de soldado de la Wehrmacht, la construcción de un tótem, la muerte de un padre y un severo replanteamiento de la idea de felicidad. Humor huraño, alienación constructiva y el aburrimiento como camino subversivo hacia la gracia.
6) Sánchez, Esther García Llovet (Anagrama)
“Marina era una chica de San Fermín, donde la depuradora, una chavala de barrio que había salido rara. Los raros no se enteran casi nunca de que lo son hasta que alguien vuelve a decírselo y entonces se vuelven más raros todavía porque se pasan el tiempo intentando aparentar ser más normales o más pedestres pero no tienen ni idea de lo que es ser normal”.
Otro favorito español del año y forever. Esther García Llovet es de las pocas narradoras auténticamente originales del país. Escribe crudo y breve y certero, exprime cada página hasta que la convierte en zumo concentrado (puro) de narrativa. Su segunda novela solo tiene 130 páginas, por cierto; las justas y necesarias. Un libro sobre gente rara en un Madrid extrarradial y nocturno que ni da la chapa con el callejero de la capital, ni incurre en malditismo, ni es derivativo, ni pomposo, ni cursi. Un libro cortante y extraño, inquietante y paranoico, con los bordes serrados, de madrugón o extraña lucidez de amanecida, al que no le sobra una palabra.
7) Helter Skelter, Vincent Bugliosi (Contra Editorial) -no ficción-
“Había tanto silencio -diría después una de las personas que cometió los asesinatos- que casi se oía el tintineo del hielo en las cocteleras de las casas a lo lejos, cañón abajo”.
Así empieza Helter Skelter, uno de los mejores trabajos de true crime que existen. Charles Manson, la “Familia” y la serie de asesinatos que cometieron en 1969 en las colinas de Los Ángeles son tal vez la historia criminal más famosa del siglo XX. En esta saga homicida confluyen la Era de Acuario; una filosofía demente, mezcla de maturranga carcelaria, monserga hippy y distopía apocalíptico-racial; un villano enajenado y megalómano; una secta de chicas adolescentes de clase media-alta; una increíble conexión pop (Dennis Wilson, Sharon Tate, Roman Polanski…); drogas lisérgicas, armas, buggys y orgías; un juicio estilo Perry Mason (el autor del libro es el fiscal encargado del caso) y una investigación policial plagada de pifias, casualidades y asesinatos paralelos; y los crímenes en sí mismos, una cosa como de película gore de John Carpenter. Y esta edición (la primera desde 1976) lleva un fantástico prólogo de Kiko Amat. No se lo pierdan.
8) UMMO, Eduardo Bravo (Autsaider División Sesuda) -no ficción-
“Sus seguidores, sin embargo, defienden las imágens realizadas por Billy meier de los ovnis argumentando, por ejemplo, que es manco y que, con una sola mano, es imposible trucar las fotografías”.
En Willa Wanda, su anterior libro, Bravo nos habló de logias masónicas italianas, Gladio, operaciones de falsa bandera, terrorismo ultra, Brigatte Rose, Berlusconi, el banco vaticano y Licio Gelli. En Ummo hallarán platillos volantes, sectas pedófilas, nazis, sadomasoquismo, guerra fría, cloacas del Estado, tertulias falangistas y mucho más. Otro libro increíble (en el sentido etimológico de la palabra), didactiquísimo y adictivo del gran Eduardo Bravo, nuestro Jon Ronson patrio.
9) Carvalho; problemas de identidad, Carlos Zanón (Planeta)
“Desde los ventanales del Glaciar, esa cafetería, bar, lugar de pequeñas actuaciones, situado en una esquina de la Plaça Reial, la nostalgia se extiende por mi piel como una pomada caliente. Una nostalgia de nada y por nada, de un tiempo que ni es necesario ser vivido por uno para añorarlo y, si lo viví, tampoco fue tan armónico y hermoso como este ensoñarlo ahora, dejar pasar la tarde mirando la fauna de la plaza mudando de pelaje e intenciones a medida que mengua la intensidad del sol y empieza a tiritar el alumbrado eléctrico”.
Zanón, uno de nuestros grandes, se zambulle en un encargo y sale más que airoso (incluso triunfante) del tema. Zanón puede con todo; dignificaría y elevaría incluso un remake del Groovy de José María Carrascal. Este Carvalho contiene los suficientes zanonismos (clase obrera, familia, desconfianza hacia la guayez, desafección, obsesión, mala hostia) para encandilarnos a los fans, y supongo que también ofrece la suficiente pleitesía a la fuente para no instigar una horda linchatoria de Carvalhistas bajo su ventana. Dicho esto, me proporcionó un placer casi lujurioso topar con las pequeñas blasfemias que comete el autor a la hora de redefinir a su protagonista heredado y avejentado (por ejemplo, que no pueda comer y tire a la basura los platos cocinados; siempre he odiado los libros con recetitas). Un muy buen aperitivo a su próxima novela.

10) Kentucky seco, Chris Offut (Sajalín editores)
“Nadie de esta ladera acabó el instituto. Por aquí se valora a un hombre por sus actos, no por su supuesta inteligencia. Yo no cazo, ni pesco, ni trabajo. Los vecinos dicen que le doy demasiado al coco. Dicen que soy como mi padre y a mamá le preocupa que puedan estar en lo cierto”.
El único libro de cuentos que selecciono para este Sant Jordi es el notable primer trabajo del hombre que acabaría guionizando Treme, True blood o Weeds. Una colección de realismo redneck de los Apalaches escrita en 1992 que no tiene nada que envidiar al Knockemstiff de Donald Ray Pollock y que, como aquel, está centrado en un solo pueblo dejado de la mando de Dios. Peor aún: los personajes de Offutt ni siquiera pertenecen a un pueblo como tal. Un ano-de-mundo perdido entre las montañas a donde “nadie viene. Todo el mundo se va”. Barro, osos, ahumaderos, timbas, armas, hostias, hombres que les pegan tiros a los perros de otros hombres, estigmas no-lavables y rencillas más viejas que la tierra que los vio nacer. Con el sello de aprobación de Larry Brown.
Kiko Amat
(Esta es mi selección de favoritos personales para el Sant Jordi 2019. No vienen en particular orden de prioridad. Compartan -y compren- a placer)