Paul Heaton es uno de mis músicos favoritos. Su carrera me sirve de guía. The Housemartins desde la adolescencia, después The Beautiful South. Crecí a su lado. De mis cinco artistas pop favoritísimos, de calle, de toda la historia.
«Let love speak itself» es de 1990, del álbum Choke. Juro y me santiguo con esos cuatro primeros discos de The Beautiful South.
La canción me pirra, y el video también (Heaton siempre ha hecho buenos videos, como sabemos todos los fans). El crescendo final del tema, cuando acuden las trompetas al rescate y Heaton empieza a pegar alaridos rompe-tráqueas) me recuerda un poco a una de mis canciones predilectas de los diecisiete años, la versión de «I’ll be your Shelter (just like a shelter)» de The Housemartins, que escuché como un demente a lo largo de mi abortado BUP (academic inspiration they gave me none, que diría Kevin Rowland).
Si, aprovechando que están aquí tarareando, quieren releer aquella maravillosa charla que mantuve con Mr. Heaton en el 2012, no duden en chasquear los dedos así.
Es un miércoles cualquiera en El Cubil. Mi uniforme es el de faena: pantalones de pijama arrugados y camiseta con el cuello deshilachado. Quizás debería haberme arreglado un poco (me digo, volviendo un poco el rostro, ante el reflejo de la pantalla). Muevo la taza de té cenagoso. Desde la ventana de Skype me observan sonrientes Ewan Butler y Ian Hodgson, ambos exmiembros de la desaparecida banda Bradford. Butler, en camiseta blanca de manga corta, se camufla con la pared enyesada del cuarto de los trastos, pero Hodgson luce cazadora Harrington color burdeos y sombrero pork pie de ala estrecha con pluma al estilo suizo. Su elegancia es un tanto incongruente. A su vera hay una máquina de coser; se distinguen figuras humanas en movimiento (hijos, esposas) por el resquicio de la puerta entreabierta. No es la mansión de una vieja estrella del pop. Weller no pernocta aquí.
Y sin embargo Bradford estuvieron a punto de ser muy grandes, de subirse al bajel del pop inmortal; pero se quedaron en el puerto, maletas en mano y examinando sus pasaportes con desazón. Lo leerán en sus palabras un poco más abajo. Fueron los mimados de la prensa pop inglesa durante un brevísimo periodo de tiempo (1988-1990). Morrissey, líder de la banda más grande del país en 1985, The Smiths, les aplaudió en público hasta despellejar sus delicadas manos. Ficharon por Foundation, el sello “emergente” de Stephen Street (aunque a decir verdad todo bicho viviente de la industria les tiraba los trastos). Telonearon a Morrissey en su primer concierto en solitario, Wolverhampton Civic Hall 1988. Y más cosas, y más cosas [léanlas en mi pieza para Babelia de El País]. Y de repente cayó la guillotina, y la fábula quedó descabezada de un modo tan cruel como imprevisto.
Hoy en día poca gente recuerda a Bradford. Para algunos solo son los compositores originales de aquel “Skin Storm” que Morrissey incrustó en una cara B. Y aunque es cierto que muchos grupos inmensos lo son por una buena razón (eran mejores que la competencia) a veces la industria y los movimientos sísmicos culturales se tragan a bandas que, en otro tiempo y lugar, habrían sido de largo recorrido. Bradford son ese tipo de banda. Las coordenadas tal vez les suenen: ascéticos, pandilleros, alienados, vulnerables, amantes de las trompetas y la desnudez emocional, cráneos al tres, trapos clásicos de calle, izquierda compasiva sin panfletos, hits gigantes, baladas melancólicas. Himnos al coraje y a la autodeterminación. Poco antes de que debutaran, London 0 Hull 4 de The Housemartins había llegado al #3 de las listas y tanto Our Favorite Shop de The Style Council como Meat is Murder de The Smiths al #1. Bradford se preparaban para una fase imperial que jamás llegaría. Y hoy, con el recopilatorio Thirty Years of Shouting Quietly (A Turntable Friend) ya en la calle, están aquí conmigo, en Skype, para hablar de aquellos años.
La palabra «skinhead» aparece en varios artículos de la época sobre la banda. No sé si vosotros os definíais como tales o simplemente la prensa os bautizó así por el corte de pelo y las botas.
EWAN BUTLER: Ian y yo estuvimos expuestos de forma masiva al movimiento punk cuando éramos jóvenes. Ambos compartimos influencias muy similares; bandas como The Clash y The Jam fueron clave en nuestro desarrollo musical, y ellos a su vez tomaban influencia y estética de los movimientos de los 60 y 70 a los que estábamos destinados a desembocar. Siempre nos había encantado el sonido y la actitud de la generación mod y su estrecha relación con el sonido Motown y Ska. Mi hermano mayor era skin, y a través de él conocí a grupos como los Redskins. Yo estaba en ese punto de la adolescencia en que necesitaba adoptar otra pinta. Había sido punk y llevado un peinado mohicano, y me pasé a lo skinhead poco antes de que empezara Bradford como banda. Ian y yo nos conocimos, y él también adoptó la imagen al entrar en el grupo. Supongo que fue y sigue siendo un look elegante que provoca una reacción, sea la que sea … No es un estilo que puedas ignorar fácilmente.
Ian Hodgson: La ropa es muy importante a la hora de expresarte, especialmente entre la juventud de clase obrera. Cuando salimos nosotros estaba en boga el estilo casual, callejero y futbolero y elegante, y muchos de mis amigos lo llevaban. Yo venía de ese sector, y a la vez me gustaban The Small Faces y The Jam; iba un poco de mod. Así que para mí no fue un enorme cambio lo de adoptar el rollo skin cuando me uní a Bradford. Simplemente me corté el pelo y me puse una chaqueta distinta. Fue algo natural.
Lo que me gusta es que es un look skinhead pobretón: abrigos del padre, tejanas gastadas, zapatos de gente muerta… Como si fuerais los hermanos pequeños de un skin.
IH: Sí. Siempre hemos sido aficionados a la ropa de tienda de caridad. Todo lo que llevo ahora [se señala] es ropa de charity shop [enumera una a una todas las prendas que luce, y su precio correspondiente]. Este look cuesta, en total, unas quince libras. Pero no se trata solo de la ropa, sino también de la cultura: música y libros. Vivíamos barato, porque nadie tenía un duro. En esas tiendas puedes hallar cosas envueltas en polvo que te pueden lanzar a un viaje radical por caminos imprevistos.
EB: En los ochenta no había el acceso a las cosas de hoy. Nos encontrábamos perdidos la mayoría de las veces. Tenías que inventar lo que hacías, o construirlo de cero. No solo en términos de ropa o discos, sino de cara al grupo, a los instrumentos o cosas que necesitabas saber o cómo tocar. Firmábamos el subsidio del paro, los cinco, y no teníamos dinero para gastar en amplificadores o instrumentos. Así que nos las apañábamos con lo que había. Éramos chavales de clase obrera sin estudios. Nadie en Bradford nació con una cuchara de plata en la boca. Todo era bastante difícil, pero a la vez nos dio una conexión a una tradición y a la música que nos inspiraría.
La primera vez que escuché a Bradford me parecisteis una combinación de The Smiths, The Housemartins y The Jam (de la época Setting Sons). Y también Dexy’s Midnight Runners. ¿Es eso más o menos aproximado a como lo veis vosotros?
EB: Sí, todos ellos. Eran grupos que buscaban emocionarte. Muy inspiradores. Te invitaban a moverte, a hacer cosas. Y todas sus letras eran relevantes, hablaban de cosas que experimentábamos cada día. Esos grupos tenían todo lo que yo buscaba en el pop. Una cierta intensidad y creencia absoluta en lo que hacían.
IH: No había mucho dinero para comprar álbumes. Podrías decir que nos alimentamos de una corriente muy estrecha de grupos. Un puñado. Pero a la vez eran bandas que, por sí solas, abrían avenidas enormes, sacabas mucho de cada una de ellas. De cada elepé. Era algo que venía del corazón, y buscaban expresar emociones honestas y reales, y creo que como banda no puedes aspirar a más. Es un punto de partida muy fuerte, empezar con Dexys.
Esos grupos expresaban una sensibilidad antimacho que fue muy importante en Bradford. La capacidad de mostrar vulnerabilidad. Tenían baladas melancólicas, te alentaban a mostrar tu lado débil…
IH: Es una combinación imbatible: tíos con pintas de duros pero corazones blandos [ríe]. Yo acababa de dejar mis estudios, en 1984, y justo empezaba a firmar el paro cuando escuché aquello de “I never had a job because I never wanted one”. Grupos como The Smiths hicieron que la identidad masculina fuese algo más fluido. En Bradford venimos de lugares muy macho, de crecer en Blackburn junto a gente que todo el rato se estaba metiendo contigo, por tu peinado, por tu pinta, por lo que fuera… Pueblos violentos. Peleas en pubs. Las bandas que nos gustaban nos dieron permiso para ser algo más… amplio que un hombre corriente. Te proporcionaban aspiraciones que venían de un poder superior. Una mirada ancha. Yo vi a The Jam en 1982 en el Manchester Apollo, y tuve la oportunidad de ir al camerino a conocerles. Paul Weller era mucho más hermoso de lo que había imaginado. Tenía unos ojos muy bonitos, y me di cuenta de que llevaba lápiz de ojos. Así que yo empecé a llevarlo también. A veces incluso me pintaba las uñas de negro. Todo eso confundía a la gente, despertaba animosidad. Pero dime: ¿qué hay de malo dar brincos por ahí con los ojos pintados, EH? [ríe].
EB: Cuando eres adolescente topas de narices con todas las contradicciones inherentes a lo de ser hombre. Empiezas a darte cuenta de cómo te sientes por dentro, y los problemas que tienes para comunicar esas emociones. Aparecen sensaciones mucho más tiernas. The Smiths fueron capaces de exponer esas contradicciones de un modo que hizo que mucha gente se identificase con ellos y se acercara a su música. Cuando teloneamos a Morrissey en su primer concierto en solitario, en Wolverhampton, en 1988, el público eran 4000 personas, en su gran mayoría hombres, sin camiseta, jaleando a otro hombre, también sin camiseta, en el escenario. Era una situación curiosa, porque el ambiente carecía por completo de testosterona. Habían invertido las expectativas que se tenía del género masculino.
Ian Hodgson y Ewan Butler, segundo y tercero por la izquierda
Había otras escenas que también defendían la torpeza social y la masculinidad defectuosa, pero eran muy distintas a vosotros. Todo ese rollo de C86 y twee escocés parece mucho más cerrado y de clase media que vosotros.
EB: Desde luego. Eran estudiantes, para empezar, y con orígenes adinerados. Tocábamos con ellos, teníamos buena relación personal, pero no nos parecíamos demasiado musical o espiritualmente.
IH: En 1989 tocamos en el Locomotive de París con un grupo londinense llamado The Corn Dollies. Estaban de gira europea. Conocí a su batería, Jack, en un ascensor. Era de clase media-alta. Tenía un acento muy pijo pero pinta de troglodita. Cuando aparecía te lo imaginabas al lado de un fuego, en una caverna, sosteniendo un garrote. Me dijo [imita acento pijo inglés] “he estado de fiesta toda la noche, bebiendo, y tal…”. Y era tan cliché, tan cliché estudiantil, que parecía una broma sacada de The Young Ones. Estuve a punto de carcajearme. Nosotros éramos distintos a toda esa escena. Éramos una pandilla. Tocábamos con grupos más grandes que tenían mejor equipo, pero nosotros ensayábamos más.
Lo irónico es que esos grupos tenían los medios para ser enormes, pero preferían dirigirse solo a su camarilla de anoraks. Mientras que grupos como vosotros o The Housemartins, por decir solo un ejemplo, quisisteis siempre llegar al máximo de gente posible.
IH: Por supuesto. No queríamos ser U2, pero si llegar al máximo de gente sin comprometer nuestros ideales. No llegamos a demostrarlo porque nunca llegamos a ser grandes [ríe]. Pero sabíamos que lo que teníamos era bueno, aunque quizás un poco fuera de época. Creo que nos hubiese ido mejor en otra década. Unos años después, durante el Britpop. Tal vez.
50 peniques más grandes que The Stone Roses
Ese parece ser el consenso general: “5 años tarde para la Smithsmanía, 5 años temprano para el Britpop”. Entre guerras.
IH: Creo que sí. Cuando aparecimos nos tocó ser de veras un “gang of one”. Estábamos bastante solos, no nos sentíamos cercanos a ninguna banda del momento. Nos gustaban grupos pequeños como The Way, de Yorkshire, que llevaban sección de viento, y otra banda llamada 3-Action!, de Hull, muy del rollo Housemartins, también socialistas politizados como nosotros. Ya sabes lo que sucedió con Margaret Thatcher en el Reino Unido y su ataque a la clase obrera. En cualquier caso la cultura del lujo y del escapismo nos decantó hacia el otro lado: nos volvimos muy austeros y realistas, tanto en la pinta que llevábamos como en la forma de vida.
EB: Creo que la prensa decidió que el nuevo estilo en boga iba a ser el Madchester, y concentraron en ello todos sus recursos. Hasta entonces habíamos tenido una visibilidad enorme en prensa, Morrissey había declarado que éramos los herederos de The Smiths, y durante unos seis meses se nos consideró los “protegidos” de los periodistas. Parecía que no podíamos hacer nada mal. Y de repente, de un día para otro, todo cambió. Nos vimos con el paso cambiado, no encajábamos en absoluto. Fue algo difícil de tragar, si te soy sincero, incluso creó tensiones irresolubles entre nosotros. Porque estábamos construyendo algo desde aquel éxito inicial y de repente el suelo desapareció bajo nuestros pies.
Lo de elevar bandas a la estratosfera para luego aplastarlas contra el asfalto es una vieja tradición de los semanarios musicales ingleses…
EB: Llevamos muchos años en terapia [sonríe].
IH: Es un poco como si te sacaran de la montaña rusa en la que estabas y te pasaran al tiovivo de caballitos para niños pequeños. Cuesta acostumbrarse al cambio, te sientes un poco ridículo. Dando círculos una y otra vez por el sitio donde empezaste, y del que creías que habías escapado. De salir en el NME cada dos por tres me vi en la cola del paro otra vez. En 1992 ya habíamos estallado en llamas, de nosotros no quedaban ni las cenizas. Fue difícil acostumbrarse a eso. ¡Pero ahora estamos bien! [pone cara de paciente de psiquiátrico].
He leído que “todo acabó de un modo horrible” para vosotros.
IH: Éramos cinco jóvenes emocionales. Cuando empezó la caída todos buscamos una razón, alguien a quien culpar del desastre [simula sollozar]: “fue tu forma de tocar el bajo”, “no, fue tu voz”. Algo que nos era ajeno -un cambio de dirección musical en todo el país- se internalizó.
EB: Admito que yo estaba en estado de shock. Fue duro. Tampoco es que fuese algo tan raro o inusual: éramos cinco chavales de una edad en que la gente discute y se pelea y termina amistades. Nosotros, además, estábamos en un grupo, con todas las tensiones añadidas que eso conlleva. La gente te empieza a hartar, por ninguna razón en particular.
IH: No somos violentos. Nos gusta la paz. Así que no nos lanzamos a trifulcas a puñetazos entre nosotros. Aunque admito que algún empujón torpe en el local de ensayo sí que hubo.
EB: Algún bolsazo [ríen].
Pero hemos ido a lo horrible sin pasar por lo celestial: la época en que Morrissey dijo “Lust roulette” casi me hace llorar”, Stephen Street os fichó para su sello Foundation…
EB: Al principio fue inmenso. Pura euforia. Antes de que Morrissey hablara de nosotros solo éramos un grupo local haciendo conciertos locales. Y de repente Morrissey nos arrancó de la oscuridad, salimos en el NME, Melody Maker y Sounds, todo el mundo quería saber quién éramos, Morrissey y mucha otra gente venía de visita a Blackburn… Fue una experiencia inmensa, irreal, y pasó tan rápido que nos quedamos pellizcándonos, tratando de decidir si había sucedido de verdad.
IH: Geoff Travis, de Rough Trade. Adrian Thrills, del NME. Visitantes habituales. Muchos mánagers y agentes, de CBS y otras multinacionales, venían al local de ensayo blandiendo sus chequeras. Pero al final nos quedamos con Stephen Street. Conocerle fue la segunda mejor cosa que le pasó a la banda. Se convirtió en un sexto miembro. Su mentalidad y estética era la nuestra. Fue una bendición, nos ayudó a encontrar un foco. Por supuesto, más tarde su sello entró en bancarrota y todo se fue a pique.
Morrissey entabló amistad personal contigo particularmente, Ian.
IH: No tengo muchos ídolos: Joe Strummer, Paul Weller, Kevin Rowland y Morrissey. Que Morrissey dijese que mi grupo merecía heredar la corona de The Smiths, en un momento en que lo que él decía se tomaba como un evangelio… La vida no podía ser más hermosa. Morrissey incluso vino a visitarme unas cuatro veces a Blackburn, me llamaba regularmente y cuando estaba de gira nos intercambiamos muchas «notas tontas» (postales y cartas, así como programas de sus giras americanas). Fue una relación de amistad fantástica. Él era muy erudito, había leído mucho y poseía un vasto conocimiento de cultura pop británica, así como de películas y comedias kitchen sink de los años 50 y 60. A veces era un poco tímido, pero divertido a matar, con un sentido del humor norteño muy seco. Creo que le gustaba mi aspecto skinhead, y acabé dándole mi copia del libro Skinhead de Nick Knight, que le encantó. Creo que aquel libro, de hecho, influyó en su carrera; fíjate en las botas y dobladillos que lleva en las primeras fotos de su carrera en solitario. Cuando se mudó a Los Ángeles perdimos contacto. Hacia 1992.
Terminemos hablando de política. Me gusta que vuestra perspectiva izquierdista fuese de “experiencia vivida, no consignas marxistas”, como dice de vosotros Fergal Kinney, de Louder Than War, en el recopilatorio.
IH: En aquella época había muchas bandas que utilizaban retórica marxista: Easterhouse, Microdisney, McCarthy, That Petrol Emotion… Nosotros éramos distintos. Nos interesaba un tipo de decencia más general, ayudar a la gente y todo eso, más que hablar de revolución. Varios de nosotros hemos terminado trabajando de enfermeros, o ayudando a niños con minusvalías, yo trabajo en la Cooperativa de comida orgánica local, Ewan ayuda a pacientes mentales, o a gente que se está recuperando de un infarto… Cuando terminó la banda no nos vendimos al demonio; no empezamos a vender seguros de vida. Creemos en la humanidad, y siempre hemos intentado ayudar. Por eso estamos aquí.
(esta entrevista es una exclusiva de Kiko Amat para Bendito Atraso).
Pseudo-skinheads sensibles de pueblo, Blackburn 1989. Dexys y Housemartins, izquierda en Harringtons y bombachos, trompetas y melancolía. Morrissey dijo que eran los sucesores naturales de The Smiths (y luego versionó su «Skin storm»). Carrera minúscula: 1 álbum, cuatro singles, de 1988 a 1991. Stephen Street les produjo el elepé. Me recuerdan muchísimo a The Claim. Me encanta todo de ellos, como si hubiésemos sido amigos desde el primer día.
En las revistas pomposonas y los suplementos dominicales CT no se les suele dedicar demasiado espacio a The Housemartins o The Beautiful South. Imagino que resumen todo lo que es inconveniente de cara a la Cultura Seria: la cercanía, sentido del humor, amor por el baile, falta de severidad, extracción obrera, rojerío insobornable y escasa concepción de lo que uno practica como algo sacro. Pero si lo miramos desde el otro lado del prisma (el lado no-aburrido), Paul Heaton y sus obras reúnen precisamente todo aquello que es grande del pop y de nuestra cultura. Está allí, en sus discos, no busquen más. Desde 1982, Paul Heaton ha cambiado vidas y ha inspirado a sus oyentes firmando algunos de los singles y elepés más memorables y rotundos de la música pop.
En Bendito Atraso somos muy de Paul Heaton, y la mejor forma de demostrárselo es publicando la charla que mantuvimos con el hombre a raíz de su última visita a Barcelona. Es lo que tiene ser seguidor de artistas como Heaton, Mose Allison, Richard Price o Jim Dodge: que contestan a tus preguntas en lugar de ponerle el seguro antirrobo a la limusina.
Heaton, por cierto, nos cantó a cappella y a dos centímetros de la oreja una interpretación de la maravillosa “Old red eyes is back” y otra del “Caravan of love”. En un pub de Via Laietana. Así, gratis y sin acompañamiento instrumental y sosteniendo en la mano izquierda un extraño carpesano de letras. Luego, tras firmarnos el There’s always something there to remind me (en 12”) –pues, en efecto, le pedimos que nos rubricara un disco, como adolescentes aceleradas- y tomarse unas cuantas copas, se esfumó en la noche. Lo que sigue es una nueva demostración de su ingenio, memoria y oficio.
El éxito comercial de The Housemartins puede llevar a confusión. Pese a vuestros hits mundiales, en mi opinión pertenecéis a una tradición muy clara: Rickenbackers, polos de deporte, política roja, discos de negros, clase obrera y ganas de bailar. O sea, en la escuela de otros grupos británicos como Dexys, Redskins, Madness o Jam.
Hay que distinguir entre grupos británicos y grupos ingleses. Para mí, los grupos “británicos” son los que cometieron los peores excesos de los ochenta, todos aquellos grupos pomposos y horribles. Y luego, por otro lado, están los grupos ingleses: Madness, The Style Council, The Smiths, The Kinks. Si miramos mi diario hacia 1986/7 y buscamos mis comentarios sobre lo que salía en Top Of The Pops, lo que aparecen son Spandau Ballet, Simple Minds… Pero nosotros veníamos de escuchar a John Peel, esa fue nuestra educación. Peel pinchaba 60’s soul, 70’s reggae, punk… De todo. Y entonces llegaron los sintetizadores, no sé de dónde. Bueno sí: los grupos del norte no tenían dinero para comprar pianos como los de The Style Council, así que empezaron a usar teclados baratos. Eso, de algún modo, llevó a los peinados y trajes enormes de los New Romantics. Pero The Housemartins llevábamos la cabeza rapada, y escuchábamos la música del jukebox de nuestro pub: pop de los sesenta, soul, reggae… Éramos la gente de la cola del paro. Incluso grupos modernos como Oasis o Happy Mondays venían de las oficinas de empleo. Había muchas cosas que no podías permitirte.
Ser de Hull, no de Londres, quizás os proporcionase ese sentido del humor tan vuestro. “La cuarta mejor banda de Hull”, y tal. Vuestra poca pretenciosidad y ganas de bromear me recuerdan un poco a The Undertones. El tomaros poco en serio.
Grupos como The Smiths estaban compuestos por gente muy divertida y amable en privado, pero que a la hora de hacer discos se transformaban en voces bastante pesimistas y oscuras. Nosotros nos parecíamos a Madness, The Undertones o The Kinks. Grupos ingleses que trataban temas tristes con cierto humor o ironía.
The Housemartins tenían un sonido muy reconocible, creado a base de pop sólido con trompetas, armónica, ritmos Motown… ¿Qué géneros de los que erais fans modularon el sonido del grupo?
Al principio de todo era góspel, blues, déjame mirar el diario (se escucha sonido de pasar páginas). En 1982 y 1983 nos obsesionaba Al Green. A la vez, Stan (Cullimore) era muy fan de Beatles, al contrario que yo. Y buscábamos la naturalidad del sonido indie. Teníamos guitarra acústica, inicialmente, pero le dije a Stan que se deshiciese de ella. Yo quería que sonáramos eléctricos. Quería ese sonido de Rickenbackers que puedes escuchar en nuestros discos.
Un momento. Creía que lo del diario era una forma de hablar, no imaginaba que lo decías literalmente. ¿Tienes un diario donde viene todo lo que hacías en 1982? Eso es muy freak.
(Ríe) Es que soy muy freak. Desde 1980 llevo haciendo un Top 20 mensual, algún día quizás publique alguna de estas cosas. Pero es que soy letrista, y los letristas tenemos que ser muy freaks, tenemos que apuntar cosas todo el tiempo. Tendrías que ver mi habitación. De hecho, mejor que no. Está llena de libros, discos, diarios… Pero bueno, como decía, a los dieciocho me gustaba mucho el blues acústico, y de ahí pasé al sonido Stax, el góspel, el southern soul… Eso hacia 1985. En 1987, dos años más tarde, me empezó a interesar el country. “A little time”, de The Beautiful South, ya en 1990, estaba muy influido por el country.
Erais un grupo del toilet circuit inglés, de ir tocando en salas-tugurio de vuestra zona. ¿Qué sacasteis de actuar continuamente en el Adelphi (el club de Hull) junto a otras bandas del lugar como The Membranes?
Alguien, no recuerdo quién, realmente hacía publicidad de su grupo con aquel lema de “Mejor banda de Hull”. Cuando lo escuché, pensé: “pobre desgraciado”. Qué poca ambición. De todos aquellos grupos tomamos sobre todo su ética de trabajo, su dedicación completa al conjunto. Escuchábamos a muchos grupos en la radio que claramente no ensayaban tanto como nosotros. ¿Conoces aquel aforismo de “Cuanto más practico, más suerte tengo”? Mi padre lo decía siempre. Significa que, a más ensayas, más posibilidades tienes de que suceda un “golpe de suerte”. Pero no es suerte; es trabajo. The Housemartins tocábamos un mínimo de cien conciertos al año (algunos de ellos fueron en España). Todo el día buscábamos bolos, y cuando no, volvíamos a ensayar las armonías vocales hasta que eran perfectas. En 1985 éramos ya un grupo muy sólido. Todo estaba ensayado mil veces, incluso los chasquidos de dedos.
¿En 1985 os veíais como parte de algo, o como una isla dentro de la isla? En aquel año pasaban cosas muy interesantes en el Reino Unido.
Déjame volver a consultar el diario (ríe). Veamos. En 1985 me gustaba lo siguiente: Kane Gang, The Smiths, The Colourfield (con Terry Hall de los Specials), Vic Godard, de quien soy muy fan, The Style Council, The Proclaimers… ¿Sabes que nosotros descubrimos a The Proclaimers? (entusiasmado) Muchos grupos nos enviaban maquetas, y nos las llevábamos de gira. Al terminar la gira hacíamos una votación, y el grupo ganador nos teloneaba en la siguiente gira. En 1986 ganaron The Proclaimers. A ver, qué mas… The June Brides. Conocíamos a muchos grupos cuando bajábamos a Londres, y The June Brides ensayaban tanto como nosotros.
Mis amigos y yo, escuchando por primera vez a The June Brides cuando llevábamos años siendo fans de The Housemartins, nos preguntábamos quién influenció a quién.
Nos influenciamos mutuamente, creo. Salimos a la vez, y nos gustaba lo mismo. The June Brides tenían canciones increíbles, como “Every conversation”. Lo que pasó fue, sencillamente, que nosotros tuvimos éxito y ellos no. Entonces empezaron a meterse con nosotros, que si sonábamos a tal o cual, que si éramos unos vendidos… Una pena.
Erais un grupo bailable que venía de cultura bailonga. En todos vuestros videos, y también en los de The Beautiful South, trazáis pasos de baile muy ensayados. Medio Temptations, medio vodevil.
En aquella época la pista de baile no era solo música dance. Alguien pinchaba “How soon is now” de los Smiths y llenaba la pista, y la siguiente era, yo qué sé, “White lines (don’t do it)” de Grandmaster Flash, y también se llenaba. Los clubs de ahora son de miras más estrechas que entonces, cuando podías escuchar rap, pop, soul… Eso influenció a los grupos indie, que pensaban en hacer canciones que fuesen buenas para la pista.
Sobre la época de “Shelter” o “Build” ya parecíais completamente orientados hacia el gospel y el 70’s soul.
“Shelter” era la versión de una cara B de Luther Ingram de 1972 que nos encantaba. Era muy góspel, y los teclados en “Build” o “Shelter” señalaban hacia una dirección más de iglesia, más a cappella. Pero esta voluntad no se solidificaría más que caras B como “When I first meet Jesus”, no iba a notarse demasiado en el segundo álbum. En el recopilatorio Now that’s what I call quite good sí puede verse la intención gospel. Más que en los dos elepés oficiales.
Una de mis canciones favoritas del segundo elepé de The Housemartins siempre ha sido “The world’s on fire”, pero nunca he captado el significado de la letra. ¿Es literal o metafórico?
Esa es la de la iglesia en llamas. La verdad es que, una vez escribo una letra, se me olvida la motivación previa; no sé qué quise decir con “The world’s on fire”, más allá de lo que ya dice: un tipo que va y quema una iglesia. En The people who grinned themselves to death estábamos buscando un nuevo camino, queríamos añadir aún más humor y sarcasmo. Creía que me ibas a preguntar lo que siempre me pregunta todo el mundo al hablar de esa canción: si mi falsete al final está sampleado y retocado o no. La respuesta es no. Soy capaz de mantener esa nota aguda durante todo ese tiempo.
The Housemartins dejabais siempre bien clara vuestra posición política, algo que quizás –por la barrera idiomática- no se notó tanto en España. Eráis un grupo socialista y de izquierda compasiva, y eso se reflejaba en vuestras letras, declaraciones y actitud. ¿Representó vuestra politización una desventaja al ir por el mundo?
La mayoría de bandas inglesas eran de izquierdas, no éramos ninguna rareza. Lo normal y razonable, una vez apareció Maggie, era estar en contra de ella y de su política. Nadie en el pop salía y decía que era pro-Thatcher. Aparte de Gary Numan, ahora que lo pienso. Numan se destapó como pro-Thatcher. Fue un caso como el de Frank Turner hace poco, un músico que se suelta y empieza a hacer declaraciones de extrema derecha. Pero en los ochenta, muy pocos músicos eran de derechas. La mayoría de gente venía de la cola del paro. Debo decir, sin embargo, que tampoco éramos de Red Wedge, como mucha gente parece creer. En las ocasiones que tuvimos algún tipo de encuentro con ellos, les dejé muy claro que no pensaba afiliarme hasta que no nacionalizaran la industria discográfica. ¿Si se hace con los ferrocarriles, por qué no con los discos? A la vez, me aseguré de que todos sus afiliados, Billy Bragg incluido, entendieran el motivo de nuestra no-afiliación y supieran que estábamos allí para cualquier cosa que necesitaran.
Solo los mejores grupos abandonan en lo más alto: The Jam y The Housemartins son ejemplos claros de ese tipo de decisión. ¿Cuándo decidiste disolver el grupo y por qué?
Stan y yo siempre habíamos dicho que solo queríamos durar dos o tres años. The Housemartins eran un grupo sin manager, y eso siempre dificulta las cosas: yo tenía que encargarme de todo. Y lo peor es que yo era el no-diplomático de la banda; Stan era el diplomático. Muchas veces hablaban con él por temor a mi reacción. Aún recuerdo cuando Andy, de Go! Records, le propuso por teléfono a Stan (la idea era que me pasara el mensaje a mí) que “Caravan of love” fuese editada como cara B de “Build”, en lugar de como single propio. Me puse furioso. La tensión entre Stan y yo no había dejado de aumentar desde la época en que nos peleábamos por lo acústico-eléctrico, de 1982 a 1984, y al final decidimos dejarlo cuando todavía éramos buenos amigos. Existieron otros factores añadidos: durante 1987, por ejemplo, no dejamos de aparecer en programas infantiles. Nuestro nombre (Housemartin: vencejo común) se había convertido en una especie de broma para niños. Y yo quería hacer cosas distintas, más duras y amargas. Para empezar, tenía ganas de escribir desde una perspectiva femenina y para mujeres. No hace falta que te diga que The Housemartins tenían un enorme seguimiento entre lads machitos que jamás hubiesen sido capaces de tragar canciones femeninas. Hubiese sido como si un día Oasis incorporaran piano y una cantante (ríe) ¿Te lo imaginas? Así que en un año me compré un piano, conseguí una cantante, y empecé The Beautiful South.
Cuando hiciste tu reciente actuación secreta a cappella en un pub irlandés de Barcelona, no pude evitar notar que no te deshiciste de tu chaqueta, pese al calor infernal reinante. Siempre te han gustado las ropitas, ¿verdad?
Hay que decir que cuando subo a un escenario es cuando peor visto. No me gusta ponerme mis prendas favoritas, porque terminan hechas trizas. Además, tampoco es que sea Annie Lennox (ríe). Tocamos en un festival de Zurich junto a ella, y su vestidor era tres veces el tamaño de nuestra furgoneta. Cuando voy por ahí solo llevo una maleta pequeña, me gusta el estilo normal y callejero. Pero sí, me encanta el look casual urbano, cuando voy por Europa siempre me fijo en lo que llevan los chicos, cómo son sus anoraks, qué tipo de gorras llevan… He de decirte, y no es por dar coba, que me siento cómodo en los bares españoles. El ambiente me recuerda al de mi país. En Italia, los hombres parecen reunirse solo para hablar de coches y teléfonos móviles. En España, la gente pasa horas en su bar local, y se tira el día allí hablando de política y fútbol. Y bebiendo.
Aquí The Beautiful South fueron mucho menos populares que The Housemartins, pero en el Reino Unido pasó casi lo contrario. The Beautiful South siguieron entrando en el Top 10, incluso tuvisteis varios singles y elepés que fueron #1. La gente os siguió siendo fiel.
Bueno, The Beautiful South tenían muchísimos fans, pero no necesariamente eran los mismos fans de The Housemartins. The Beautiful South llegaba a mucha más gente (especialmente a las mujeres, como decía antes), y sonábamos en la radio todo el santo día. Quizás lo de España sucedió porque no fuimos de gira tanto como con The Housemartins, nos esforzamos menos. Estoy decidido a no dejar que esto vuelva a suceder. Me gusta tocar aquí, y me gusta tocar para extraños. Déjame mirar cuándo estuvimos aquí con The Beautiful South (nuevo ruido de pasar páginas) 1992. En la gira de 1992 teníamos una norma: nadie podía irse a dormir hasta que no había amanecido. Imagina. Veamos: el 22 de mayo tocamos en Revolver, y el 24 en Zeleste. (Se escucha una voz infantil de fondo) Sí. No sé. Papá viene en un momento, cielo.
¿Era esa una de tus tres hijas? ¿Cómo te sentó la paternidad?
Sí, la pequeña. Al principio me sentó fatal, pero fui mejorando. Las tuve muy tarde, además, así que el cambio en mi vida fue mayor. A los treinta yo estaba hecho una porquería. No tuve mi primera hija hasta los 39, la segunda llegó un año después, y la pequeña cuando yo ya tenía 49 años. Todo esto me ha llegado cuando ya había cambiado bastante, y era un hombre mucho más tranquilo y asentado. Tengo amigos que me preguntan si no preferiría haber tenido niños, para poder jugar al fútbol en el parque. Siempre les respondo que soy demasiado viejo para jugar al fútbol en el parque, así que me da igual. Las niñas son más sensibles y ordenadas.
No quiero retenerte más. Has sido muy ama…
¿Sabes cuál es mi grupo español favorito? (me interrumpe) Edwin Moses. Su disco Love turns you upside down me encanta, lo escuché mucho. A The Beautiful South y a The Housemartins nos encantaba hacer lo que llamábamos “conciertos de intercambio”. Lo planeábamos con otro grupo, y tocábamos el uno para la audiencia del otro, y al revés. Lo hicimos una y otra vez por todo el país. ¿No estaría bien hacerlo con algún grupo de tu país?
Kiko Amat
(Esta entrevista se realizó en el año 2012 y se publicó en la extinta web de Bendito Atraso. Por tanto, y como sucede con muchos otros textos realizados exprofeso para dicha web, ya no podía leerse online ni en ningún otro maldito sitio. Hasta hoy que -por petición de varios lectores- la recuperamos aquí).