“¿Qué era lo que confería un carácter tan peculiar a esa ridícula ralea? Sus inherentes defectos físicos. En las descripciones de mediados del siglo XIX, los habitantes de los médanos y los comearcillas, demacrados y envueltos en harapos, eran sujetos dignos de atención clínica, rodeados de hijos deformes y prematuramente envejecidos a los que el hambre distendía la panza. Quienes les observaban con ánimo diagnóstico trataban de leer más allá de sus rostros mugrientos y resaltaban la espectral tonalidad blancoamarillenta de la piel de los blancos pobres (color al que daban el nombre de “sebáceo”). Con sus cabellos de un blanco algodonoso y su piel de cera, estos extraños seres, en los que a duras penas se reconocía la condición de miembros del género humano, acabaron metidos en el mismo saco que los albinos. Claros productos de la endogamia, estos desdichados terminaban de echarse a perder por su doble adicción al alcohol y la miseria (…). La escoria blanca del sur quedó así clasificada como “raza” y se resaltó la circunstancia de que sus ejemplares podían transmitir horrendos rasgos a su descendencia, lo que eliminaba toda posibilidad de progreso o movilidad social.”
White trash; los ignorados 400 años de historia de las clases sociales estadounidenses
NANCY ISENBERG
Capitán Swing, 2020
710 págs.
Traducción de Tomás Fernández Aúz.