REAL ESTATE: el cuero negro no les pega nada

Estos cuatro tirillas de New Jersey no van a ganar el próximo campeonato de aizkolaris de Irún, pero sus discos vuelan alto. Aplicados y diligentes, así como enfermizamente mohínos, Real Estate son anglófilos como los primeros The Posies, y en los surcos de su último álbum Atlas (Domino 2014) brotan los dulces ecos de Lawrence, The Orchids, The Go-Betweens y The Bats. Pero no (¡recontraglups!) Soundgarden o el Bat Out of Hell, por fortuna.

Real EstateCasi se joroba todo. Martin Courtney -esmirriado compositor, guitarra y cantante de la banda- me había prometido quince minutos de conversación (quince minutos: como si fuera David Bowie, vamos), pero al final –utilizando un amplio abanico de argucias de distracción- consigo regatearle media hora de su magnánimo indie-tiempo. Mi felicidad se torna cenicienta estupefacción cuando, tras haber colgado, pulso el Play del archivo y solo se escucha mi cabruna voz y un monzón de ruido estático. Eso es lo que poseo: media hora de conversación autista conmigo mismo (llena de sibilantes silencios, por añadidura) que –incluso considerando los tiempos oscuros en los que vivimos- ninguna revista musical desearía publicar. Pero no se angustien, lectores. No hay nada que no pueda solucionarse con “fuerza bruta e ignorancia brutal”, como decían en Life and death of Colonel Blimp: oprimiendo ferozmente los auriculares hasta que me los implanto en las trompas de Eustaquio, consigo descifrar la mayor parte de respuestas de Courtney. Lo que tienen ante ustedes, así, es un nuevo milagro de periodismo musical: sacar algo de nada. Blood from a stone, que decía aquella canción. Lo que hacemos la mayoría de ocasiones, en resumen.

Me gustaría preguntarte en qué tipo de ambiente familiar musical creciste, y si en cierto modo el sonido de Real Estate tiene algo que ver con los discos de tus padres.
No. La verdad es que no. Crecí en Ridgewood, a las afueras de New Jersey. Mis padres no eran especialmente fans de la música. Sí recuerdo escuchar álbumes como el Bat out of hell de Meat Loaf, que me encantaba, pero fue en el instituto donde me empecé a comprar yo mismo cedés que me gustaban. Mis primeros discos fueron de Soundgarden y The Offspring, si no recuerdo mal, también Jane’s Addiction y Nirvana, por supuesto. En esa época debía tener 12 o trece años. Pero luego empecé a escuchar cosas como el Odelay de Beck, o el OK Computer de Radiohead. Este último me impresionó especialmente, en cuanto a que era música más compleja, con muchos matices, parecía más arriesgada. Al año siguiente ya me gradué en Pavement, Weezer, Built To Spill, ese tipo de bandas. Música más rara, menos previsible que Soundgarden. Aunque no quiero hablar mal de Soundgarden, era muy fan de ellos.
En todo caso, ninguna de esas bandas primigenias parece haber pasado a formar parte del sonido de Real Estate. O sea: ¿The Offspring? ¿Soundgarden?
Ya. Quizás tan solo en el sentido de descubrir la idea de la melodía, y en que existían canciones con estructura. La forma en que se desarrolla una canción, la existencia de los estribillos, todo eso.
Los periodistas más gafotas tienden a compararos con grupos kiwis como The Bats o The Chills, o con The Feelies. Me pregunto hasta qué punto vuestras similitudes jangly son certificables –quiero decir si sois fans de esos grupos- o se trata del sueño húmedo de algún crítico verboso.
Bueno, desde luego que nos encantan The Bats y The Feelies. Especialmente The Feelies, aunque es algo que he descubierto hace poco. Es una de esas influencias que todo el mundo menciona. Si te digo la verdad, he tenido que dejar de escucharles para no convertirnos en una banda de tributo a los Feelies; sería muy fácil para mí dejarme influir por ellos del todo, y sonar exactamente como ellos sonaban.
No hay nada de qué avergonzarse. Los Stones querían sonar como Bo Diddley. Todos los grupos exhiben influencias obvias. Incluso Throbbing Gristle, caramba.

Cierto. A la vez, los grupos que me marcaron y que en cierta forma aún definen nuestro sonido son los que descubrí en el instituto: Galaxie 500, Luna, Yo La Tengo… Yo La Tengo eran quizás nuestra influencia principal cuando empezamos a componer, y siguen siendo mi banda favorita. En los últimos años, sin embargo, tiendo más a escuchar música de los sesenta y setenta, incluso soft-rock tipo Bread, CS&N, grupos de Laurel Canyon, Joni Mitchell, cantautoras…
Más que por las influencias, yo creo que las comparaciones vienen por esa melancolía y perpetua nostalgia que se desprende de vuestras canciones y letras. O sea, por la emoción con añoranza.
Sí. En las canciones de Real Estate siempre aparecía la melancolía y la nostalgia. Days (Domino 2011) era un disco nostálgico, sin duda. Muchas de las canciones hablaban de ir al instituto, por ejemplo. Creo que eso ha cambiado ahora, quizás también porque me casé recientemente y mi perspectiva de muchas cosas se ha alterado. Ahora tengo menos miedo de hablar del presente, y de dónde estoy ahora. Imagino que eso es algo que viene con la experiencia, y la pericia al componer. Dicho esto, ahora escribo sobre estar fuera de casa, de gira, y echar de menos a alguien. Mucha gente me ha dicho que varias de mis canciones, tanto en Days como en Atlas, parecen hablar de la separación y la distancia.
Hay un tipo de cancionero melancólico que evoca invariablemente Inglaterra, 1986 y domingos aburridos en casa. Cielos grises, lluvia perpetua, spleen juvenil. The Orchids, “Everyday is like Sunday”, Felt, novias frías y desear estar lejos de allí.
En Days había una canción, “Green aisles”, que sonaba igual que Felt. Me quedé alucinado con la guitarra de Matt en la versión final, porque la idea no había sido copiar a Felt o Maurice Deebank. Me gusta que digas eso, lo de lo inglés, porque uno de mis grupos favoritos es The Clientele. Incluso temáticamente creo que nos parecemos, en la forma de sus canciones, el tono…
Ahora que lo dices, sí. No había pensado en ellos hasta que lo has mencionado. “Losing Haringey” es la mejor canción sobre morriña y remembranza que he escuchado nunca.
Claro. The Clientele han influido mucho en mi composición de canciones desde el principio, no tanto en términos de temas líricos (aunque eso probablemente haya reptado sibilinamente hasta allí), tanto como sus melodías y sonido general. Los tonos de la guitarra en particular siempre me han parecido muy interesantes. La distorsión se utiliza con mucha moderación, obviamente mucha reverb y un montón de trémolo, que siempre he pensado que utilizan muy bien. Su música puede acarrear, definitivamente, un sonido nostálgico, y supongo que eso también debe haber tenido un impacto en mí. Creo que la forma en que son capaces de transmitir la nostalgia a través de las melodías y ambiente general de la música es grandiosa. No necesitas escuchar la letra de una canción de The Clientele para recoger la emoción que está siendo transmitida.
Creciste en un barrio residencial de New Jersey. ¿Cómo pasó eso a formar parte de tu personalidad? Hablas de ello en tus canciones con cierto anhelo, como si en el fondo de tu alma desearas vivir en paz en una de esas calles perfectamente alineadas, con arbolitos y césped. ¿Se esconde un square en ti?
Sí, Alex, Matt y yo crecimos en Ridgewood, a tres millas de New Jersey. En Days hablaba mucho de ello, porque era lo que más conocía. Crecí en barrios de clase media, y sin duda eso me inyectó unas ganas tremendas de salir y vivir en un lugar más emocionante. Creo que, como la mayoría de los adolescentes, me sentía “diferente” y sentía que debería estar en algún lugar distinto, entre los de mi especie; un lugar donde fuese libre para expresarme como yo considerara adecuado. Pero ahora que soy un poco mayor y estoy más cómodo en mi propia piel sigo teniendo el deseo de vivir en un lugar tranquilo y cómodo, y gozar de algo más de espacio (es decir, no en la ciudad). No me gustaría regresar Ridgewood, sin embargo. Es un demasiado conservador para mí, y no podía darme el lujo de todos modos. Pero no se trata de ser cuadrado o enrollado, en realidad. Es el estilo de vida, que me atrae.
Sonáis ocasionalmente psicodélicos. Con guitarras frágiles y tintineantes como campanillas. A ratos me recordáis un poco a Rain Parade, por ejemplo.
Sí, todo lo que se denominaba Paisley Underground; sé de lo que me hablas. Pero eso lo he descubierto gracias a los periodistas, de nuevo, que siempre nos mencionan a esas bandas. Creo que la similitud está en lo mucho que nos gustan The Byrds, y ese sonido clásico de Rickebackers melodiosas. Esa es una de las influencias fundamentales de Real Estate. Como te decía, tendemos cada vez más (yo, especialmente) a escuchar grupos de los sesenta. Nick Drake, por ejemplo.
Todo el grupo tiene una pinta muy frágil, de nerds con gafas a punto de ser crujidos bajo la bota inmisericorde del deportista.
(Risas) Creo que Matt Mondanile tiene más pinta de nerd que yo, ¿no? Lo cierto es que en la banda hay un claro deseo de presentarnos como realmente somos, sin aplicar ninguna capa de glamur. Queremos que se note que somos gente normal, que no hay nada extraordinario en quiénes somos. O sea, prestamos atención a lo que llevamos, nos gusta vestir pulcro, pero sin afectaciones. Por eso tal vez alguien ha mencionado en artículos que Matt tiene más pinta de contable que de estar en una banda de Brooklyn. ¿Qué podemos hacer? El cuero negro no nos pega nada, no es lo que somos.
El cuero tiene que picar un montón, especialmente en la zona testicular. Solo Julian Cope es capaz de llevarlo con panaché.
(Risas) Cierto.
Una última pregunta: ¿cateaste alguna vez educación física en el instituto? No se puede ser un nerd de carnet sin haber arrastrado el deporte a la reválida de septiembre.
Pues no. En el instituto jugaba a fútbol americano de vez en cuando, y practicaba deporte con normalidad, aunque tampoco es que me entusiasmase. Nunca suspendí. Kiko Amat

(Entrevista publicada previamente en el Rockdelux #331 de septiembre)